martes, 4 de diciembre de 2012

María Magdalena, la discípula



El episodio que tiene por protagonista a la Magdalena está dedicado al creyente singular o, mejor dicho, al no creyente que se convierte en creyente; representa al hombre, a la persona desconfiada y remisa frente al evento de la resurrección.
Los textos evangélicos no hablan casi nunca de la Resurrección en sí misma ni de su significado sino más bien de la forma en la que ciertos discípulos se percataron de lo sucedido, de algún encuentro con el  Resucitado.
El evangelista Lucas (8,1-3) da buena cuenta de que María Magdalena está presente en la vida pública de Jesús. Es la primera en ser recordada y se halla  al mismo nivel que los discípulos. No sabemos qué significa exactamente “de la que habían salido siete demonios”. Algunos exégetas suponen que se trata de demonios impuros, es decir, del ejercicio de la prostitución; otros hablan de agotamiento nervioso, de una grave forma de depresión, de pérdida del gusto por la vida, voluntad de suicidio, anorexia. En cualquier caso, se había librado de todo ello, salvada por Jesús, y le estaba muy agradecida. Sin ninguna duda, su liberación no había sido cosa de poco: ¡siete demonios son muchos! La dimensión simbólica del número evoca evidentemente un gran milagro.
Ha sido emparejada, y algunas veces incluso identificada con la pecadora de casa de Simón, una mujer que, llena de audacia, pisoteando toda forma políticamente correcta de actuar, entra en la casa sin pedir permiso, se arroja a los pies de Jesús , se los lava, se los seca con sus cabellos y después llora sobre Él. Desde luego, realiza un gesto indudablemente excesivo y extraño, incluso algo perturbador (Lc 7,37-38)
También las “Marías” de Betania han sido asimiladas a María de Magdala, porque realizaron un gesto parecido al suyo: vertieron un frasquito de aceite perfumado sobre Jesús.
Todas estas actitudes han sido puestas en relación con la figura de María de Magdala, y con toda razón. Ella también, en efecto, buscó a Jesús con una pasión inexhausta, con una perseverancia invencible, y como consecuencia es una figura que va en busca de Jesús y del Señor Resucitado.
Carlo M. Martini