lunes, 13 de agosto de 2012

¿Dónde vive Dios?


1. La pregunta.
Jorge tiene seis años, y desde hace tres reza todas las noches con sus papás a la hora de acostarse. Sus padres, cuando se plan­tearon cómo hablar a su hijo de Dios, pensa­ron que lo mejor sería "ponerle en contacto" con Él. Rezaban algunas oraciones, le pedían o daban gra­cias juntos... Un día, Jorge les pre­guntó: "Papá, ¿dónde vive Dios?"

2. Las pistas.
2.1. El ambiente de la oración.
• A medida que los niños crecen en el seno de una familia creyente, apa­recen distintas posibilidades de ini­ciarles en la fe. Hablar con natura­lidad de la dimensión religiosa de la vida es uno de los ingredientes fun­damentales. La pregunta religiosa surge viviendo lo religioso. Una forma privilegiada es la oración. Hay que introducir a los niños explícita­mente en los contenidos de nues­tra fe. Eso sí, adaptados a su ca­pacidad de comprensión; por de­bajo de 9-10 años no es muy apta para los conceptos abstractos.
• Lo importante en la fe cristiana en los niños no son sólo los concep­tos (que ayudan), sino las experien­cias, es decir, la vivencia de los con­ceptos en lo normal de la vida. La Biblia muestra muchas y muy dife­rentes experiencias de fe. La vida de Jesús es presentada como Evan­gelio, "buena noticia": un modo de vivir en el que cuenta e interviene Dios y no como un conjunto de con­ceptos o reflexiones abstractas; por eso "todo cambia y se hace nue­vo". Justamente por aquí hay que introducir a los niños en la dimen­sión religiosa de la vida a través de hechos y de experiencias que pue­dan ser "noticia". Lo importante es colocar a nuestro hijo ante Dios, po­nerle en relación con Él. Y una for­ma privilegiada de hacerlo es la ora­ción. La pregunta religiosa surge viviendo lo religioso, la oración com­partida en este caso.

2.2. La experiencia de oración conjunta.
• En la oración compartida nos po­nemos padres/catequistas e hijos ante Dios, le hablamos, le pedimos, le damos gracias, y, poco a poco, aprendemos a escucharle. El niño va viviendo con normalidad la rea­lidad de una Presencia escondida, de Alguien a quien sus padres se dirigen con total confianza, en cu­yas manos ponen su vida. Va sien­do invitado también a hacer lo mis­mo. Y Dios aparece de forma na­tural como un ser real con quien po­demos contar en todo momento.
• Esta experiencia irá provocando interrogantes en la mente del niño. Conforme vaya siendo más cons­ciente, irá preguntándose por esa Presencia escondida que compar­te con sus mayores. Presencia re­al, pero que no ve; un amor cercano, pero que no abraza; un Padre que escucha, pero que no tiene ore­jas visibles. ¿Dónde está este Dios con el que se encuentra a diario en la oración? ¿Dónde vive Dios?

3. La respuesta.
• Quizás en este momento el niño ya sabe el Padrenuestro. Su prime­ra frase nos ofrece una orientación, aunque probablemente nada clara, sobre el "lugar de residencia" de Dios:
Padre nuestro, que estás en el cie­lo... La expresión no alude a un lu­gar en el espacio sideral, sino que más bien se refiere a una realidad que se nos escapa, que va más allá de nuestras capacidades y posibi­lidades de comprensión. Nos esta­mos dirigiendo a un Dios que es Pa­dre nuestro, que nos escucha, que nos cuida, que atiende nuestras sú­plicas. Un Dios, en definitiva, cercano a nosotros, pero a la vez un Dios a quien no percibimos con nues­tros sentidos. El estrecho marco de la habitación de nuestro hijo o hija, o el del salón de catequesis de nues­tra parroquia, no es suficiente pa­ra encerrar toda la realidad de Dios; sin embargo, Él está allí escuchan­do no sólo las peticiones del niño, sino también el ritmo de su cora­zón. "Dios vive en el cielo, hijo mío, pero el cielo es tan grande que nos rodea a todos, y llega a cualquier rincón de este mundo, incluso has­ta esta habitación. También Dios vi­ve aquí, junto a nosotros, aunque no podemos verle".
• Quizá, con corazón de niño, y pa­ra poder expresar adecuadamen­te la cercanía de este cielo en el que Dios habita, podamos decir con nuestros hijos: "Padre nuestro, que desde el cielo nos cuidas... "
• Esta expresión bíblica ["que es­tás en el cielo") no significa un lu­gar (“el espacio") sino una manera de ser; no el alejamiento de Dios sino su majestad. Dios Padre no está "en esta o aquella parte" sino "por encima de todo" lo que, acerca de la santidad divina, pue­de el hombre concebir. Como es tres veces Santo, está totalmen­te cerca del corazón humilde y contrito". (Catecismo de la Iglesia Ca­tólica, 2.794)
• Debemos evitar dar respuestas muy concretas que el niño, al crecer, descubra que eran salidas falsas. Entonces podría decir: "me han engañado". Es me­jor afirmar tranquilamente que "no sabemos dar respuesta a la pregunta" que dar una respuesta "para salir del paso".
Decir a los niños expresiones co­mo: "Me gusta que te hagas y nos hagas esta pregunta. Tu corazón y tu mente van creciendo. Dios, hijo, siempre nos plantea pregun­tas. A veces no las sabemos responder... Pero tienen respuesta. Hay que ser muy amigo de Dios para entender a Dios". "Hijo, el cielo donde Dios habita no lo tocamos ni viene en el ma­pa, pero existe. Es "cielo" lo que nosotros hacernos de bueno; hay cielo donde nosotros queremos vivir como Jesús nos dijo. Nosotros, hijo, tenemos la tarea de hacer el Cielo entre nosotros. Alguna vez escucharás que te dicen: "eres un cielo'. Esa expresión es muy bo­nita. Indica que eres guapo, que te portas bien, que da gusto es­tar a tu lado, que a tu lado no hay peleas y se comparte... Dios es­tá donde nosotros (y otros) tratamos de hacer de la tierra un cie­lo. Aquí, ahora, Dios está con nos­otros porque estamos rezando".
Revista “Catequistas” nº 182, Octubre 2007