A pesar de las apariencias, no era una mujer frívola. Es
verdad que el de ahora no era su marido. Pero es que su corazón buscaba,
anhelaba. Tenía un ansia incontenible de ser amada y de amar. Un ansia
permanentemente insatisfecha…
Y ahora este judío le dice cosas sorprendentes. No sólo le
adivina todo lo que ha hecho. No sólo se ha saltado las costumbres establecidas
(judíos y samaritanos no se hablaban, más aún, se odiaban). No sólo se
manifiesta libre de convencionalismos (un hombre hablando con una mujer a solas
en pleno campo). Es que además ha comenzado pidiendo de beber y ha terminado
prometiendo un agua viva…
La mujer samaritana –cuyo nombre desconocemos– tiene
experiencia de la vida. Más aún, tiene experiencia de trato con hombres: ¡ha
tenido ya cinco maridos! Pero este hombre es diferente: ¿será un profeta?
Este judío que tiene frente a ella le ha hecho ilusionarse
de nuevo. Su existencia rutinaria y anodina ha comenzado a dar un vuelco. No
sabe por qué, pero sus palabras despiertan su corazón, han tocado la fibra más
profunda de su ser.
No entiende muy bien, pero intuye que esas palabras sobre el
agua viva y sobre el manantial que salta para la vida eterna conectan con sus
anhelos más profundos. Esos que siempre se han mantenido insatisfechos: la sed
de Infinito que arde en su alma. ¿Será el mesías esperado?
El corazón tiene razones que la razón no comprende. Por eso,
ante las palabras «si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de
beber, le pedirías tú», ella responde con ímpetu: «Señor, dame de esa agua».
Seguramente no ha entendido mucho, pero ha comenzado a
experimentar que ese manantial de agua viva brota incontenible en su corazón.
Las palabras de este hombre, cansado y sediento junto al pozo de Jacob,
comienzan a surtir efecto dentro de ella.
Un efecto tan intenso y profundo que no puede callarlo. Necesita
correr a contarlo a sus paisanos, para que también ellos experimenten la dicha
que ha comenzado a inundarla. ¡Y con qué poder de convicción lo hace! Muchos
creyeron por sus palabras y otros muchos la siguieron para conocer a aquel
hombre que prometía algo tan inusual.
Su sed inmensa ha comenzado a ser satisfecha. Y en ese mismo
instante la mujer samaritana se convierte en testigo del don de Dios. Nadie se
lo impone. Pero ella no puede no contarlo. Lo que este judío sorprendente dice
y promete es verdad: ¡ella ha comenzado a experimentarlo!
(Texto bíblico: Juan 4,1-42)
ALONSO AMPUERO, J. : “Personajes bíblicos“