Se pregunta Benedicto XVI:
“¿Quiénes eran los Magos?”. Analiza cuatro acepciones del término “magos”. Esa
palabra – “magos” – se aplicaba en ese momento a cuatro categorías de personas:
1) A los sacerdotes persas. 2) A hombres dotados de saberes y poderes
sobrenaturales. 3) A los brujos. 4) A los embaucadores y seductores.
Los Magos de los que habla San
Mateo parecen pertenecer al ambiente religioso y filosófico persa. Quizá eran
astrónomos. En cualquier caso, eran sabios, buscadores de la verdad y del
verdadero Dios.
La tradición de la Iglesia – así
como ha llegado al pesebre del buey y del asno leyendo Isaías 1,3 – ha llegado
a los Reyes Magos leyendo el Salmo 72,10 e Isaías 60. “Y de este modo – escribe el Papa – los hombres sabios de Oriente se
han convertido en reyes, y con ellos han entrado en el pesebre los camellos y
los dromedarios”.
¿Qué decían esos textos del
Antiguo Testamento? Que esos sabios venían desde el extremo de Occidente: “los reyes de Tarsis y de las islas le
paguen tributo” (Salmo 72,10). E Isaías dice: “Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora”
(Isaías 60,3).
Se menciona Tarsis y se sugiere
una identificación de Tarsis con Tartesos, en España, pero nada más. El Papa
señala asimismo que la tradición “ha
desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de
aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes
entonces conocidos: África, Asia y Europa”.
También se ha relacionado a los
tres reyes con las tres edades de la vida del hombre: la juventud, la edad
madura y la vejez.
Pero el mismo Joseph Ratzinger
sintetiza la enseñanza esencial: “Queda
la idea decisiva: los sabios de Oriente son un inicio, representan a la
humanidad cuando emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que
recorre toda la historia”. Y concluye: “Representan
el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la
razón humana al encuentro de Cristo”.