sábado, 11 de agosto de 2012

¿Puedo llevarle flores yo también?


1. La situación.
Ana tiene siete años. Está esco­larizada en un colegio "de mon­jas", y todos los años, por Mayo, ve cómo la ima­gen de María que hay a la entrada del colegio se lle­na de flores. Su madre le ha explicado que éste es el mes de Ma­ría, y la gente le lleva flores. Ana le pregunta entonces: "¿Puedo llevar­le flores yo también?"

2. Las pistas.
2.1. La primavera .
• Marzo ventoso y abril lluvioso ha­cen a mayo florido y hermoso. Así explica el refranero la explosión de vida que caracteriza la primavera: árboles en flor, hierba verde, flores de todos los colores, canto de pá­jaros ... Es una auténtica "gozada" poder darse un paseo por el cam­po en medio de este canto de vi­da de la Naturaleza. Un canto de vida que simboliza perfectamente el sentido del Tiempo Pascual, tiem­po en que se celebra la promesa de vida plena para quien se deje lle­nar por la oferta divina de Amor.

2.2. La devoción mariana.
• Si algún personaje representa la eficacia de esa oferta de vida ple­na, de salvación, es precisamente María, de la que los creyentes decimoas, repitiendo las palabras de Isa­bel: "Y bendito es el fruto de tu vien­tre, Jesús". Es la primera creyen­te, quien se dejó llenar totalmente por la promesa de Dios, y permitió que Él mismo encontrara un hue­quecito entre nosotros. Ha sido la primera en beneficiarse de la sal­vación alcanzada en la Resurrec­ción de Cristo. Por todo ello, podríamos decir que María es el per­sonaje pascual por excelencia.
• Precisamente por su capacidad de acogida y su total disponibili­dad se hizo también Madre nuestra, y nos señala claramente el ca­mino, a cada uno de nosotros, ha­cia el encuentro con Dios.
• Una reflexión teológica predomi­nantemente masculina a lo largo de la historia, ha relegado el papel de María, en muchas ocasiones, a ser símbolo del ideal de feminidad. Se han exaltado los rasgos femeninos de la maternidad-paternidad en Ma­ría, en una especie de contrapeso a la visión masculinizante de la pa­ternidad-maternidad de Dios, y se ha destacado la pureza corno su virtud fundamental. De ahí el sim­bolismo alcanzado con la ofrenda de flores a la Virgen.
• Sin embargo, la visión evangéli­ca pone el acento en la María cre­yente y totalmente abierta a la vo­luntad de Dios. Una María a la que las ofrendas florales aportan po­co si no van acompañadas de una entrega generosa del corazón cre­yente de quien hace la ofrenda.

3. La respuesta.
"Ana, las flores son muy bonitas, y es hermoso regalarlas. iFíjate, yo misma me alegré mucho cuando me las regalaste el día de la madre! De hecho, María, que fue la madre de Jesús, se sigue preocupando mu­cho por nosotros, y seguro que le gustará que le lleves las flores. Pe­ro es muy fácil comprar unas flo­res, o recogerlas en el campo, y lIe­várselas a la Virgen, sin más. Yo creo que a ella le gustaría más, como bue­na madre que es, que, además de llevarle flores, con cada flor le llevaras un pequeño regalito. Pero re­galitos de tu propia vida: ayudar en casa, no regañar con los hermani­tos, dejar jugar a todos en el cole, hablar con Davidia, la niña que ha­ce poco llegó al cole y que decís que no sabe hablar bien ... Todas estas cosas harán muy feliz a Ma­ría, que sentirá que le estás ofre­ciendo un pequeño tesoro junto a cada flor. iVamos a hacer una co­sa! Esta tarde saldremos al campo y recogeremos las flores más bo­nitas que veamos. Y, después, aquí juntos, escogeremos las flores que más nos gusten, y a cada una le ataremos, en un cartelito, algo que nos comprometamos a hacer. Lue­go, le pediremos juntos que nos ayu­de a vivir como quiere su hijo Jesús. Y mañana le llevas tu ramo a la Virgen. ¿Te parece?"
Revista “Catequistas” nº 189, Mayo 2008