Os he escuchado a más de uno:
«Me gustaría conocer la verdad, saber dónde se esconde el misterio de la vida».
Alguien me decía hace poco: «Se me hace duro vivir sin saber dónde está la
luz». Probablemente, ésta es una de las preguntas más importantes que pueden
brotar de nuestro ser: ¿qué es la verdad?, ¿dónde la podemos encontrar?
Puede pasar mucho tiempo sin que pienses en estas cosas,
pero si, alguna vez, sientes un deseo de luz y de verdad, aunque sea muy pequeño,
llénate de alegría. Estás vivo por dentro. Hay algo dentro de ti que quiere despertar.
Lo primero que tienes que recordar es que la verdad no es
una fórmula que se pronuncia con los labios ni un dogma elaborado por algunos
sabios. La verdad no es tuya ni mía ni de nadie. No es hindú ni cristiana ni mahometana.
La verdad no pertenece plenamente a nadie. Todos caminamos por la vida «a
tientas». La verdad última nos supera a todos. Lo más acertado es adoptar una
postura de búsqueda humilde y honesta.
Cometerás un error si piensas que estás en la verdad
porque te agarras firmemente a tus propias ideas, tus opiniones o tus creencias. Por mucho que te repitas a ti mismo argumentos a
favor de la fe o por mucho que discurras para rechazarla, por mucho que leas y
estudies, por muchas «cosas» que sepas, ¿qué sabes todavía de la verdad?
Antes que nada, tienes que hacerte una pregunta: ¿tú quieres realmente conocer
la verdad? Piénsalo. Mira a fondo dentro de tu
corazón. Aunque te parezca extraño,
es bastante raro encontrarse con personas que desean y buscan la verdad. Es más
fácil vivir huyendo de
nosotros mismos, sin escuchamos hasta el fondo.
nosotros mismos, sin escuchamos hasta el fondo.
Hay algo que puede cambiar de raíz nuestra manera de
«buscar» y consiste en no olvidar esto: no se trata de esforzarnos por «poseer
la verdad», sino de dejar que la verdad se vaya apoderando de nosotros y nos
trasforme poco a poco.
Estos años me he preocupado por conocer la trayectoria de
científicos, místicos o poetas que han buscado apasionadamente la verdad. No
todos viven la misma experiencia, pero parecen estar de acuerdo en esto: lo esencial
permanece fuera de nuestro alcance, la verdad última sigue siendo un misterio.
Por eso, los grandes
«buscadores de verdad» terminaran viviendo en una postura muy humilde y
abierta. La búsqueda los conduce a una actitud de «adoración», «abandono al
misterio», «confianza en Dios», «amor a la vida», «paz nueva y desconocida». No alardean de nada.
Sencillamente siguen buscando.
Es verdad que la cultura moderna nos ha querido convencer de
que en el futuro no habrá ya ningún misterio pues la ciencia lo aclarará todo. Hoy son los
científicos los primeros en decimos que esto es absolutamente falso. La ciencia no hace sino
agrandar más y más el misterio que nos rodea.
Durante estos años se ha ido difundiendo entre nosotros
un «pequeño dogma» que dice así: «sólo existe lo que puede ser captado por
nuestra razón o fundamentado por nuestra ciencia». Este dogma ha caído ya por tierra
pues no se puede sostener científicamente. ¿Quiénes somos nosotros para decidir
que sólo existe la verdad que cabe en nuestras pequeñas mentes?
No lo podemos evitar. Siempre viviremos buscando verdad y
luz. Cuando pienso en todo esto, me suelen venir a la mente las palabras de Jesús: «Si os mantenéis fieles a
mí Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres» (Juan 8,31). No sé qué sentiréis vosotros al
escucharlas. A mí me atraen.
Pagola, J.A. “Aranzazu” 2004-4