Cada uno
de nosotros somos absolutamente únicos e irrepetibles. No ha existido jamás
nadie idéntico a mí ni existirá nunca. Es cierto que hay personas que tienen
cierto parecido exterior pero lo cierto es que ni siquiera los gemelos son
idénticos, cada uno de ellos es absolutamente diferente al otro.
Sin
embargo, no siempre es fácil ser uno mismo, es decir, sentir, pensar o actuar
como nos gustaría. Es más, más allá de gustos, se trata de ser sinceros con
nosotros mismos: queremos poder ser nosotros mismos en cada momento. Pero lo
cierto es que hay muchos factores que lo hacen difícil. El primer obstáculo lo
encontramos en nosotros mismos: a pesar de querer actuar o ser de una determinada
manera, no lo conseguimos porque albergamos miedos o porque nos son más fáciles
otras opciones. Y, como segundo obstáculo, debemos citar nuestro entorno,
aquellas circunstancias y personas que nos rodean.
Ser uno
mismo exige esfuerzo. En primer lugar exige renunciar a lo fácil, lo cómodo. Lo
vamos a ver con un ejemplo. Es fácil quedarse tirado en el sofá jugando en el
pc. Evidentemente, es necesaria la diversión pero se puede convertir en un peligro cuando nos
lleva a olvidarnos de otras facetas de nuestra existencia que también son
importantes como por ejemplo la relación con nuestros familiares y amigos, o la
práctica de deporte o el cultivo de nuestra mente echando mano de un libro
instructivo… En segundo lugar exige limitar la influencia “de nuestro entorno”,
de las circunstancias en las que vivimos y de las personas con las que nos
relacionamos. Lo fácil es ser como los demás quieren, o de tal forma que las
circunstancias nos sean beneficiosas… incluso si es necesario faltar a la
verdad. Vamos a poner otro ejemplo. Es fácil tener “amigos” cuando decimos lo
que los demás quieren escuchar.
¿Quién o
qué nos puede ayudar a ser nosotros mismos? Nos ayudan a ser nosotros mismos
las personas que nos respetan, que no se imponen a nuestra forma de pensar, de
sentir o de actuar. Son las personas que saben de la importancia que tiene la
libertad y la respetan. Son las personas que nos quieren y para las que lo más
importante es que seamos felices. Estar con personas así, abrirnos a ellas,
compartir nuestra vida con estas personas, tener en cuenta sus consejos, su
forma de ver la vida… nos ayuda a ser nosotros mismos.
Y,
llegados a este punto, la pregunta clave es: “¿existen personas así?”.
Efectivamente, no es fácil encontrar personas así. No pensemos que nos vamos a
encontrar a cientos. No. Pero existen. Quizás no tenemos que ir muy lejos para
encontrarlas: si las buscamos en nuestra familia seguro que las encontramos, y
en nuestro grupo de amigos, o… en circunstancias que la vida nos va regalando.
Pero, sin duda alguna, la persona que más nos ayuda a ser nosotros mismos es
Dios, porque Él es el que más nos quiere. Él nos ha creado porque nos quiere y
porque quiere que seamos felices. Para que tuviéramos noticias de su gran amor
se hizo uno como nosotros naciendo de la Virgen María. Jesús de Nazaret es el
Hijo de Dios que, con sus enseñanzas, nos quiere ayudar a ser nosotros mismos.
El Evangelio, la vida de Jesús, son los consejos que nos da Dios, la persona
que más nos quiere.