sábado, 11 de agosto de 2012

Pero si Jesús está muerto...


1. La situación.
Angel, de 7 años, ha participado con sus padres en las actividades de Se­mana Santa que organiza su parro­quia, entre las que hay un programa específico para niños. Ha disfru­tado un montón, y, al volver al co­legio, les cuenta a todos sus ami­gos lo bien que se lo pasado y to­do lo que ha aprendido y celebra­do. Por la tarde vuelve a casa, y sus papás le notan un poco tris­te. Cuando le preguntan por qué está así, él les cuenta que uno de sus amigos se río de él cuando ha­bló de la resurrección de Jesús. "Pe­ro si Jesús está muerto", le dijo. Y Angel no supo qué responderle.

2. La propuesta.
2.1. Una sociedad en la que Dios ha muerto.
• No vivimos, precisamente, en una sociedad de cristiandad, donde to­dos compartamos la misma fe. An­tes bien, son muchos los que, a nuestro alrededor, y alrededor de nuestros hijos, profesan abiertamen­te su ateismo. Y esto, evidentemen­te, cuestiona la incipiente fe de nues­tros hijos. Y no sólo eso, sino in­cluso la propia confianza que ellos han depositado en nosotros, sus padres, con los que va compar­tiendo esa experiencia de fe.
• Si tratamos esta contradicción que nos muestran nuestros hijos como una oposición entre dos ver­dades, corremos el riesgo de co­locarles ante una difícil decisión: lo que les dicen sus amigos y lo que les proponemos nosotros. Y aun­que en principio sigan aceptando nuestro planteamiento, la duda ha podido quedar sembrada en su co­razón de forma irremediable.

2.3. La fe como experiencia de sentido.
• Quizás sea mejor plantear la con­tradicción como una cuestión de sentido. Hagamos ver a nuestro hi­jo que no todo el mundo se ha da­do cuenta de la gran noticia que es que Jesús haya resucitado. Ello nos da felicidad, y, además, es una gran ventaja para los que lo cree­mos, ya que nos da la tranquilidad de pensar que, incluso cuando nos muramos, Dios continuará cuidán­donos, como ya sabemos que lo hace con nuestros familiares que ya se han ido.
• No se trata, por tanto, de una con­traposición de verdades, sino de experiencias, en las que, si se com­parte con transparencia y cotidia­neidad, la fe de los papás tiene un plus de ventaja: la tienen cerca, aporta sentido y da alegría.

3. La respuesta.
• Se podría tratar el tema con el hijo así: "Es cierto que hay mucha gente que no cree en Dios, y que no cree que Jesús esté vivo. Sin embargo, nosotros sí lo creemos, y pensamos que, precisamente por esto, Dios y su Hijo Jesús son tan importantes para nosotros. Ade­más, así podemos estar bien tran­quilos: aún cuando muramos, sa­bemos que Dios no nos abando­nará, como no ha abandonado a la abuelita cuando se murió, ¿re­cuerdas? Y esto es una cosa maravillosa, ¿no te parece?"
 Revista “Catequistas” nº 188, Abril 2008