El amor de Dios es muy resistente: no se colapsa tan rápido. El amor de
Dios lo soporta todo, mientras que el amor entre los hombres fracasa a veces
por nuestros límites. Dios no busca su ventaja. El amor de Dios no tiene
segundas intenciones ni objetivo utilitario alguno. Los hombres pueden querer a
alguien sólo por ser joven y bello, quieren en una persona sólo la juventud. En
cambio,, el amor de Dios es puro e incondicional. Es más fuerte y es gratuito.
No se deja desconcertar por las debilidades y faltas de los hombres: por el
contrario, justamente en la debilidad, cuando se lo necesita especialmente, se
siente de forma muy especial el amor de Dios. En los hombres es a menudo a la inversa.
Con frecuencia toman las debilidades del otro como ocasión para apartarse de
él. Dios diría: tienes tantas debilidades: creo que me necesitas especialmente
y, por tanto, te amo de forma especial.
Carlo M. Martini