Son bastantes las personas que "asisten" a misa sin
saber exactamente como vivir cada momento de la celebración. Sin embargo, sólo
esta participación personal puede hacer de cada Eucaristía una experiencia
viva, capaz de alimentar la vida del creyente.
El canto de entrada y el saludo del sacerdote
nos ayuda a "entrar" en el clima de la celebración. Atrás queda una
semana de trabajos y preocupaciones. Ahora me encuentro junto a otros creyentes
como yo. Juntos vamos a vivir esa experiencia que nos desea el que preside. Quiero
acoger la gracia de Cristo, recordar el amor del Padre y sentirme
unido a los demás por la comunión del Espíritu Santo.
Entramos ahora en el rito penitencial. Unos breves momentos para
recordar que también a lo largo de esta semana he sido egoísta y mediocre. "Señor, ten piedad".
Me acerco a Ti buscando tu gracia y tu perdón.
La Liturgia de la Palabra es el momento de
sentarme para escuchar la Palabra de Dios.
Todos los días veo la
televisión, escucho la radio, leo los periódicos y hablo con la gente. Pero
necesito escuchar algo diferente. ¿Qué me quiere decir Dios? Llega la lectura del Evangelio. Me pongo de pie. Quiero estar
atento a las palabras de Jesús. Me pueden ayudar a vivir la próxima semana de
forma más humana y esperanzada. Eso es lo que intenta, también, la homilía, las palabras del
sacerdote: "Aplicar la Palabra de
Dios a nuestra vida y, darle un sentido transmitiéndola con la luz del Espíritu
de Jesús".
Después de escuchar la
Palabra de Dios, y su actualización, recitamos el Credo. Es un gesto importante de la comunidad creyente.
Todos los domingos, puestos de pie, confesamos nuestra fe. También yo. No puedo
detenerme en cada frase, pero quiero sentirme creyente, a pesar de mis dudas y
de mi debilidad. "Creo Señor,
pero ayuda mí poca fe".
Después de la presentación de las ofrendas, comienza
la Plegaria Eucarística, el momento central de la Misa. El
sacerdote nos invita a levantar
el corazón para dar gracias a Dios. Quiero hacerlo de verdad. Es
bueno, es justo y necesario darte
gracias siempre y en todo lugar a Ti, Padre Santo y Bueno. A veces
no acierto a creer, pero no quiero que se me pase la vida sin darte gracias por
la creación, por mi vida, por Jesucristo nuestro Salvador. Es lo más grande que
puedo hacer este domingo.
Se acerca el momento
de la comunión. Quiero prepararme bien. Voy a cantar el Padre nuestro sintiéndome más
hermano de todos. Luego haré el
gesto de la paz. Quiero vivir dando mi mano a todos, buscando
siempre la unión y la paz. Sólo entonces me acercaré a comulgar. Sé que no soy
digno, pero el Señor me entiende. Necesito sentirme reconfortado y fortalecido
interiormente. Le necesito a Cristo
cerca, dentro de mí. Quiero
acogerle en mi vida.