Yo rezo
de forma muy sencilla. Llevo a la presencia de Dios todo lo que se me ocurre,
todo lo que debe hacer, lo que me preocupa, también lo que me alegra y, sobre
todo, a los hombres en quienes pienso. Hablo con Dios de forma totalmente
normal, para nada piadosa. En la oración siento que alguien me impulsa y
sostiene, aun cuando veo muchos problemas, también las debilidades en la
Iglesia. Cuando hago oración, veo luz. Mi esperanza se hace más fuerte, al
igual que mi fuerza para hacer cosas. La confianza crece. El que tiene deseo de
orar está muy cerca de Dios.
Carlo M. Martini