domingo, 12 de agosto de 2012

¿Por qué tenemos que ir a Misa todos los domingos?


1. La pregunta.
Patricia tiene siete años y acompaña habitualmente a sus padres a la ce­lebración eucarísti­ca dominical. La tarea se facilita por el hecho de que allí se encuentra con algunos de sus amigos, y que después de la Mi­sa puede jugar con ellos durante un buen rato. Además, en su pa­rroquia se cuida la celebración de la eucaristía familiar de forma que los niños puedan sentirse a gus­to. Sin embargo, sus padres no pue­den evitar que, en algunas ocasio­nes, Patricia se resista a acompañarles: "¿Por qué tenemos que ir a Misa todos los domingos?"

2. Las pistas.
2.1. Vivir la Eucaristía.
• La celebración eucarística no es un momento puntual en la vida de las familias cristianas. La Eucaris­tía, la entrega amorosa de Dios por todos los hombres en Jesús, es la fuente de donde brota la vida cris­tiana, la reflexión, la entrega, el diá­logo y la alegría en la vida familiar. Con la Eucaristía se teje: la oración al acostarse, la lectura bíblica, la ben­dición de la mesa o el diálogo sobre las situaciones cotidianas, la vi­da vivida ordinaria, la propuesta de Jesús. Todas estas acciones son oportunidades para esa vivencia con­tinua de la Eucaristía en familia.

2.2. Celebrar la vida.
• Se deben realizar todos los es­fuerzos necesarios para que cada celebración eucarística, particular­mente donde hay participación de los niños, refleje directamente la ri­queza de la vida, y se realice de una manera cercana y comprensible pa­ra ellos. Es la vida la que se lleva a cada Eucaristía para ser ofrecida a Dios, y para ser santificada por Él. Si la celebración eucarística no ha hablado de la vida, probablemente no ha hablado de nada. De la Eu­caristía nos brota Vida para llenar de novedad nuestra vida.

2.3. Ofrecer sentido más que obligar a estar.
• Los niños pueden experimentar cierta dificultad para vivir en pro­fundidad la Eucaristía, tanto por sus propias limitaciones como por el rito litúrgico. Ante esta dificultad, hay que educar al niño en la co­herencia de agradecer a Dios el amor que nos tiene. Deberíamos parti­cipar en hacer más viva la celebra­ción, en la preparación de las mis­mas (lecturas, símbolos, cancio­nes... ). Los niños valoran muy po­sitivamente la presencia activa de los padres en la celebración.
• Conviene guardar un equilibrio con nuestro hijo o hija entre estimular­le en la participación en la celebra­ción y facilitarle la misma. Por ejem­plo, permitir que los niños tengan un rato de descanso y encuentro en algún local de la parroquia tras la liturgia de la Palabra, e ir aumen­tando poco a poco el tiempo de permanencia según aumente su ca­pacidad de comprensión; los an­tiguos catecúmenos compartían con el resto de la comunidad la li­turgia de la Palabra sin participa­r en la celebración completa has­ta el momento en que recibían los sacramentos de la iniciación (Bautismo, Confirmación y Eucaristía).

3. La respuesta.
"Dios nos ama, y está pendien­te de nosotros en todo momento, Patricia. No tiene que costarnos mu­cho ir a pasar un ratito junto a Él con todos los que le quieren, y dar­le las gracias por todo lo que ha­ce por nosotros. Además, en la Mi­sa escuchamos todos juntos la Pa­labra de Dios, lo que Dios nos di­ce y quiere de nosotros, y eso nos ayuda mucho a vivir como Él quiere que lo hagamos. Si te pa­rece, hoy escucharemos con aten­ción lo que dice la Biblia y lo que explique el sacerdote en la homi­lía, y lo comentaremos después, a ver qué nos ha parecido y qué nos ha enseñado sobre Dios".
No podemos pretender que los niños entiendan la Misa. Como no entienden muchas cosas de la vida, comenzando por el amor que sus padres les tienen. Decimos: ¡Ya lo entenderán! Y seguimos amando. Pero hay cosas en la vida que se realizan no porque se entienden, sino porque haciéndolas se llegarán a entender.
Revista “Catequistas” nº 185, Enero 2008