GARCÍA
FERNANDEZ, M. “Catequistas” nº 219, 2012
¿Los Evangelios fueron escritos por otras
personas?
La pregunta se puede ampliar a todos los libros de la Biblia. Quizás,
en el caso de los
Evangelios, este fenómeno se aprecia mucho menos que en otros libros.
Pseudónimos
En la antigüedad existía el fenómeno de la pseudo-epigrafía, ¿Qué es
esto? Pues atribuir la autoría de una obra a
un personaje importante como forma de vincularse a una tradición y conferir autoridad a esta obra, Vamos, como si yo al final del artículo
firmara: Cervantes.
A nosotros esto nos suena a plagio. Seguramente la Ley Sinde se hubiera
forrado en aquel momento. Sin embargo, en la antigüedad, esta concepción sobre los derechos de autor no existía como
hoy la comprendemos. No era un delito que se penalizara. Es más, era una manera
de vincularse a una tradición y conferir una cierta autoridad al escrito.
Por ejemplo, en el caso de las cartas Pablo se habla de epístolas
paulinas y de pseudo-paulinas,
como la carta a los Hebreos. ¿Cómo
sabemos que Pablo no escribió esta carta? Pues por los temas que trata la
epístola y por el modo de afrontarlos, muy distinto a lo que habitualmente
hace Pablo. También el lenguaje y el estilo de las frases es otro. Haced la
prueba, poned un texto de Miguel de Cervantes con otro de Miguel Delibes y
veréis que enseguida adivináis de quién es o, al menos, notáis que no tienen
nada que ver.
Otra forma de detectar que es otro autor es porque reflejan contextos
socio-culturales diferentes. Por ejemplo, en las cartas a Timoteo se alude a
una estructura y organización de la Iglesia posterior al tiempo en que vivió
Pablo.
Un libro, muchos autores
Pero esto no termina aquí. Sobre todo para los libros del AT se ha detectado
no solo que el autor no corresponde
a quien se le atribuye, sino que dentro del mismo libro hay diferentes autores.
Por ejemplo, lsaías vivió en el s.VIII a.C., sin embargo, a partir del capítulo
40 se habla del exilio y del rey Ciro, o
sea, el s. VI a. C. Por no hablar, del cambio de estilo, lenguaje, temáticas,
etc. Hoy en día la mayor parte de los estudiosos considera que la formación del libro
Isaías va del s. VIII a. C. hasta el s.
IV o III a. C. ¡Imaginaos cinco siglos para escribir
un libro!
En
referencia a la pregunta que me habéis hecho, tenemos que diferenciar si todo
el libro es de otro autor, o bien, si dentro del libro hay algún autor más. Como tantas
veces he dicho, habría que ir caso por caso, pero en referencia a los
Evangelios me inclinaría por lo segundo.
Esto es, en textos puntuales se puede ver otra «mano redaccional».
Así,
Juan 20,30 parece concluir el Evangelio; sin embargo, tenemos otro capítulo
más: Juan 21. La mayor parte de los estudiosos considera que este pasaje es
posterior y de una «mano» distinta.
Si los autores son otros, ¿es inspirado el
texto?
Como
veis nos hemos metido en un buen lío. Aunque ya hablamos en su momento de la
inspiración, veis que ahora vuelve a salir la cuestión porque este hecho afecta
a la comprensión de la misma.
Todo el proceso redaccional está inspirado
No sólo
hay que cambiar el modelo que tenemos de inspiración -esto es, pensar que Dios te
sople al oído-, sino que esta inspiración no se reduce a una sola persona. En
el caso de Isaías, se alarga por cinco siglos a las personas y comunidades que
fueron dando cuerpo a esta obra y, por
tanto, el Espíritu guía y acompaña todo el proceso redaccional.
Ahora
bien, aquí entramos en una cuestión crucial que espero saber explicar. Vamos
por pasos. Ya hemos visto que a la pregunta formulada arriba, habría que
responder: sí,
aunque haya distintos autores todo el proceso de redacción está inspirado.
La comunidad también está inspirada
Ahora se
trata de lo que hablamos en el número anterior. Es decir, a lo largo de los siglos
las comunidades incorporan y conservan aquellos textos en los que ven
expresada su fe, mientras que otros los olvidan o abandonan.
En este
sentido, habría que decir que no solo los autores bíblicos actúan bajo la acción
del Espíritu Santo sino también la comunidad creyente. Estamos ante la misma
cuestión que la del reconocimiento de Jesús o del profeta.
¿Quién reconoce a Jesús o al profeta?
Reconoce
a Jesús quien tiene el mismo espíritu de Jesús y reconoce al profeta quien es
profeta. iPues menuda respuesta!
Ya sé
que no os parecerá muy convincente, pero si lo pensáis, veréis que tiene su lógica.
No fue suficiente que Jesús hiciera milagros para que sus contemporáneos le
reconocieran. Los mismo hechos unos los interpretan como signo de que era un
blasfemo y otros como señal de que era el Hijo de Dios. Lo mismo pasa con los
profetas.
Por
tanto, tiene que haber un elemento que no provenga únicamente de factores externos
y que capacite para reconocerle. Y esto es la fe, pero una fe bien encendida. Ya me comprendéis.
Jesús,
encarnándose, acepta la posibilidad de no ser reconocido. Si Él hubiera aparecido
en un trono glorioso o bajando del cielo
a la vista de todo el mundo, o bien, haciendo grandes signos y prodigios, pues
seguramente hubiera sido proclamado Hijo de Dios inmediatamente, quizás por
miedo y, con ello, coartando la libertad humana.
Ahora
bien, presentándose como uno de tantos, no era tan fácil reconocerlo. Lo mismo
sucede con la Escritura, expresándose con palabras humanas, la Biblia asume el
riesgo de no ser tenida como Palabra de Dios y de ser malinterpretada.
En este
sentido, no existen pruebas evidentes ni científicas que te hagan decir: sí, esto es Palabra de Dios. Esta
respuesta proviene de la fe. Y, en el caso que nos incumbe, de la fe de toda
una comunidad que a lo largo de los siglos ha ido discerniendo en qué textos
sí y en qué textos no está expresada su fe y son inspirados por Dios.
¿Cuándo se formó la Biblia?
De
nuevo, para responder tendríamos que ir primero, libro por libro y, luego,
considerar la Biblia en su totalidad. En el primer caso, cada libro tiene su
«historia redaccional», ya os he dicho que el libro de Isaías, prácticamente
tardó cinco siglos en formarse, mientras que otros libros tardaron menos.
En
cuanto a la Biblia en su totalidad, sabemos que más o menos hacia el s. III d.
C. ya estaba prácticamente consolidada la estructura del AT, aunque todavía
faltaban algunas cosas. Mientras que el proceso de gestación y formación del NT
aproximadamente fue desde la primera mitad del s. I hasta el s. II d. C.
¿Los escritores bíblicos se copiaron de alguna parte?
Más que «copiarse» habría que plantearse si se «inspiraron» en alguna
parte. Como siempre, no puedo dar una receta de cocina que sirva para todos los
textos. Cada libro es cada libro. Por eso, respondo para los primeros capítulos del Génesis
que, me imagino que es por donde va la pregunta.
Cuando se descubrieron las tablillas escritas en acadio sobre los
textos de la creación y del diluvio mesopotámico, se vio que guardaban cierta
afinidad con los relatos bíblicos. Dado que estos era anteriores, lo más lógico
es pensar que los autores bíblicos los conocían, se sirvieron de ellos y los reformularon
cambiando algunas cosas y dejando otras.
Se plantea de nuevo qué entendemos por inspiración. Si por
inspiración se entiende originalidad: que nadie antes haya
dicho algo parecido, utilizar categorías totalmente nuevas e inéditas; o si se
entiende, siguiendo la línea del misterio de la Encarnación, por inspiración
que los autores, bajo la acción del Espíritu, hayan acogido e incorporado la
verdad de otros escritos, se hayan servido de sus categorías para vehicular la
Palabra de Dios, ya que éstas eran comprensibles para sus destinatarios. Personalmente me
inclino más por esto último.