miércoles, 15 de agosto de 2012

¿Por qué tengo que perdonar siempre?


1. La situación.
Juan tiene ocho años. Su hermano pequeño es un poco movidito, y crea frecuentemente situaciones conflictivas. Intentando crear en ellos un estilo fraterno de relación, sus padres les invitan frecuentemente al perdón como forma de resolver los conflictos; pero casi siempre le toca perdonar al hermano mayor. Una de las veces, ya bastante cansado de tener siempre el mismo papel, le dice a sus padres: "¿Por qué tengo yo siempre que perdonar?"

2. Las pista.
El perdón de Dios
• El perdón de Dios es gratuito, es puro don. No podemos merecerlo con nuestro esfuerzo: ya está ahí. Lo que podemos hacer es reconocernos pecadores y ponernos en disposición de recibirlo; eso es, precisamente, la conversión.
• La parábola del Padre pródigo y sus dos hijos nos lo muestra bien claramente. Antes que el hijo menor pida perdón, el Padre ya se lo ha concedido, le levanta y le abraza. Y hace una fiesta para él sin pedirle nada a cambio (a diferencia de lo que haría el hermano mayor). Para el Padre, el pequeño es uno de sus hijos, y siempre lo seguirá siendo.
• Pero éste ha tenido que hacer un largo proceso para poder volver al Padre. Ha tenido que darse cuenta de su error, sentirse responsable de él, arrepentirse y armarse de fuerza para pedir perdón y proponer un cambio. Sin este proceso, el hijo menor no hubiera podido volver al Padre. Y no hubiera podido recibir su perdón incondicional.

3. La respuesta.
"Juan, sé que estás un poco cansado por las muchas faenas que te prepara tu hermano. Pero ya sabes lo que nos pide nuestro amigo Jesús: que nos perdonemos siempre. Tú puedes seguirle perdonando siempre; pero si él no hace ningún esfuerzo por cambiar, es evidente que quizás no se merezca poder jugar contigo, porque a lo mejor sigue intentando fastidiarte. Así que podrás decirle: "Te perdono, pero si no me prometes que vas a dejar de fastidiarme, no podré jugar contigo". Y nosotros trabajaremos con él para que se dé cuenta de que debe esforzarse en tratarte bien, con respeto y cariño. ¿Vale?"
Revista “Catequistas” nº 187, Marzo 2008