1.
La pregunta.
Patricia
tiene siete años y acompaña habitualmente a sus padres a la celebración eucarística
dominical. La tarea se facilita por el hecho de que allí se encuentra con algunos
de sus amigos, y que después de la Misa puede jugar con ellos durante un buen rato.
Además, en su parroquia se cuida la celebración de la eucaristía familiar de forma
que los niños puedan sentirse a gusto. Sin embargo, sus padres no pueden evitar
que, en algunas ocasiones, Patricia se resista a acompañarles: "¿Por qué tenemos que ir a Misa todos los
domingos?"
2.
Las pistas.
2.1.
Vivir la Eucaristía.
•
La celebración eucarística no es un momento puntual en la vida de las familias cristianas.
La Eucaristía, la entrega amorosa de Dios por todos los hombres en Jesús, es la
fuente de donde brota la vida cristiana, la reflexión, la entrega, el diálogo
y la alegría en la vida familiar. Con la Eucaristía se teje: la oración al acostarse,
la lectura bíblica, la bendición de la mesa o el diálogo sobre las situaciones
cotidianas, la vida vivida ordinaria, la propuesta de Jesús. Todas estas acciones
son oportunidades para esa vivencia continua de la Eucaristía en familia.
2.2.
Celebrar la vida.
•
Se deben realizar todos los esfuerzos necesarios para que cada celebración eucarística,
particularmente donde hay participación de los niños, refleje directamente la riqueza
de la vida, y se realice de una manera cercana y comprensible para ellos. Es la
vida la que se lleva a cada Eucaristía para ser ofrecida a Dios, y para ser santificada
por Él. Si la celebración eucarística no ha hablado de la vida, probablemente no
ha hablado de nada. De la Eucaristía nos brota Vida para llenar de novedad nuestra
vida.
2.3.
Ofrecer sentido más que obligar a estar.
•
Los niños pueden experimentar cierta dificultad para vivir en profundidad la Eucaristía,
tanto por sus propias limitaciones como por el rito litúrgico. Ante esta dificultad,
hay que educar al niño en la coherencia de agradecer a Dios el amor que nos tiene.
Deberíamos participar en hacer más viva la celebración, en la preparación de las
mismas (lecturas, símbolos, canciones... ). Los niños valoran muy positivamente
la presencia activa de los padres en la celebración.
•
Conviene guardar un equilibrio con nuestro hijo o hija entre estimularle en la
participación en la celebración y facilitarle la misma. Por ejemplo, permitir
que los niños tengan un rato de descanso y encuentro en algún local de la parroquia
tras la liturgia de la Palabra, e ir aumentando poco a poco el tiempo de permanencia
según aumente su capacidad de comprensión; los antiguos catecúmenos compartían
con el resto de la comunidad la liturgia de la Palabra sin participar en la celebración
completa hasta el momento en que recibían los sacramentos de la iniciación (Bautismo,
Confirmación y Eucaristía).
3.
La respuesta.
•
"Dios nos ama, y está pendiente de nosotros
en todo momento, Patricia. No tiene que costarnos mucho ir a pasar un ratito junto
a Él con todos los que le quieren, y darle las gracias por todo lo que hace por
nosotros. Además, en la Misa escuchamos todos juntos la Palabra de Dios, lo que
Dios nos dice y quiere de nosotros, y eso nos ayuda mucho a vivir como Él quiere
que lo hagamos. Si te parece, hoy escucharemos con atención lo que dice la Biblia
y lo que explique el sacerdote en la homilía, y lo comentaremos después, a ver
qué nos ha parecido y qué nos ha enseñado sobre Dios".
No
podemos pretender que los niños entiendan la Misa. Como no entienden muchas cosas
de la vida, comenzando por el amor que sus padres les tienen. Decimos: ¡Ya lo entenderán!
Y seguimos amando. Pero hay cosas en la vida que se realizan no porque se entienden,
sino porque haciéndolas se llegarán a entender.
Revista
“Catequistas” nº 185, Enero 2008