sábado, 19 de mayo de 2012

Biblia, ¿por qué estos libros y no otros?


Marta GARCÍA FERNÁNDEZ
Revista “Catequistas” 2012, nº218
¿Qué son los libros apócrifos?
Una primera definición de libros apócrifos se hace en oposición a los li­bros canónicos. Si los libros canónicos son los que están en nuestras Biblias, los apócrifos no lo están.
Ahora bien, esta definición no dice mucho. Busquemos una un poco más exhaustiva: denominamos libros apócrifos a la literatura judía o cris­tiana referida a un personaje del AT o del NT -sea como autor o como protagonista- y escrita entre el 200 a. C y el 500 d. C
Dentro de este «los apócrifos» hay un conglomerado tremendo de textos. De los que más hemos oído hablar son de los Evangelios apócrifos, pero también existen un considera­ble número de apócrifos del AT. Por ejemplo, el Apocalipsis o el Testamen­to de Abraham, los Salmos de Salomón, el Testamento de los doce pa­triarcas, etc.
Respecto al NT, los más numerosos y conocidos son los Evangelios (El evangelio de Santiago, el de Tomás, el de Felipe, etc.). También hay He­chos como los Hechos de Pablo y Epístolas como la Correspondencia entre Pablo y Seneca.
¿Cómo y por que surge la literatura apócrifa?
Como siempre es muy arriesgado dar una respuesta general, pues peca de simple. Por eso, voy a centrarme más en los apócrifos del NT, aunque también son muchos y lo que voy a de­cir no vale para todo.
Si bien hay algún apócrifo que no muestra ninguna relación con los textos del NT -y, por tanto, es pre­sumible que no los conociera o que fuera escrito en esa misma época-, la mayor parte están conectados con los relatos bíblicos.
¿En qué sentido? En que se ve cla­ramente que nacen por una duda o cuestión que ha provocado la lectu­ra o la escucha de los mismos rela­tos bíblicos. Voy a poner un ejemplo para que nos entendamos.
Los relatos de Mateo y Lucas de la infan­cia son muy parcos y, al escucharlos, a la gente le surgirían una multitud de pregun­tas: ¿Cómo se llaman aquellos sabios de Oriente? ¿Y los padres de la Virgen Maria? ¿Cómo sería el niño Jesús de pequeño? ¿Y María?, etc.
No, no os creáis que es broma. Los nom­bres de Melchor, Gaspar y Baltasar así como el de los padres de la Virgen, Joaquín y Ana, nos vienen de ahí. Pensad que en la evan­gelización, la gente se haría miles de pre­guntas y los cristianos no tenían cada uno su Biblia.
Es más, ellos tuvieron que ingeniárselas para adaptar la Buena Noticia a la sensibilidad de cada cultura y, de este modo, hacerla atractiva. Es, por tanto, fácil que surgiera este tipo de literatura como una forma de catequesis que ayudaba a asimilar los con­tenidos más doctrinales.
Otros Evangelios se ve que nacen como una explicación de alguna cosa que no está suficientemente clara. Así el Evangelio de Bartolomé es una especie de aclaración o profundización de la identidad de este personaje cuyos datos aparecen poco nítidos en los relatos bíblicos.
¿Cuál es el motivo por el que los apócrifos no forman parte del canon?
¿Eran heréticos? No siempre. Hubo algu­nos que se rechazaron porque sí eran con­trarios a la doctrina cristiana, pero la mayoría no.
¿No eran inspirados? No tiene por qué. To­dos los libros canónicos son inspirados, pero este criterio no se puede aplicar a la inver­sa. Por ejemplo, lo que escribe el Papa, las obras de Santa Teresa o libros de los primeros siglos como el Pastor de Hermas y la Diaché se consideran inspirados pero no forman parte del canon.
Un primer criterio para que un libro sea canónico es que tiene que ser de esa época. En el caso del NT de los dos primeros siglos. Sin embargo, ya hemos visto que el Pastor de Hermas y la Didaché eran de esta época y no entraron a formar parte del canon.
Un segundo criterio es que tienen que te­ner un origen apostólico, es decir, que se atribuya directa o indirectamente a alguno de los apóstoles. También eso es compli­cado, porque algunos libros apócrifos apa­recen referidos a los apóstoles.
EI tercer criterio es que su doctrina tiene que ser conforme al credo cristiano. Ya he­mos dicho que algunos apócrifos eran heréticos, pero la mayoría no.
El cuarto es que tenían que tener un uso litúrgico. Eso es, que se leyeran en las asam­bleas cristianas. Pero también la Didaché parecía tener este uso.
Como veis la cosa no es tan fácil. Si os parece bien, intento completar la respuesta en la siguiente pregunta.
¿Cuando se organizó la Biblia tal y como la conocemos ahora?
Esta pregunta que me habéis hecho puede entenderse de otra manera, pero aquí voy a decir que fue en 1546 cuando el Conci­lio de Trento definió los libros que forman parte de la Biblia católica.
¿Por qué mi Biblia tiene más libros que otras Biblias?
Seguramente porque tu Biblia es católica y en Trento se decidió el canon de la Biblia católica. La Biblia hebrea y la de las Iglesias protestan­tes tienen otro canon. Es decir, no coincidimos del todo en los libros que pensamos han de ser normativos para nuestra fe.
Para el AT: tanto la Biblia Hebrea como la pro­testante no añaden los libros escritos en grie­go IIamados deuterocanónicos: Tobías, Judit, 1 y 2 Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc.
Para el NT: los católicos aceptan los 27 libros. Las Iglesias protestantes no consideran canónicos: Hebreos, Santiago, Judas, 2 Pedro, 2 y 3 Juan y Apocalipsis.
Como veis, la cuestión de por qué unos sí y otros no, tardo mucho en resolverse. Los criterios que antes os he expuesto fueron tenidos en cuenta, pero con el pasar de los siglos el uso litúrgico y la lectura de los textos en las asambleas era mucho más evi­dente.
Muchos libros apócrifos, con el pasar de los tiempos, se fueron dejando porque la comunidad no se veía en ellos, pues no veía expresada su fe. Quizás, porque algunos respondían a inquietudes y sensibili­dades de comunidades particulares o de la época.
EI caso es que se fueron relegando. Muestra de ello es que exis­ten muchas menos copias de estos manuscritos. Como pasa ahora, si un libro interesa se siguen haciendo ediciones, pero si se deja de comprar a los editores no les interesa hacer más.
Después de dieciséis siglos, la historia fue cribando aquellos li­bros que la Iglesia considero como normativos para su fe; y se re­legaron otros que hicieron época pero que fueron paulatinamen­te cayendo en desuso. Ahora bien, esto dicho en general, pero habría que matizar más.
¿Quedan más textos por descubrir? ¿Qué pasaría si se descubrieran?
Pues eso no lo sabemos, pero probablemente puede quedar al­guno por descubrir. Bueno no es del todo así, tenemos listas de libros. Por tanto, sabemos que existieron pero no se han encontrado todavía los manuscritos.
Además, habría que diferenciar el descubrimiento de manus­critos que son copias de los que ya tenemos del hecho de que aparecieran nuevos textos, incluso que no estuvieran en estas listas, por ejemplo otra carta de Pablo. Entonces, ¿qué pasaría?
Pues sinceramente no lo sé, pero creo que no llegaría a formar parte del canon. ¿Por qué? Porque si, como hemos dicho, un criterio es que hayan alimentado la vida de las comunidades de la Iglesia y durante veinte siglos hemos pasado sin este texto, aunque fuera de Pablo y por tanto inspirado, lo más lógico es pensar que no entraría a formar parre de la Biblia.
Canon
Canon de la Bi­blia significa los libros que la comunidad cristiana católica, en nues­tro caso, admite como normativos para la fe.