jueves, 31 de mayo de 2012

BIBLIA ,¿CÓMO HAS LLEGADO A SER ASI?


GARCÍA FERNANDEZ, M. “Catequistas” nº 219, 2012
           
¿Los Evangelios fueron escritos por otras personas?
La pregunta se puede ampliar a to­dos los libros de la Biblia. Quizás, en el caso de los Evangelios, este fe­nómeno se aprecia mucho menos que en otros libros.
Pseudónimos
En la antigüedad existía el fenóme­no de la pseudo-epigrafía, ¿Qué es esto? Pues atribuir la autoría de una obra a un personaje importante como forma de vincularse a una tradición y conferir autoridad a esta obra, Va­mos, como si yo al final del artícul­o firmara: Cervantes.
A nosotros esto nos suena a plagio. Seguramente la Ley Sinde se hubie­ra forrado en aquel momento. Sin embargo, en la antigüedad, esta concepción sobre los derechos de autor no existía como hoy la comprendemos. No era un delito que se penalizara. Es más, era una manera de vincularse a una tradición y conferir una cierta autoridad al escrito.
Por ejemplo, en el caso de las cartas Pablo se habla de epístolas paulinas y de pseudo-paulinas, como la carta a los Hebreos. ¿Cómo sabemos que Pablo no escribió esta carta? Pues por los temas que trata la epístola y por el modo de afrontarlos, muy dis­tinto a lo que habitualmente hace Pablo. También el lenguaje y el es­tilo de las frases es otro. Haced la prueba, poned un texto de Miguel de Cervantes con otro de Miguel De­libes y veréis que enseguida adivi­náis de quién es o, al menos, notáis que no tienen nada que ver.
Otra forma de detectar que es otro autor es porque reflejan contextos socio-culturales diferentes. Por ejem­plo, en las cartas a Timoteo se alu­de a una estructura y organización de la Iglesia posterior al tiempo en que vivió Pablo.
Un libro, muchos autores
Pero esto no termina aquí. Sobre todo para los libros del AT se ha de­tectado no solo que el autor no co­rresponde a quien se le atribuye, sino que dentro del mismo libro hay di­ferentes autores.
Por ejemplo, lsaías vivió en el s.VIII a.C., sin embargo, a partir del ca­pítulo 40 se habla del exilio y del rey Ciro, o sea, el s. VI a. C. Por no hablar, del cambio de estilo, lenguaje, temáticas, etc. Hoy en día la mayor parte de los estudio­sos considera que la formación del libro Isaías va del s. VIII a. C. hasta el s. IV o III a. C. ¡Imaginaos cinco siglos para escribir un libro!
En referencia a la pregunta que me habéis hecho, tenemos que diferenciar si todo el libro es de otro autor, o bien, si dentro del libro hay algún autor más. Como tantas veces he dicho, habría que ir caso por caso, pero en referencia a los Evangelios me in­clinaría por lo segundo. Esto es, en textos puntuales se puede ver otra «mano redac­cional».
Así, Juan 20,30 parece concluir el Evange­lio; sin embargo, tenemos otro capítulo más: Juan 21. La mayor parte de los estudiosos considera que este pasaje es posterior y de una «mano» distinta.
Si los autores son otros, ¿es inspirado el texto?
Como veis nos hemos metido en un buen lío. Aunque ya hablamos en su momento de la inspiración, veis que ahora vuelve a salir la cuestión porque este hecho afecta a la comprensión de la misma.
Todo el proceso redaccional está inspirado
No sólo hay que cambiar el modelo que tenemos de inspiración -esto es, pensar que Dios te sople al oído-, sino que esta inspi­ración no se reduce a una sola persona. En el caso de Isaías, se alarga por cinco siglos a las personas y comunidades que fueron dando cuerpo a esta obra y, por tanto, el Espíritu guía y acompaña todo el proceso redaccional.
Ahora bien, aquí entramos en una cuestión crucial que espero saber explicar. Vamos por pasos. Ya hemos visto que a la pregun­ta formulada arriba, habría que responder: sí, aunque haya distintos autores todo el pro­ceso de redacción está inspirado.
La comunidad también está inspirada
Ahora se trata de lo que hablamos en el nú­mero anterior. Es decir, a lo largo de los si­glos las comunidades incorporan y conser­van aquellos textos en los que ven expresada su fe, mientras que otros los olvidan o aban­donan.
En este sentido, habría que decir que no solo los autores bíblicos actúan bajo la ac­ción del Espíritu Santo sino también la co­munidad creyente. Estamos ante la misma cuestión que la del reconocimiento de Je­sús o del profeta.
¿Quién reconoce a Jesús o al profeta?
Reconoce a Jesús quien tiene el mismo es­píritu de Jesús y reconoce al profeta quien es profeta. iPues menuda respuesta!
Ya sé que no os parecerá muy convincen­te, pero si lo pensáis, veréis que tiene su ló­gica. No fue suficiente que Jesús hiciera milagros para que sus contemporáneos le reconocieran. Los mismo hechos unos los interpretan como signo de que era un blas­femo y otros como señal de que era el Hijo de Dios. Lo mismo pasa con los profetas.
Por tanto, tiene que haber un elemento que no provenga únicamente de factores exter­nos y que capacite para reconocerle. Y esto es la fe, pero una fe bien encendida. Ya me comprendéis.
Jesús, encarnándose, acepta la posibilidad de no ser reconocido. Si Él hubiera aparecido en un trono glorioso o bajando del cie­lo a la vista de todo el mundo, o bien, haciendo grandes signos y prodigios, pues seguramente hubiera sido proclamado Hijo de Dios inmediatamente, quizás por miedo y, con ello, coartando la libertad humana.
Ahora bien, presentándose como uno de tantos, no era tan fácil reconocerlo. Lo mis­mo sucede con la Escritura, expresándose con palabras humanas, la Biblia asume el riesgo de no ser tenida como Palabra de Dios y de ser malinterpretada.
En este sentido, no existen pruebas eviden­tes ni científicas que te hagan decir: sí, esto es Palabra de Dios. Esta respuesta proviene de la fe. Y, en el caso que nos incumbe, de la fe de toda una comunidad que a lo lar­go de los siglos ha ido discerniendo en qué textos sí y en qué textos no está expresada su fe y son inspirados por Dios.
¿Cuándo se formó la Biblia?
De nuevo, para responder tendríamos que ir primero, libro por libro y, luego, consi­derar la Biblia en su totalidad. En el pri­mer caso, cada libro tiene su «historia re­daccional», ya os he dicho que el libro de Isaías, prácticamente tardó cinco siglos en formarse, mientras que otros libros tarda­ron menos.
En cuanto a la Biblia en su totalidad, sabe­mos que más o menos hacia el s. III d. C. ya estaba prácticamente consolidada la es­tructura del AT, aunque todavía faltaban algunas cosas. Mientras que el proceso de gestación y formación del NT aproxima­damente fue desde la primera mitad del s. I hasta el s. II d. C.
¿Los escritores bíblicos se copiaron de alguna parte?
Más que «copiarse» habría que plantearse si se «ins­piraron» en alguna parte. Como siempre, no puedo dar una receta de cocina que sirva para todos los textos. Cada libro es cada libro. Por eso, respondo para los primeros capítulos del Génesis que, me imagino que es por donde va la pregunta.
Cuando se descubrieron las tablillas escritas en aca­dio sobre los textos de la creación y del diluvio mesopotámico, se vio que guardaban cierta afinidad con los relatos bíblicos. Dado que estos era anteriores, lo más lógico es pensar que los autores bí­blicos los conocían, se sirvieron de ellos y los refor­mularon cambiando algunas cosas y dejando otras.
Se plantea de nuevo qué entendemos por inspira­ción. Si por inspiración se entiende originalidad: que nadie antes haya dicho algo parecido, utilizar categorías totalmente nuevas e inéditas; o si se entiende, siguiendo la línea del misterio de la Encar­nación, por inspiración que los autores, bajo la acción del Espíritu, hayan acogido e incorporado la verdad de otros escritos, se hayan servido de sus categorías para vehicular la Palabra de Dios, ya que éstas eran comprensibles para sus destinatarios. Per­sonalmente me inclino más por esto último.