San
Lucas simpatiza con los pecadores y los oprimidos. Se empeña a favor de los
enfermos. Jesús le devuelve a la viuda de Naín la vida de su hijo, que había
muerto. Su sensibilidad por los que sufren no sorprende, puesto que era médico.
Lucas centra su atención en Jesús como salvador. Narra cómo cura y va detrás de
los perdidos. De allí extrae Lucas, el discípulo de Jesús, su seguridad
personal y su confianza cierta. Con su Evangelio y los hechos de los apóstoles
inscribe en la memoria de la Iglesia la dimensión social. La hospitalidad, la
sorpresa deparada por los no creyentes, el aprendizaje a partir de los propios
errores y la maldición de la falta de misericordia hacen de Lucas un maestro
que hoy tiene acceso a los corazones de los jóvenes.
Dios “ha
derribado a los poderosos de sus tronos y ha encumbrado a los humildes”, canta
la joven María. Quien se planta tan fuertemente a favor de los hombres
humillados tiene que criticar a los poderosos y ricos. Es aquí donde más me
asombro de Lucas. Es radical en su mensaje pero no hiere a nadie. Ensalza a los
pobres y muestra a los que poseen bienes una camino para tratar con su riqueza,
más aún, les indica cómo pueden, con esos bienes, hacer felices a otros y
llegar a ser felices ellos mismos. Todos entienden su palabra.
Lucas
simpatiza con los samaritanos, a quienes se desacreditaba como herejes. Juzga
con severidad el miedo y la cerrazón de
quienes así pensaban y presenta al samaritano misericordioso como ejemplo para
todos. El buen samaritano ve al prójimo, a quien el sacerdote ignora.
Lucas ve
hasta en el administrador deshonesto algo ejemplar. Haceos amigos con el dinero
injustamente adquirido, dice Jesús. Según Lucas, tenemos que aprender del juez
impío, de la pobre viuda y del publicano Zaqueo. Sólo Lucas nos narra cómo el
Resucitado sale al encuentro de los entristecidos discípulos en el camino de
Emaús. Jesús les presta oídos y les hace preguntas. Los jóvenes iban de camino
junto con Jesús sin saberlo. Sólo retrospectivamente reconocieron a Jesús en la
mesa.
Tal como
lo describe Lucas, Jesús está del lado de los hombres que tienen la audacia de
levantarse en contra de la injusticia. Además, Lucas ignora menos que los otros
evangelistas a las mujeres que acompañan a Jesús. Escribe cómo Jesús gana
amigos y busca compañeros de lucha. Criticar en el amor es un arte. Lucas es
capaz de criticar de tal manera que no humilla al otro, sino que lo hace más
fuerte. Él tiende un puente entre pobres y ricos, de modo que puedan
intercambiar bienes.
Carlo M.
Martini