miércoles, 19 de diciembre de 2012

María de Magdala



No se justifica hacer de ella una pecadora. Ciertamente llevaba su propia carga o estaba psíquicamente enferma, poseída por siete demonios, como lo expresa el lenguaje bíblico. Jesús la curó. De allí surgió una profunda relación entre ella y Jesús. La encontramos en el círculo femenino más estrecho en torno a Jesús. Ella le guarda fidelidad junto con su madre al pie de la cruz, es la primera persona que se encuentra con Jesús resucitado, Él la llama por su nombre, Miriam, y ella le responde llena de amor y respeto diciéndole “rabuni”, una expresión aún más familiar que “rabbi”, maestro. Es una relación de amor llena de belleza y fidelidad, una relación que cura y fortalece, una relación abierta que irradia al interior de la comunidad en la que María de Magdala ocupaba un lugar central después de la ascensión de Jesús al cielo.
María de Magdala es un modelo de creyente. Lo es porque ama hasta el exceso. No ama a medias, no ama en una medida razonable, sino totalmente. A través de la curación y de la amistad, Jesús le abrió los ojos del amor. María de Magdala era una mujer sensible. Existe el exceso en el bien como en el mal. María de Magdala representa el amor al que está llamado un cristiano o una cristiana de forma total e ilimitada en el bien. Ella era para Jesús un ser humano lleno de vida. Todos podemos buscar ese tipo de personas y estar agradecidos por ellas si las encontramos.
C.M. Martini