1.
La situación.
Angel,
de 7 años, ha participado con sus padres en las actividades de Semana Santa que
organiza su parroquia, entre las que hay un programa específico para niños. Ha
disfrutado un montón, y, al volver al colegio, les cuenta a todos sus amigos
lo bien que se lo pasado y todo lo que ha aprendido y celebrado. Por la tarde
vuelve a casa, y sus papás le notan un poco triste. Cuando le preguntan por qué
está así, él les cuenta que uno de sus amigos se río de él cuando habló de la resurrección
de Jesús. "Pero si Jesús está muerto",
le dijo. Y Angel no supo qué responderle.
2.
La propuesta.
2.1.
Una sociedad en la que Dios ha muerto.
•
No vivimos, precisamente, en una sociedad de cristiandad, donde todos compartamos
la misma fe. Antes bien, son muchos los que, a nuestro alrededor, y alrededor de
nuestros hijos, profesan abiertamente su ateismo. Y esto, evidentemente, cuestiona
la incipiente fe de nuestros hijos. Y no sólo eso, sino incluso la propia confianza
que ellos han depositado en nosotros, sus padres, con los que va compartiendo esa
experiencia de fe.
•
Si tratamos esta contradicción que nos muestran nuestros hijos como una oposición
entre dos verdades, corremos el riesgo de colocarles ante una difícil decisión:
lo que les dicen sus amigos y lo que les proponemos nosotros. Y aunque en principio
sigan aceptando nuestro planteamiento, la duda ha podido quedar sembrada en su corazón
de forma irremediable.
2.3.
La fe como experiencia de sentido.
•
Quizás sea mejor plantear la contradicción como una cuestión de sentido. Hagamos
ver a nuestro hijo que no todo el mundo se ha dado cuenta de la gran noticia que
es que Jesús haya resucitado. Ello nos da felicidad, y, además, es una gran ventaja
para los que lo creemos, ya que nos da la tranquilidad de pensar que, incluso cuando
nos muramos, Dios continuará cuidándonos, como ya sabemos que lo hace con nuestros
familiares que ya se han ido.
•
No se trata, por tanto, de una contraposición de verdades, sino de experiencias,
en las que, si se comparte con transparencia y cotidianeidad, la fe de los papás
tiene un plus de ventaja: la tienen cerca, aporta sentido y da alegría.
3.
La respuesta.
•
Se podría tratar el tema con el hijo así: "Es
cierto que hay mucha gente que no cree en Dios, y que no cree que Jesús esté vivo.
Sin embargo, nosotros sí lo creemos, y pensamos que, precisamente por esto, Dios
y su Hijo Jesús son tan importantes para nosotros. Además, así podemos estar bien
tranquilos: aún cuando muramos, sabemos que Dios no nos abandonará, como no ha
abandonado a la abuelita cuando se murió, ¿recuerdas? Y esto es una cosa maravillosa,
¿no te parece?"
Revista
“Catequistas” nº 188, Abril 2008