1. La situación.
Juan tiene ocho años. Su hermano
pequeño es un poco movidito, y crea frecuentemente situaciones conflictivas.
Intentando crear en ellos un estilo fraterno de relación, sus padres les
invitan frecuentemente al perdón como forma de resolver los conflictos; pero
casi siempre le toca perdonar al hermano mayor. Una de las veces, ya bastante
cansado de tener siempre el mismo papel, le dice a sus padres: "¿Por qué
tengo yo siempre que perdonar?"
2. Las pista.
El perdón de Dios
• El perdón de Dios es gratuito,
es puro don. No podemos merecerlo con nuestro esfuerzo: ya está ahí. Lo que
podemos hacer es reconocernos pecadores y ponernos en disposición de recibirlo;
eso es, precisamente, la conversión.
• La parábola del Padre pródigo y
sus dos hijos nos lo muestra bien claramente. Antes que el hijo menor pida
perdón, el Padre ya se lo ha concedido, le levanta y le abraza. Y hace una
fiesta para él sin pedirle nada a cambio (a diferencia de lo que haría el
hermano mayor). Para el Padre, el pequeño es uno de sus hijos, y siempre lo seguirá
siendo.
• Pero éste ha tenido que hacer un
largo proceso para poder volver al Padre. Ha tenido que darse cuenta de su
error, sentirse responsable de él, arrepentirse y armarse de fuerza para pedir
perdón y proponer un cambio. Sin este proceso, el hijo menor no hubiera podido
volver al Padre. Y no hubiera podido recibir su perdón incondicional.
3. La respuesta.
• "Juan, sé que estás un poco cansado por las muchas faenas que te
prepara tu hermano. Pero ya sabes lo que nos pide nuestro amigo Jesús: que nos
perdonemos siempre. Tú puedes seguirle perdonando siempre; pero si él no hace
ningún esfuerzo por cambiar, es evidente que quizás no se merezca poder jugar
contigo, porque a lo mejor sigue intentando fastidiarte. Así que podrás
decirle: "Te perdono, pero si no me prometes que vas a dejar de
fastidiarme, no podré jugar contigo". Y nosotros trabajaremos con él para
que se dé cuenta de que debe esforzarse en tratarte bien, con respeto y cariño.
¿Vale?"
Revista
“Catequistas” nº 187, Marzo 2008