No se
justifica hacer de ella una pecadora. Ciertamente llevaba su propia carga o
estaba psíquicamente enferma, poseída por siete demonios, como lo expresa el
lenguaje bíblico. Jesús la curó. De allí surgió una profunda relación entre
ella y Jesús. La encontramos en el círculo femenino más estrecho en torno a
Jesús. Ella le guarda fidelidad junto con su madre al pie de la cruz, es la
primera persona que se encuentra con Jesús resucitado, Él la llama por su
nombre, Miriam, y ella le responde llena de amor y respeto diciéndole “rabuni”,
una expresión aún más familiar que “rabbi”, maestro. Es una relación de amor
llena de belleza y fidelidad, una relación que cura y fortalece, una relación
abierta que irradia al interior de la comunidad en la que María de Magdala
ocupaba un lugar central después de la ascensión de Jesús al cielo.
María de
Magdala es un modelo de creyente. Lo es porque ama hasta el exceso. No ama a
medias, no ama en una medida razonable, sino totalmente. A través de la
curación y de la amistad, Jesús le abrió los ojos del amor. María de Magdala
era una mujer sensible. Existe el exceso en el bien como en el mal. María de
Magdala representa el amor al que está llamado un cristiano o una cristiana de
forma total e ilimitada en el bien. Ella era para Jesús un ser humano lleno de
vida. Todos podemos buscar ese tipo de personas y estar agradecidos por ellas
si las encontramos.
C.M.
Martini