jueves, 25 de octubre de 2012

¿Puede la ciencia ayudar a comprender la Biblia?



Digo bien “la Biblia” y no “la Palabra de Dios”. Porque la naturaleza también es “Palabra de Dios”. Y la gramática para entender la naturaleza la proporciona la ciencia. Ya Buenaventura y Tomás de Aquino hablaban de dos Sagradas Escrituras que Dios ha dado a los hombres: el libro de la creación y la Biblia. Benedicto XVI se ha referido al libro de la naturaleza como palabra de Dios. Por tanto, si la misma Palabra de Dios se encuentra en dos escrituras, no puede haber contradicción entre ellas. Una puede ayudar a comprender la otra.
            La Biblia (término plural: “libros”) está escrita por autores humanos. Cada autor tiene su propio estilo y sus presupuestos culturales. Un texto se entiende cuando se tienen en cuenta estos condicionantes. Una novela no puede tomarse como relato histórico, ni entender como narración exacta de acontecimientos lo que está escrito en lenguaje poético, simbólico, o en forma de oración. No tener en cuenta estos principios ha supuesto muchos falsos conflictos entre fe y ciencia a la hora de interpretar los textos del Génesis sobre la creación del mundo y del ser humano. Es bueno recordar que Galileo, en su conflicto con el Santo Oficio, hizo notar el doble lenguaje de la ciencia y de la Biblia, un lenguaje no siempre coincidente y no fácilmente traducible desde la ciencia a la biblia y a la inversa.
            Los datos científicos no contradicen la Biblia. Pero sí que, en ocasiones, contradicen interpretaciones y lecturas teológicas de algunos pasajes bíblicos. Por tanto, los datos científicos pueden ayudar a entender mejor la Biblia, buscando una interpretación de la misma que no sea contradictoria con estos datos. Más aún, puesto que los autores bíblicos (por ejemplo los redactores del Génesis) estaban imbuidos, a su pesar, de una cosmología ya superada, la ciencia permite comprender mejor el texto bíblico, en la medida en que consigue determinar el estado de conocimientos habidos en el momento en que se escribió el texto. Así la ciencia ayuda a distinguir lo propio de la afirmación de fe y lo que es un ropaje que no tiene valor absoluto. Juan Pablo II reconoció, en distintas intervenciones, que para declarar que el mundo ha sido creado por Dios, la Biblia se expresa en los términos de la cosmología del tiempo del escritor y, por tanto, no avala de ningún modo una cosmología caduca.
            Finalmente, importa notar que la verdad no se limita a la exactitud de las mediciones científicas. Es de otro orden. Por esto, aunque el texto bíblico repose sobre una información científica superada, no pierde su verdad antropológica y teológica. Sigue siendo un texto revelado.
Martín Gelabert Ballester