¿Necesita el universo una explicación fuera de sí mismo, si ya tiene
sus leyes físicas que incluso permiten pensar en la «auto-creación»?
Cuando se habla de «explicación»
hay que precisar bien qué es lo que queremos explicar, porque, para un mismo
hecho, puede haber diferentes niveles de descripción. Así, por ejemplo, la
explicación de que Messi caiga al suelo en un partido de fútbol es variada: se
debe a la fuerza de la gravedad, a que ha tropezado con un obstáculo en el
terreno de juego, a la zancadilla de otro jugador o a su propia intención de
engañar al árbitro para que pite una falta.
El universo tiene explicaciones
naturales, que son las que investiga la ciencia. Se trata de comprender cómo, a
partir de procesos físicos muy básicos, el universo es tal y como lo conocemos
(con galaxias, estrellas, planetas y vida).Hoy por hoy, el modelo más
comúnmente aceptado para este tipo de explicaciones es la teoría del Big Bang,
que dice que el universo comenzó hace unos 13.700 millones de años.
El modelo del Big Bang es el que
mejor se ajusta a los datos experimentales de que disponemos. Sin embargo, hay
otros modelos teóricos pero no tienen, en la actualidad, ningún apoyo
experimental. Por eso el Big Bang sigue siendo el modelo más seguido por los
científicos.
Todas estas son explicaciones
físicas o naturales del universo. Lo explican a partir de una serie de
transformaciones naturales (desde una realidad que evoluciona a otra). Sin
embargo, dichas explicaciones no logran responder a una pregunta más radical que
podemos hacernos: ¿Por qué existe algo en vez de no existir nada? Si
pretendemos contestar a esta pregunta recurriendo a las leyes naturales no
encontraríamos una respuesta. El universo necesita una explicación «fuera» de
sí mismo no en cuanto a las leyes físicas, sino para responder a esa pregunta
radical. La razón última de la existencia del universo la estudian la filosofía
y la teología. Siguiendo el camino racional propio de estos saberes, distinto y
complementario del de la ciencia, se llega a conocer que el universo tiene una
causa necesaria fuera de él; y que esa Causa es Dios, que ha creado el
universo, con sus leyes naturales, por amor.
Así, cuando hablamos de creación,
nos referimos a la razón última del existir. Por eso, el concepto de «auto-creación»
es en sí mismo contradictorio. Lo que no es no puede ser responsable de su
propio ser. Lo que necesita ser creado, porque podría no ser, no tiene en sí
mismo la razón de su ser y no puede «crearse». Entonces, afirmamos que el
universo ha de tener la razón última de su existencia en otro ser, cuya
existencia es necesaria, al que llamamos Dios.
Sánchez Cañizares, J.