lunes, 5 de noviembre de 2012

Experiencias de revividos



Siempre que hablo sobre el “más allá” de la muerte suelo encontrarme con algún oyente que dice o bien haber experimentado él mismo o, más frecuentemente aún, haber oído contar a otro, la experiencia de haber muerto, y haber encontrado, en este supuesto estado de muerte, una sensación de paz, y luego haber vuelto. Una experiencia así quizás pueda servir como prueba de que, en algunos casos al menos, la experiencia del morir no es tan desasosegante como pudiéramos pensar. Pero lo que de ahí no puede deducirse de ningún modo es la existencia de un “más allá” de la muerte.
                Se trata de experiencias de revividos (pacientes que han creído morir y luego “han vuelto”, pero en realidad nunca “se han ido”). Por eso, tales experiencias no prueban nada sobre el “más allá” porque ninguno de estos pacientes lo ha visto. Si por muerte se entiende la pérdida irreversible de todas las funciones vitales (nótese bien: irreversible), un situación en la que es imposible la reanimación del cuerpo, resulta que esos que dicen haber muerto y haber vuelto, en realidad nunca han muerto. Han experimentado quizás “el morir” (el proceso que lleva a la muerte), han experimentado la pérdida de alguna función vital (es bien sabido que la muerte no acontece de repente, sino que los diversos órganos van muriendo sucesivamente, quizás en un mínimo lapso de tiempo; por eso es posible reanimar el corazón, una vez parado), pero no han experimentado la muerte.
                Se trata de experiencias de una determinada fase de la vida, del lapso de tiempo que media entre la muerte clínica y la muerte biológica. Son experiencias de gente que ha estado cerca de la muerte, que ha creído morir, pero que al fin no murieron. Sus experiencias no prueban absolutamente nada sobre el “más allá”. La esperanza cristiana, precisamente en aras de su seriedad y credibilidad, no puede ni debe buscar ahí ningún apoyo. Debe respetar a quienes han pasado por una situación así, pero también debe esforzarse por aclarar esta situación y no sacar de ella lo que en ella no hay.