Quizás con cierta frivolidad muchos creyentes han arrojado por
la ventana, como algo viejo y sin sentido, expresiones religiosas que entraron
muy dentro del pueblo cristiano. Podemos aludir a cosas tan sencillas como la señal
de la cruz, las bendiciones. El antiguo catecismo decía que se debía hacer la señal
de la cruz: al salir de casa, al entrar en la iglesia, al comer y el dormir. Detrás
de esta enumeración de momentos hay una gran profundidad. En los momentos fundamentales
del día, hacer la señal de la cruz era recordar que lo que emprendíamos, lo que
comenzábamos era importante y lo hacíamos como creyentes, con los ojos puestos
en nuestro Dios. Acordarnos de Dios era la mejor manera de predisponernos a hacer
las cosas bien, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser de cristianos.
Recuerdo la expresión de unos amigos cuando, al emprender un viaje
en coche y hacer la señal de la cruz y una oración, uno de los miembros dijo: "Si nos la tenemos que pegar, nos la pegaremos
igual, a pesar de estas cosas religiosas". Quien así hablaba no tenía
ni idea del sentido que tiene hacer la señal de la cruz o de una oración en los
momentos significativos del día. Porque las expresiones religiosas no son "palabras mágicas", "palabras que pronuncio para ahuyentar a
los espíritus malos". Orar no es magia. Orar es, en primer lugar, un acto
de fe, de confianza, de aceptación del Padre, de sentirse en su presencia. Y en
esa presencia, pase lo que pase, yo me veo solicitado para ser responsable de mi
vida, de mis actos, de mis palabras. Y me veo solicitado para aceptar y descubrir
a Dios en todo lo que me ocurra.
Quizás el haber perdido el sentido verdadero de las expresiones
religiosas o el haberlas vaciado hasta confundirlas con pura magia ha llevado al
pueblo cristiano a eliminar de su vida las tradicionales y ricas expresiones religiosas.
Por otra parte, estas expresiones quedan en la memoria colectiva y se siguen realizando,
desprovistas de lo más original cristiano, en momentos puntuales: exámenes, partidos,
entrevistas de trabajo ... Así, velas, fórmulas de oración, señales de la cruz
(más bien garabatos, como los que vemos en los partidos de fútbol a algunos deportistas),
miradas al cielo ... son "restos" de unas expresiones religiosas que han
perdido la fuerza original de su significado y siguen presentes como "expresiones
mágicas", es decir, acciones que si se realizan nos predisponen para que las
cosas nos salgan según nosotros deseamos. Dígase lo mismo de objetos religiosos
como medallas, rosarios, escapularios... Se han convertido en adornos que "usados de manera moderna" pretenden
ridiculizar, muchas veces, a quienes los llevan con verdadero sentido religioso,
no mágico.
Quedarnos sin expresiones religiosas a lo largo del día es un empobrecimiento.
Como lo es quedarnos sin el saludo, el beso, la palabra, el abrazo, la mirada,
el ir de la mano o del brazo del otro... Cuando dejamos a un lado los gestos de
cariño nos comenzamos a preguntar si nos queda cariño. Porque lo esencial hay que
manifestarlo, hay que reflejarlo, hay que decirlo no sólo con palabras, sino también
con gestos. Apliquemos esto a la dimensión religiosa. En este sentido es importante
redescubrir el significado de expresiones religiosas cotidianas:
* La oración de la mañana y de la tarde. Expresión creyente de quien
recibe o cierra el día como don en la presencia del Dios de la vida, expresión de
quien comienza y termina el día "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo".
* La oración antes de comer, sobre todo, antes de la comida principal
del día cuando está toda la familia reunida (muchas veces es la cena, los días
laborables). Comer es una acción no sólo biológica, sino de comunión con los demás,
de compartir, de alimentarnos de la palabra y vida de los otros, de las cosas que
el otro ha hecho a lo largo de la jornada. Entender así una comida es muy diferente
de coger cada uno su bandeja y ponerse a comer y cenar en silencio, mirando a la
televisión, más interesados por los otros que por los cercanos.
* Minuto de silencio ame el "rincón sagrado" del hogar.
Son muchos los hogares que van dedicando un "espacio sagrado" dentro
del hogar. Una vela, la Biblia, el agua bendita, los libros religiosos, algún objeto
significativo religioso adornan y distinguen el "espacio sagrado" que
la familia se reserva. Allí se reúne para orar, o para hacer silencio, o para callar
y dejar que Dios nos hable. Es un espacio diferente donde no se juega. Hay madres
y abuelas que están logrando cosas importantes en este sentido.
* El momento final del día. El beso que los padres dan a los suyos
con la palabra religiosa que les dicen. Ese quedarse uno solo y con su soledad para
echar un vistazo al día, para pedir perdón, para orar; para...
* Momentos significativos a lo largo del día. Al pasar por una iglesia,
al comenzar un trabajo que exige más empeño, la palabra escuchada a alguien, la
conversación que me hace pensar, los gestos que me llaman la atención porque son
expresión de solidaridad (o de egoísmo supino), etc. son otras tantas ocasiones
para elevar el corazón y la mirada hacia el cielo...
Como ves, hay mucho que hacer en este sentido porque da la impresión
de que nos hemos quedado sin expresiones religiosas...
Revista “Catequistas” nº 164, Abril 2005