Jorge
tiene seis años, y desde hace tres reza todas las noches con sus papás a la
hora de acostarse. Sus padres, cuando se plantearon cómo hablar a su hijo de
Dios, pensaron que lo mejor sería "ponerle en contacto" con Él.
Rezaban algunas oraciones, le pedían o daban gracias juntos... Un día, Jorge
les preguntó: "Papá, ¿dónde vive
Dios?"
2.
Las pistas.
2.1.
El ambiente de la oración.
•
A medida que los niños crecen en el seno de una familia creyente, aparecen
distintas posibilidades de iniciarles en la fe. Hablar con naturalidad de la
dimensión religiosa de la vida es uno de los ingredientes fundamentales. La
pregunta religiosa surge viviendo lo religioso. Una forma privilegiada es la
oración. Hay que introducir a los niños explícitamente en los contenidos de
nuestra fe. Eso sí, adaptados a su capacidad de comprensión; por debajo de
9-10 años no es muy apta para los conceptos abstractos.
•
Lo importante en la fe cristiana en los niños no son sólo los conceptos (que
ayudan), sino las experiencias, es decir, la vivencia de los conceptos en lo
normal de la vida. La Biblia muestra muchas y muy diferentes experiencias de
fe. La vida de Jesús es presentada como Evangelio, "buena noticia":
un modo de vivir en el que cuenta e interviene Dios y no como un conjunto de
conceptos o reflexiones abstractas; por eso "todo cambia y se hace nuevo".
Justamente por aquí hay que introducir a los niños en la dimensión religiosa
de la vida a través de hechos y de experiencias que puedan ser
"noticia". Lo importante es colocar a nuestro hijo ante Dios, ponerle
en relación con Él. Y una forma privilegiada de hacerlo es la oración. La
pregunta religiosa surge viviendo lo religioso, la oración compartida en este
caso.
2.2.
La experiencia de oración conjunta.
•
En la oración compartida nos ponemos padres/catequistas e hijos ante Dios, le
hablamos, le pedimos, le damos gracias, y, poco a poco, aprendemos a
escucharle. El niño va viviendo con normalidad la realidad de una Presencia
escondida, de Alguien a quien sus padres se dirigen con total confianza, en cuyas
manos ponen su vida. Va siendo invitado también a hacer lo mismo. Y Dios
aparece de forma natural como un ser real con quien podemos contar en todo
momento.
•
Esta experiencia irá provocando interrogantes en la mente del niño. Conforme
vaya siendo más consciente, irá preguntándose por esa Presencia escondida que
comparte con sus mayores. Presencia real, pero que no ve; un amor cercano,
pero que no abraza; un Padre que escucha, pero que no tiene orejas visibles.
¿Dónde está este Dios con el que se encuentra a diario en la oración? ¿Dónde
vive Dios?
3.
La respuesta.
•
Quizás en este momento el niño ya sabe el Padrenuestro. Su primera frase nos
ofrece una orientación, aunque probablemente nada clara, sobre el "lugar
de residencia" de Dios:
Padre
nuestro, que estás en el cielo... La expresión no alude a un lugar en el
espacio sideral, sino que más bien se refiere a una realidad que se nos escapa,
que va más allá de nuestras capacidades y posibilidades de comprensión. Nos
estamos dirigiendo a un Dios que es Padre nuestro, que nos escucha, que nos
cuida, que atiende nuestras súplicas. Un Dios, en definitiva, cercano a
nosotros, pero a la vez un Dios a quien no percibimos con nuestros sentidos.
El estrecho marco de la habitación de nuestro hijo o hija, o el del salón de
catequesis de nuestra parroquia, no es suficiente para encerrar toda la
realidad de Dios; sin embargo, Él está allí escuchando no sólo las peticiones
del niño, sino también el ritmo de su corazón. "Dios vive en el cielo, hijo mío, pero el cielo es tan grande que
nos rodea a todos, y llega a cualquier rincón de este mundo, incluso hasta
esta habitación. También Dios vive aquí, junto a nosotros, aunque no podemos
verle".
•
Quizá, con corazón de niño, y para poder expresar adecuadamente la cercanía
de este cielo en el que Dios habita, podamos decir con nuestros hijos:
"Padre nuestro, que desde el cielo nos cuidas... "
•
Esta expresión bíblica ["que estás en el cielo") no significa un lugar
(“el espacio") sino una manera de ser; no el alejamiento de Dios sino su
majestad. Dios Padre no está "en esta o aquella parte" sino "por
encima de todo" lo que, acerca de la santidad divina, puede el hombre
concebir. Como es tres veces Santo, está totalmente cerca del corazón humilde
y contrito". (Catecismo de la Iglesia Católica, 2.794)
•
Debemos evitar dar respuestas muy concretas que el niño, al crecer, descubra
que eran salidas falsas. Entonces podría decir: "me han engañado". Es mejor afirmar tranquilamente que "no sabemos dar respuesta a la
pregunta" que dar una respuesta "para salir del paso".
Decir
a los niños expresiones como: "Me
gusta que te hagas y nos hagas esta pregunta. Tu corazón y tu mente van
creciendo. Dios, hijo, siempre nos plantea preguntas. A veces no las sabemos
responder... Pero tienen respuesta. Hay que ser muy amigo de Dios para
entender a Dios". "Hijo, el cielo donde Dios habita no lo tocamos ni
viene en el mapa, pero existe. Es "cielo" lo que nosotros hacernos
de bueno; hay cielo donde nosotros queremos vivir como Jesús nos dijo.
Nosotros, hijo, tenemos la tarea de hacer el Cielo entre nosotros. Alguna vez
escucharás que te dicen: "eres un cielo'. Esa expresión es muy bonita.
Indica que eres guapo, que te portas bien, que da gusto estar a tu lado, que a
tu lado no hay peleas y se comparte... Dios está donde nosotros (y otros)
tratamos de hacer de la tierra un cielo. Aquí, ahora, Dios está con nosotros
porque estamos rezando".
Revista “Catequistas” nº 182, Octubre 2007