1.
La situación.
Carlos,
de 7
años, es un niño bastante inquieto, al que le
cuesta estar tranquilo en Misa, Sus padres han pensado acudir a los oficios de
Semana Santa, y han ideado un sistema para intentar que Carlos esté más
entretenido en la celebración de la muerte-resurrección del Señor: su
padre le va a pasar cinco preguntas misteriosas a lo largo de la celebración
para ver si se las sabe contestar. Una de ellas es sobre el color del alba del
sacerdote, Carlos observa acertadamente que es roja. Cuando después van a la
celebración de la Resurrección, le pregunta a su padre: «¿Por qué el sacerdote lleva hoy un vestido blanco?»
2. Las pistas.
2.1.
Los símbolos de la liturgia.
La
Liturgia cristiana es una actividad cargada de símbolos, aunque la tradición occidental ha desarrollado tanto la
palabra y la razón que, al final, las propias palabras corren el riesgo de
apagar la riqueza simbólica. Sin embargo, los símbolos son un elemento a tener
en cuenta a la hora de educar a nuestros hijos en la celebración cristiana,
sobre todo cuando aún no tienen la capacidad de entender los discursos
abstractos.
El
altar, con su mantel, es una mesa de convite, a la vez que el lugar en que Dios
entrega su vida por nosotros. La Eucaristía es comida: pan que comemos, en el
que todos (comunión) recibimos al mismo Jesús en nuestro interior. Los colores
de la vestidura litúrgica del sacerdote nos indican, con lenguaje no verbal, el
sentido de la celebración... Son algunos de esos símbolos que tenemos que
cuidar y potenciar, por encima del
exceso de palabras. A veces, precisamente por su dimensión simbólica, dicen más
que el más florido de nuestros discursos (y es que «una imagen vale más que cien palabras»). No debemos desaprovechar,
pues, este material tan valioso para acercar a nuestros hijos el auténtico
sentido de nuestras celebraciones.
2.2.
El ciclo litúrgico.
La
Iglesia ha dividido el año litúrgico en diferentes períodos, cada uno con un
significado diferente: el Tiempo Ordinario, abierto a la totalidad del mensaje
cristiano; la Cuaresma, como tiempo especial de penitencia y preparación a la Pascua; el Tiempo Pascual,
como celebración de la gran alegría de la Resurrección del Señor... Es lógico
que las vestiduras sacerdotales, si tienen alguna dimensión simbólica, cambien
a lo largo del año.
Y
así tendremos el color verde para el Tiempo
Ordinario, un tiempo en el que reflejamos la actitud cristiana de la espera
ante la manifestación definitiva de nuestro Señor, y de esperanza porque
en Él serán nuevas todas las cosas; el color morado para la penitencia y la
preparación, comunes para el Adviento y Cuaresma; el blanco, signo de alegría,
durante la Navidad y el tiempo pascual; el rojo, color de la sangre signo del
amor de una vida entregada, ya sea la del propio Jesucristo, ya sea la de cualquiera
de los mártires que ha dado su vida por profesar su fe en el Señor.
3.
La respuesta.
«El otro día te fijaste en el color de las
vestiduras del sacerdote, ¿verdad? ¿Recuerdas que eran roja, del mismo color
que tiene la sangre? Pues ese color significa que Jesús dio su vida por nosotros,
y por eso es el color del amor, y ese día lo que celebramos de verdad es el
amor que Dios nos tiene. Hoy estamos contentos porque celebramos que Jesús,
después de morir, ha resucitado, está vivo y nos acompañará para siempre. Y esa
alegría la expresamos en la Iglesia con el color más vivo y brillante que conocemos
, el color blanco. Si te fijas a partir de ahora, irás viendo que el sacerdote
va cambiando el color de sus vestiduras. Si quieres, podremos ir comentando lo
que significa cada color. Y, si alguna vez no sabemos el sentido de un color, se
lo podremos preguntar al sacerdote. ¿Te parece?»
Revista
“Catequistas” nº 196, Abril 2009