miércoles, 2 de mayo de 2012

Dar sorpresas


La utopía de Jesús está expresada en un texto del sermón de la llanura de Lucas que no siempre ha sido bien entendido: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian» (Lc 6,27-28).
Con esta medida de amor sin medida el cristiano anuncia que es posible otro mundo dentro de este viejo mundo de odios y de egoísmos.
Por desgracia, este fragmento del evangelio se ha entendido a veces tan al pie de la letra que se ha deformado su significado. No se trata de hacer el tonto fomentando la delincuencia (“al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames”), dejando que nos atropellen impunemente. No se trata de poner en práctica al pie de la letra las palabras de Jesús, sino de llevar a la vida de cada día la enseñanza que contienen, a saber: el discípulo de Jesús debe sorprender al prójimo con más de lo que éste espera de aquél debe dar más allá de lo exigido, debe perdonar más allá de lo soñado, debe tratar a los demás, en definitiva, con el infinito amor y comprensión con que nos tratamos a nosotros mismos; más aún, con el amor sin límite que demostró Jesús. «Amaos como yo os he amado.»
Este es el núcleo del evangelio, una utopía a la que hay que tender, una praxis en la que siempre es posible dar más, entregarse más, amar más; un camino en el que 'pasarse' es mucho mejor que no llegar.