domingo, 12 de agosto de 2012

Si Jesús era bueno ¿por qué le mataron?


1. La situación.
Laura, de siete años, va comprendiendo po­co a poco la realidad moral de las cosas que hace. Sabe que hay cosas que están bien, y otras que están mal, y que, generalmente, están mal aquéllas que hacen da­ño a otros. Sabe también que al­gunas de esas cosas mal hechas tienen un castigo: si hace una tra­vesura puede quedarse sin jugar, y quien roba puede ir a la cárcel. Un día, mientras su padre le expli­ca por qué hay una cruz en la Igle­sia, le pregunta: "Papá, si Jesús ha­cía cosas buenas, si era tan bue­no, ¿por qué le mataron?"

2. Las pistas.
2.1. Descubrir la dimensión moral de la vida.
• La realidad moral es, con frecuen­cia, una realidad complicada. Por eso, solemos enseñarla a nuestros hijos poco a poco, y ellos la van aprendiendo desde la vida diaria. Comienzan a saber que hay co­sas buenas y malas porque sus pa­dres o maestros se alegran y va­loran muy positivamente unas, y se enfadan e, incluso, les castigan si hacen otras.
• Simplificando mucho, en los pri­meros niveles de su educación po­demos decirles que hay gente bue­na que hace cosas buenas, y gen­te mala que hace cosas malas. Des­pués ya habrá tiempo de introducir matices, y de irse centrando no en la bondad o maldad de las perso­nas, sino en la bondad o maldad de sus acciones, y sus posibles moti­vaciones. Pero tiempo al tiempo.

2.2. La muerte de Jesús.
• En este contexto, descubrir que mataron a Jesús, que era una per­sona buena que "pasó haciendo el bien", les supone una contradicción: si era bueno, ¿por qué le mataron? Se están acercando al centro del misterio cristiano.
• Tradicionalmente se nos enseña­ba que Jesús murió para salvarnos. Pero para entender esto hace fal­ta tener experiencia previa de la ne­cesidad de ser salvados, y esto no es habitual en nuestros pequeños. Tendremos, por tanto, que acercar­nos por otro camino.
• Si Jesús era Dios, y era bueno, y a pesar de todo le matamos, quie­re decir que somos nosotros, los hombres, los que somos malos. Los que, a veces, no aceptamos que nos digan cómo tendríamos que hacer bien las cosas, porque nos moles­ta que nos corrijan. Los que preten­demos defender nuestros intereses a costa de perjudicar a los demás somos nosotros. Los que decimos tener fe en Dios y, sin embargo, cuan­do podemos nos saltamos sus man­damientos, y mejor que no nos lo recuerden a destiempo.
• Esto es lo que parece que le pa­só a Jesús. Nació como judío y pre­tendió recordar a los judíos lo que significaba realmente ser judío. Y a ellos no les pareció bien: estaban más a gusto con su religión aco­modada (igual que nos puede pa­sar a muchos de nosotros con la nuestra).

3. La respuesta.
"Laura, tienes mucha razón: Je­sús era bueno, y, sin embargo, unos hombres le mataron, clavándole en una cruz. iQué horrible!, ¿verdad? Pues eso pasó porque a muchos que le conocieron no les gustaba lo que les decía: que tenían que amar­se los unos a los otros, que no tenían que pelearse, que debían ayudar a los pobres, que creer en Dios no es algo externo, sino algo que cambia el corazón hasta poder llamarle Padre. No se puede creer en Dios y seguir como si tal cosa. Le mataron porque resultaba mo­lesto para ellos la manera de rela­cionarse con el Padre que Jesús pro­ponía. Ellos preferían un Dios que no les tocara su vida. Por eso es importante que nosotros vivamos como Jesús vivía, porque si no es como si nosotros también le ma­táramos. Si se lo pedimos a Dios, seguro que Él nos ayuda a com­portarnos mejor. ¿Quieres que se lo pidamos juntos?"
• La historia, como sabemos, no acaba con la muerte de Jesús. Dios no le abandonó y le resucitó, re­conociendo lo especial que era pa­ra Él. Pero esto es harina de otro costal ... o de otra entrega.
Revista “Catequistas” nº 186, Febrero 2008