Las fuentes religiosas de los cuatro Evangelios, Mateo, Marcos, Lucas y
Juan, son la tradición oral de la Iglesia primitiva cristiana que nace el día
de Pentecostés, el primitivo libro, llamado Logias, escrito en arameo y
atribuido a Mateo que recoge los discursos de Jesús, y los datos propios
que aporta cada evangelista.
La tradición oral era, entonces, el medio popular de recoger y trasmitir
los hechos y dichos de un personaje a los demás. Los alumnos rabínicos que los
escuchaban a sus maestros, los trasmitían de memoria y de palabra a los demás
sin escribir nada. De esta manera, oralmente los apóstoles, santa María y sus
familiares transmiten los dichos y hechos de Jesús de Nazaret a los demás
fieles cristianos de la primitiva Iglesia que los citados Evangelios recogerán
por escrito.
La tradición primitiva oral evangélica comprende un tiempo de veinte a
treinta años, que va desde la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles
hasta la redacción escrita de los Evangelios. Papías, obispo de Frigia, hacía
el año 130, confesaba, que prefería la tradición oral al contenido de los
escritos. Séneca ponía la palabra viva por encima de la palabra escrita. De
este modo, el libro judío Talmud y el islamista Corán es producto
de la tradición oral.
El actual Evangelio de Mateo, escrito en griego, sobre el año 64, para los
cristianos de Palestina, recoge los discursos de Jesús, llamados Logias,
la tradición oral de la Iglesia primitiva de Jerusalén e inserta determinados
relatos del Evangelio de Marcos. Su finalidad es demostrar que Jesús de Nazaret
es el Cristo (Mesías), hijo de David. Fue el más usado, utilizado y citado por
la Iglesia a lo largo de su historia.
El Evangelio de Marcos, escrito en griego, entre los años 55 al 62, está
dirigido a la Iglesia Romana. Recoge los testimonios evangélicos del apóstol
Simón Pedro, del que era discípulo suyo, y la tradición oral de la Iglesia
primitiva. Su finalidad es probar que Jesús es el Hijo de Dios. Es el más
firme, más preciso, más antiguo, más original de todos los Evangelios.
El Evangelio de Lucas está pensado y escrito en griego, en el año 63, fuera
de Palestina. Relata lo que oyó decir a los familiares de Jesús, a Juana esposa
de Cuza, intendente de la casa de Herodes Antipas, y a Pablo de Tarso, del que
era discípulo. Su finalidad es esclarecer que Jesús es el Mesías, el Hijo de
Dios y Salvador del mundo. Es el más completo y ordenado, aunque no el más
auténtico.
Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas se llaman sinópticos porque tienen
partes comunes y partes diferentes siguiendo el mismo orden de exposición y
esquema general. Los tres nos relatan mayoritariamente la actividad de Jesús de
Nazaret en Galilea y nos dan a conocer sus discursos, dichos y parábolas sobre
el Reino de Dios, sus muchos milagros y sus muchas discusiones y polémicas con
los fariseos y escribas.
El Evangelio de Juan, escrito en griego, entre los años 96 al 104, en
Éfeso, fue para dar respuesta a los ambientes filosóficos helenistas que
negaban la divinidad de Jesús Nazaret. En su divino Prólogo nos revela su
naturaleza eterna y su persona divina, llamada el Verbo de Dios. Sigue un orden
y esquema distinto a los sipnóticos relatando primordialmente la actividad de
Jesús de Nazaret en Jerusalén. Narra hechos y dichos que no aparecen en los
sinópticos, tales como son, el milagro de las Bodas de Caná de Galilea y el
relato del pan de vida, el episodio de María Magdalena, la resurrección de
Lázaro, los coloquios con la Samaritana y con Nicodemo y las alegorías del buen
pastor, de la vid, de la puerta y del luz en lugar de las parábolas de los
sinópticos. Anteriormente, Juan ya habido escrito el Apocalipsis, entre
los años 92 al 96, y un poco más tarde, sus tres cartas apostólicas.
Los cuatro dichos Evangelios no son biografías porque muchos hechos y
dichos narrados de la vida y de la actividad de Jesús de Nazaret carecen de
fecha cronológica y de lugar topográfico, sino que son semblanzas suyas. Sus
autores tomaron las partes comunes de la tradición oral cristiana de la primera
comunidad de Jerusalén, y añadieron a ella las partes propias. Según ciertos
escritores liberales fueron redactados por personajes de la comunidad
cristiana, en el siglo II, poniéndole los nombres de dichos evangelistas.
Lo más importante de Mateo son sus discursos, de Marcos, sus relatos, de
Lucas, sus numerosos datos que proporciona de la infancia de Jesús, y de Juan,
su prólogo divino, su discurso sobre el pan de vida eterna, la resurrección de
Lázaro y los datos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.
Las fuentes profanas sobre la vida y pensamiento de Jesús son escasísimas,
de segunda mano, sin apenas importancia. Hacen breves alusiones a la existencia
de cristianos seguidores de Jesús. Fundamentalmente, son las Antigüedades de
Flavio Josefo, obra escrita entre los años 93 al 94 d. C., una Carta de Plinio,
el Joven, a Trajano, del año 112 d. C., los Anales de Tácito, del año 117, y el
Talmud, conjunto de explicaciones judías, llevadas a cabo por Rabbí Yeundá, en
el siglo IV d. C.
José Barros Guede