La oración no es la mera recitación mecánica de unas palabras que
aprendimos de pequeños, es tiempo de diálogo amoroso con quien tanto nos quiere. Son conversaciones íntimas donde el
Señor nos anima, nos conforta, nos perdona, nos ayuda a poner orden en nuestra
vida, nos sugiere en qué podemos ayudar a los demás, nos llena de ánimos y
alegría de vivir.