1 .La situación.
Roberto tiene
nueve años, y está a punto de celebrar su Primera Comunión. Ya han trabajado la
Eucaristía en la catequesis familiar, y, en el ensayo de la celebración, les
han dado a probar una forma sin consagrar. Se quedó sorprendido porque se
deshizo muy pronto en su boca, ni siquiera pudo masticarla. Poco después,
cuando volvían a casa, le preguntó a su madre: “mamá, ¿pero de verdad está Jesús en el pan?”
2. Las pistas.
2.1. Dios nos acompaña siempre.
La experiencia
creyente es la experiencia de una compañía, de una cercanía. Los creyentes
sentimos que Dios no nos deja solos, que nos acompaña siempre. De una forma
misteriosa, invisible a los ojos, pero real. Al fin y al cabo, «en Dios vivimos, nos movemos y existimos»
(Hch 17,28).
Esta experiencia
la vivió radicalmente Jesús, que se sentía uno con el Padre. Además, como Hijo,
es en Él en quien de una forma especial creemos que Dios se hizo presente,
radicalmente presente y cercano a los hombres. Él mismo prometió que nos acompañaría
siempre, hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Y nos dejó, como sacramento central
de esa presencia, la Eucaristía, en la que nos invitó a participar «en memoria» suya (1 Cor 11, 24-25).
2.2. Jesucristo, presente en el
mundo, en la Iglesia y en la celebración eucarística.
Desde entonces,
la Iglesia se vive a sí misma como lugar privilegiado de la presencia de Jesús.
Y no sólo porque «donde haya dos
o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de vosotros» (Mt
18,20), sino también porque se reúne continuamente a celebrar su entrega
generosa en la cruz, anticipada y significada
en las palabras con que Jesús repartió el pan y el vino: «Esto es mi cuerpo», «esta es mi sangre».
La Iglesia
entiende que este Cuerpo y esta Sangre de Jesús están presentes en el pan y el vino consagrados «en memoria» suya, y por
eso habla de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Sin embargo, explicar
el cómo y el porqué de esa presencia es una tarea compleja, que pretende reducir
el misterio a algo comprensible. Intentos ha habido, como el clásico de la
transustanciación, pero son difícilmente comprensibles hoy día. Bien es cierto
que, con muchos funciona aún lo de que el pan, aún sabiendo a pan, ya no es
pan, sino Cuerpo de Cristo. Y, de buena fe, ésta puede ser una buena
adaptación. Pero lo importante es que no se quede en un mero conocimiento deI
mecanismo, sino que se convierta en una auténtica experiencia de encuentro con Jesús,
presente en un alimento que nos da la vida.
3. La respuesta.
«Pues sí, Roberto, sí. Jesús está
de verdad en el pan de la Eucaristía. No es que en el pan esté su carne, como
si fuera un filete, un trocito de su cuerpo, no; es que en el pan de la Eucaristía
Jesús se nos da entero, como un alimento que nos da vida, que nos da fuerza, y
se hace sentir muy cerquita de nuestro corazón. Por eso hay que estar dispuesto
a recibirle, y eso es lo que hemos estado haciendo durante estos últimos años,
preparándote y acompañándote en tu proceso de conocer a Jesús. Ahora que estás
preparado, ya puedes hacer tu Primera Comunión, con tus amigos, y después
podrás de nuevo comulgar cuantas veces quieras, para tener a Jesús siempre cerca
de ti».
Revista “Catequistas” nº 197, Mayo
2009