Lo primero que tenemos que decir es que Job no existió
realmente, sino que se trata de un relato para dejar una enseñanza sobre el
dolor. Y para entenderla es necesario saber cómo fue entendido el tema del
dolor por parte de Israel.
En los tiempos más antiguos, los judíos pensaban que cuando
el hombre moría se acababa su existencia. Como no creían en la resurrección, la
retribución debía de ser terrenal, de modo que a los buenos Dios los bendecía
con bienes y familia, y a los malos los castigaba con penalidades y
enfermedades. Pero esta retribución terrenal no siempre sucede en realidad. De
hecho, el pobre Job es fiel a Dios y es un buen israelita, y todas las
penalidades que le ocurren no se justifican por su comportamiento.
Todo el libro consiste en una conversación entre Job y sus amigos (que tratan de convencerlo de que lo que le está pasando a Job es por sus pecados o los de sus antepasados).
Después de nueve virulentos discursos, en los cuales por un lado los tres amigos se empeñan en culpar a Job de pecador, y por el otro Job los acusa a ellos de querer convencerlo con argumentos inconsistentes, el diálogo se agota. ¿Cuál de las dos partes tiene razón?
Job invoca al mismo Dios para que le explique por qué está sufriendo injustamente, a lo que Dios le responde con una serie de preguntas sobre los secretos de la naturaleza y del cosmos. De esta forma, Dios se justifica ante Job y le da a entender que nadie debe pedirle explicaciones de su obrar en el mundo.
Como esta respuesta de Dios es insuficiente por sí misma, los teólogos posteriores añadieron el cuarto amigo llamado Elihú (Job 32-37). Elihú enseña a Job que el sufrimiento posee un valor positivo para el hombre porque le ayuda a crecer y a madurar.
A pesar de esta respuesta, el misterio del dolor del justo y del inocente no encontrará solución hasta la respuesta definitiva que es Cristo.
Todo el libro consiste en una conversación entre Job y sus amigos (que tratan de convencerlo de que lo que le está pasando a Job es por sus pecados o los de sus antepasados).
Después de nueve virulentos discursos, en los cuales por un lado los tres amigos se empeñan en culpar a Job de pecador, y por el otro Job los acusa a ellos de querer convencerlo con argumentos inconsistentes, el diálogo se agota. ¿Cuál de las dos partes tiene razón?
Job invoca al mismo Dios para que le explique por qué está sufriendo injustamente, a lo que Dios le responde con una serie de preguntas sobre los secretos de la naturaleza y del cosmos. De esta forma, Dios se justifica ante Job y le da a entender que nadie debe pedirle explicaciones de su obrar en el mundo.
Como esta respuesta de Dios es insuficiente por sí misma, los teólogos posteriores añadieron el cuarto amigo llamado Elihú (Job 32-37). Elihú enseña a Job que el sufrimiento posee un valor positivo para el hombre porque le ayuda a crecer y a madurar.
A pesar de esta respuesta, el misterio del dolor del justo y del inocente no encontrará solución hasta la respuesta definitiva que es Cristo.