¿Tienes miedo a la religión? La
pregunta te puede sorprender, pero Dorothee Solle, la teóloga de mayor
prestigio en nuestros días, recientemente fallecida, decía en uno de sus libros más leídos que uno de los fenómenos más claros hoy en Europa
es el «miedo a la religión».
No está bien visto interesarse por lo religioso. La misma
palabra «religión» despierta en bastantes una
actitud de defensa. Lo he podido comprobar yo mismo más de un vez. Basta plantear el problema de
Dios en un grupo para que se produzca un silencio tenso. Es mejor cambiar de tema.
Es fácil que también tú mires con recelo todo lo que
tiene que ver con la religión o los curas. No te ves a ti mismo rezando, pensando en Dios o practicando la religión. Todo eso, ¿no está
desfasado? ¿Para qué puede servir la religión en una sociedad adulta y
progresista?
Seguramente,
hay muchas razones para que sientas esa especia de “rechazo” hacia la religión,
pero hay algo que no podemos olvidar. Las personas preferimos siempre lo fácil
y nos ponemos en guardia frente a aquello que exige riesgo y nos pide un
compromiso responsable.
Probablemente, nos da miedo tomar en serio a Dios porque
nos da miedo tomar en serio nuestra vida para vivida hasta el fondo de manera
responsable. Es más fácil «ir tirando» sin atrevemos a afrontar
el misterio último de la vida y mundo.
También a ti te puede pasar lo que a. otros muchos. Vives sin saber exactamente por qué ni para qué, sin preguntarte nunca si
estás acertando o no. Sigues viviendo y punto. Por el momento que nadie te moleste.
Bastante tienes con trabajar, enfrentarte a los problemas de tu casa y
organizarte lo mejor posible el fin de semana. ¿Qué más hay que hacer? De
alguna manera nos tenemos que defender. Cada uno y cada una vamos buscando el
estilo de vida que nos resulta más cómodo o nos va mejor, aunque más de una vez
sintamos que nos falta algo para vivir la vida de manera más plena.
No nos tenemos que engañar. Tenemos miedo a plantear nos
la vida en toda su verdad. Nos da miedo cualquier experiencia que pueda poner
en peligro nuestro pequeño mundo de bienestar obligándonos a descubrir el vacío
y la medriocridad de nuestra vida. Preferimos seguir “funcionando” sin Dios
porque Dios nos recuerda exigencias muy profundas.
Probablemente, nuestro mayor pecado, el que nos bloquea
por dentro a todos, creyentes y menos creyentes, es la cobardía. Vamos a
decirlo con toda claridad. No nos atrevemos a tomar en serio a Dios tal como
nos lo ha descubierto Jesús. Vosotros decís que os habéis alejado de la fe. No
lo sé. A veces me parece que habéis abandonado una religión superficial y la
habéis sustituido por un agnosticismo igualmente superficial sin plantearos en
serio la verdad de vuestra vida. Nosotros decimos que creemos en Dios, pero
luego convertimos muchas veces la religión en un conglomerado de ritos y
prácticas que nos tranquilizan, pero no transforman nuestra vida.
Aquel gran teólogo que fue Karl Rahner solía decir, con
esa humildad propia de los hombres sabios, que muchas veces le rezaba a Dios
con estas palabras: “Dios mío, ayúdame a no contentarme con creer que soy
cristiano, sino haz que llegue a serlo de verdad”. ¿Por qué nos vamos a
engañar? Es fácil decir que uno es cristiano y cree en Dios. Es fácil decir que
uno ha abandonado todo eso para ser más honesto y coherente. Hasta ahí, todo
son palabras. La pregunta que nos podemos hacer todos es esta otra: ¿Yo ya me
atrevo a plantearme en serio la verdad última de la vida?
Pagola, J.A. “Aranzazu” 2004-10