Intentemos ahora hacernos cargo
de lo que significa decir que Jesús es el Señor. En el Antiguo Testamento, «El
Señor» era Yahvé. Sólo hay que seguir los Salmos para comprenderlo. Los judíos
sustituyeron el nombre de «Yahve» por el de «Adonai» (que quiere decir el
Señor) por respeto a Dios, ya que no se atrevían a pronunciar su nombre
directamente. Lo llamaban entonces por lo que consideraban que era su función
primordial: ser El Señor. Esto se ha de entender bien, sobre todo en estos días
en que no miramos con buenos ojos a "los señores", porque estamos convencidos
de que todos somos iguales. En la Biblia encontramos una pista para entender
esto. Se nos dice que el Dios de la tierra de Canaán, el dios de los cananeos,
era Baal. Baal es otro nombre que también quiere decir «señor», pero con otro
sentido. Dicho breve y simplemente: Baal es el amo que ordena y manda, mientras
que Adonai significa el Señor que protege. Algunas connotaciones de ambas
palabras quizá puedan superponerse, pero la connotación principal de la palabra
"Señor", es que Yahvé es el que protege. Este apelativo de «Señor»
aplicado a Jesucristo, como lo encontramos de un modo habitual en las cartas de
Pablo, expresa la función de Cristo sentado ya a la derecha del Padre. Decir
que el Cristo es El Señor es decir que Cristo, después de la resurrección, tiene
ya la soberanía que Dios le ha dado sobre toda la realidad en el cielo y en la
tierra. La experiencia de la Resurrección es que, a pesar de todo, Cristo ha
triunfado y es El Señor. Estamos en el centro de la experiencia cristiana:
realmente, contra toda apariencia, a pesar de que todo parece que sigue igual,
por más que Jesús haya predicado todo lo que predicó, y aunque la gente «como
es debido» no haga ningún caso y todo siga como antes, a pesar de todo esto,
Cristo es el Señor. La resurrección muestra que Dios no ha olvidado al pobre,
al que padece, al que muere en el momento de su máximo abandono. Dios no deja
abandonado al justo a su mala suerte. Por la resurrección, Dios a constituido
Señor a Jesús y lo ha puesto a su derecha para ser protector y salvador de los
suyos, de los que se acojan a Él. ¿Qué quiere decir estar a la derecha de Dios?
El Concilio de Nicea empleó la palabra "consubstancial", que pasó así
a este artículo del Credo. ¿Qué quiere decir? Literalmente, que Jesús es de la
misma substancia, de la misma naturaleza, de la misma categoría que Dios Padre
todopoderoso. La Biblia dice lo mismo, pero de una manera más imaginativa, más
directa, más bonita: Jesús está "sentado a la derecha del Padre",
está al mismo nivel de Dios, es igual a Dios, aunque había vivido como un pobre
hombre y aunque sus enemigos parecía que habían tenido más poder que Él. Esto
es lo que queremos decir cuando confesamos a Cristo como «Señor». Es el epíteto
preferido por San Pablo para expresar la divinidad de Jesucristo. Cuando nos
pregunten dónde se dice en el Nuevo Testamento que Jesús es Dios, podemos
aducir, entre otros pasajes, éste que dice que Jesús está sentado a la derecha
del Padre. En el Antiguo Testamento, Dios se había manifestado protegiendo a su
pueblo; ahora se nos manifiesta con esta nueva forma de protección que es
rehabilitar a su Justo, que, aunque parezca víctima y vencido por las fuerzas
del mal, no es aniquilado por ellas, sino que es resucitado de la muerte y es
declarado triunfador de las fuerzas del mal. Por eso Jesús es identificado con todo
aquello que se esperaba de Dios a lo largo del Antiguo Testamento. En este
sentido es El Señor. Por esto se nos dice también en Rm 10,9: «Si confiesas con la boca que Cristo es el Señor
y crees con el corazón que Dios le resucitó, serás salvado». Fijémonos en
el paralelismo entre dos aspectos equivalentes: con la boca se confiesa que
Cristo es el Señor; pero, cuando confesamos que Cristo es el Señor, lo que
creemos, lo que hay detrás de esta confesión, es que Dios lo resucitó, que no
le dejó morir como un desvalido, aunque lo pareciera. Está sentado a la derecha
del Padre y por eso es Señor.
Josep Vives