Revista “Catequistas” nº 121, 2000
MORAL
J. L. (Profesor de Teología
Pastoral, Director de la revisto "Misión Joven")
¿Existen
los ángeles y el
diablo? Si de una pregunta espontánea se tratara o de un
interrogante coloquial acerca del existir "como existimos nosotros"
o, incluso, como decimos de Dios que existe, la respuesta sería muy sencilla y
clara: ¡No! No existen ni los ángeles
ni el diablo, si con existencia pretendemos referirnos a seres personales como
podemos serlo nosotros o como lo es Dios. Conforme subrayamos en los artículos
precedentes, hemos sido creados por amor y para la salvación. Entre origen
-amor- y destino -salvación-, el recorrido de la vida humana se define
esencialmente por la libertad. Y es precisamente ahí donde bien podemos
afirmar que la libertad humana se vive ... entre ángeles y demonios!
En el ámbito del misterio -¡otra vez la palabreja!-
que envuelve la vida humana, la libertad puede servir para librarnos, esto es,
para hacernos personas o, por el
contrario, para esclavizarnos y deshacernos. En ese camino de libertad que
configura la vida de todos, Dios está con nosotros enviándonos toda clase de
mensajes y ayudas; pero también existen otro tipo de reclamos.
1 MÁS QUE ÁNGELES Y DEMONIOS, MISTERIO DEL BIEN Y
DEL MAL
La mayoría de las culturas de todas las épocas
hablan de "fuerzas angélicas" y "fuerzas demoníacas".
Básicamente, dicha cuestión se desarrolla al amparo de los esquemas dualistas
de explicación del universo -principio del bien y principio del mal, en
particular-. En primer lugar, pues, no se trata tanto del misterio del demonio
o de los ángeles, cuanto del misterio del bien y del mal.
Más
propiamente expresado: nos enfrentamos ante el misterio de la solidaridad en
el bien que hacemos o que nos hacen y del mal que igualmente somos capaces de
imponer o I que padecemos. Y, puesto
que no contamos con ninguna respuesta exhaustiva, fácilmente recurrimos a
potencias espirituales o a personificar el bien y el mal.
•
Ángeles o mensajeros de Dios
El
término griego "angellos" –que traducido al latín por
"angelus" conduce a nuestro vocablo "ángel"- significa, lo
mismo que el original hebreo, mensajero. Al respecto, ya san Agustín indicaba
que ángel es nombre de función y no de naturaleza.
Los ángeles, entonces, son los mensajeros que Dios
manda a los hombres. La raíz simbólica con la que se relatan sus intervenciones
es innegable. Siempre se habla de ellos para referirse a distintas actuaciones
salvíficas de Dios. Incluso sus nombres -Rafael o "Dios cura",
Miguel o "quién como Dios", Gabriel o "fuerza de Dios"-
muestran cómo esas figuras concretas, en el fondo, son una especie de recurso
literario para remitir a intervenciones divinas.
• Los malos espíritus o el "mysterium iniquitatis"
La palabra griega "daimon" o
"daimonion", de donde deriva nuestro término "demonio",
originariamente significaba potencia sobrehumana, pero pronto se tiñó de
carácter maligno entendiéndose, sobre todo, como mal espíritu o quien pone
división. En el Antiguo Testamento se destaca la figura de uno de ellos, la de
Satán o "el adversario", si traducimos el original hebreo.
Los espíritus malignos y, más en
concreto, la figura de "el adversario" desembocan en "el
diablo" o tentador -así vierte la traducción griega de la Biblia el
término "Satán"-. Ninguno de los dos Testamentos especula sobre el
asunto, pero sí se retrata simbólicamente al diablo o maligno en las raíces
del "mysterium iniquitatis" o misterio del mal que invade la creación
y llega a colocarse por encima de la voluntad personal y colectiva de los
hombres, aunque no elimine su libertad.
2 HISTORIA CRISTIANA DE ÁNGELES Y DEMONIOS
Cuando hablamos de religión,
antes de nada, hemos de entender que se trata no de una realidad divina sino de
una cuestión o tinglado humano -otra cosa muy distinta sería la fe con la que
respondemos a la revelación y amor de Dios, a cuyo servicio debe ponerse todo
cuanto organizamos con la religión-.
Pues bien, las "cosas de la
religión" abarcan desde el mundo inmediato del hombre hasta la esfera del
Dios que da el sentido último a la vida. Entre ambos mundos, existe un amplio
espacio donde se alojan infinidad de figuras mediadoras que conectan el uno con
el otro. Cuando de religiosidad popular se trata, dichas figuras tienden a
representarse con formas concretas.
• Ángeles y demonios en la Biblia
Sólo al final del Antiguo Testamento -a partir de
los siglos III y II a.C.- y por influencias iraníes y mesopotámicas se produce
un significativo desarrollo de la angelología y demonología. Pero, en
conjunto, demonios y ángeles -éstos algo más- no pintan mucho en la narración
veterotestamentaria.
El Nuevo Testamento asume espontáneamente las
creencias del tiempo en lo angélico y demoníaco: separación y funciones
contrarias de ángeles y demonios, etc. Aunque Jesús y el cristianismo
primitivo tienen las mismas ideas de sus contemporáneos, sin embargo existen
transformaciones y retraducciones decisivas.
En
primer lugar, los ángeles pierden importancia puesto que su función la cumplen
eminentemente Cristo y el Espíritu. Después, Jesús no confirma la comprensión
demoníaca y prácticas mágicas de la época, sino que subraya la soberanía de
Dios y su enviado, quien actúa con autoridad y los demonios le obedecen (cf. Mc
1,27), además de otorgar a sus discípulos el poder frente a ellos (cf. Mt 10, 1.8).
• Una historia que complica el tema
La
novedad de Jesús, por un lado, conduce a la "cristologización de lo angélico"
y, por otro, más que detenerse a construir teorías o explicaciones del mal,
empuja a luchar contra él, a desenmascarar y plantar batalla a "lo demoníaco".
La
historia de la Iglesia y la teología, no obstante, se vieron obligadas a
desarrollar teóricamente el tema. Y los jaleos se multiplicaron. Así, al
estudiar el texto de Génesis 6,1-4, que se refiere al origen de los demonios o
"hijos de Dios", la rebelión de que se habla allí se achacó a las
relaciones sexuales entre los ángeles y las mujeres. Con el tiempo surgiría
toda una "espiritualidad angelical" -encabezada por el "ángel
de la guarda" y su "dulce compañía"- continuamente azuzada por
el demonio.
3 AMOR, SALVACIÓN Y... ¡LIBERTAD ENTRE ANGELES Y
DEMONIOS!
Amor y salvación, como claves del origen y destino
del hombre, y vida en libertad, como definición fundamental del camino hasta la
meta, son las verdades esenciales con las que Dios quiere al ser humano. Fuera
de esos límites ha habido y hay no poco de invención y hasta de superstición.
Demonio
y ángeles tienen más de símbolo que de cualquier otra cosa o realidad. Respecto
al primero, por ejemplo, los últimos papas lo identifican con "el
mentiroso cósmico" (Juan Pablo II) o
con "aquel mal, que llamamos demonio" (Pablo VI). Sin embargo, el
misterio del bien y del mal al que remiten, nos obligan a considerarlos como
algo más que un símbolo. Ángeles y demonios no son realidades personales, pero
tampoco meras figuras simbólicas: los primeros, nos sirven para personalizarnos,
para hacernos personas conforme a cuanto Dios nos sugiere; los segundos,
representan la antipersona, están en ese mal que nos deshace como personas, en
esa libertad que termina convirtiéndonos en esclavos.