sábado, 11 de agosto de 2012

Expresiones religiosas


Quizás con cierta frivolidad muchos creyentes han arroja­do por la ventana, como algo viejo y sin senti­do, expresiones religiosas que entraron muy dentro del pueblo cristiano. Podemos aludir a cosas tan sencillas como la señal de la cruz, las bendiciones. El antiguo catecismo decía que se debía hacer la señal de la cruz: al salir de casa, al entrar en la iglesia, al comer y el dormir. Detrás de esta enumeración de momentos hay una gran profundidad. En los momentos fundamentales del día, hacer la se­ñal de la cruz era recordar que lo que empren­díamos, lo que comenzábamos era importan­te y lo hacíamos como creyentes, con los ojos puestos en nuestro Dios. Acordarnos de Dios era la mejor manera de predisponernos a ha­cer las cosas bien, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser de cristianos.

Recuerdo la expresión de unos amigos cuando, al emprender un viaje en coche y ha­cer la señal de la cruz y una oración, uno de los miembros dijo: "Si nos la tenemos que pegar, nos la pegaremos igual, a pesar de estas co­sas religiosas". Quien así hablaba no tenía ni idea del sentido que tiene hacer la señal de la cruz o de una oración en los momentos significativos del día. Porque las expresiones reli­giosas no son "palabras mágicas", "palabras que pronuncio para ahuyentar a los espíritus malos". Orar no es magia. Orar es, en primer lugar, un acto de fe, de confianza, de acepta­ción del Padre, de sentirse en su presencia. Y en esa presencia, pase lo que pase, yo me veo solicitado para ser responsable de mi vida, de mis actos, de mis palabras. Y me veo solicita­do para aceptar y descubrir a Dios en todo lo que me ocurra.

Quizás el haber perdido el sentido verdade­ro de las expresiones religiosas o el haberlas vaciado hasta confundirlas con pura magia ha llevado al pueblo cristiano a eliminar de su vida las tradicionales y ricas expresiones religio­sas. Por otra parte, estas expresiones quedan en la memoria colectiva y se siguen realizando, desprovistas de lo más original cristiano, en mo­mentos puntuales: exámenes, partidos, entre­vistas de trabajo ... Así, velas, fórmulas de ora­ción, señales de la cruz (más bien garabatos, como los que vemos en los partidos de fútbol a algunos deportistas), miradas al cielo ... son "restos" de unas expresiones religiosas que han perdido la fuerza original de su significado y si­guen presentes como "expresiones mágicas", es decir, acciones que si se realizan nos predisponen para que las cosas nos salgan según nosotros deseamos. Dígase lo mismo de ob­jetos religiosos como medallas, rosarios, es­capularios... Se han convertido en adornos que "usados de manera moderna" pretenden ridi­culizar, muchas veces, a quienes los llevan con verdadero sentido religioso, no mágico.

Quedarnos sin expresiones religiosas a lo largo del día es un empobrecimiento. Como lo es quedarnos sin el saludo, el beso, la pa­labra, el abrazo, la mirada, el ir de la mano o del brazo del otro... Cuando dejamos a un la­do los gestos de cariño nos comenzamos a preguntar si nos queda cariño. Porque lo esencial hay que manifestarlo, hay que refle­jarlo, hay que decirlo no sólo con palabras, si­no también con gestos. Apliquemos esto a la dimensión religiosa. En este sentido es im­portante redescubrir el significado de expre­siones religiosas cotidianas:
* La oración de la mañana y de la tarde. Expresión creyente de quien recibe o cierra el día como don en la presencia del Dios de la vida, expresión de quien comienza y termina el día "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
* La oración antes de comer, sobre todo, antes de la co­mida principal del día cuando está toda la familia reuni­da (muchas veces es la cena, los días laborables). Comer es una acción no sólo biológica, sino de comunión con los demás, de compartir, de alimentarnos de la palabra y vida de los otros, de las cosas que el otro ha hecho a lo largo de la jornada. Entender así una comida es muy diferente de coger cada uno su bandeja y ponerse a comer y cenar en silencio, mirando a la televisión, más in­teresados por los otros que por los cercanos.
* Minuto de silencio ame el "rincón sagrado" del hogar. Son muchos los hogares que van dedicando un "espacio sa­grado" dentro del hogar. Una vela, la Biblia, el agua ben­dita, los libros religiosos, algún objeto significativo religio­so adornan y distinguen el "espacio sagrado" que la fami­lia se reserva. Allí se reúne para orar, o para hacer silencio, o para callar y dejar que Dios nos hable. Es un espacio di­ferente donde no se juega. Hay madres y abuelas que es­tán logrando cosas importantes en este sentido.
* El momento final del día. El beso que los padres dan a los suyos con la palabra religiosa que les dicen. Ese quedarse uno solo y con su soledad para echar un vista­zo al día, para pedir perdón, para orar; para...
* Momentos significativos a lo largo del día. Al pasar por una iglesia, al comenzar un trabajo que exige más em­peño, la palabra escuchada a alguien, la conversación que me hace pensar, los gestos que me llaman la aten­ción porque son expresión de solidaridad (o de egoísmo supino), etc. son otras tantas ocasiones para elevar el co­razón y la mirada hacia el cielo...

Como ves, hay mucho que hacer en este sentido porque da la impresión de que nos hemos quedado sin expresiones religiosas...
 Revista “Catequistas” nº 164, Abril 2005