jueves, 7 de junio de 2012

¿Cómo se deja de creer?


            Más de una vez me he encontrado con personas que, de entrada, me han dicho con toda sinceridad: “mira, yo no sé lo que me ha pasado estos años, pero he cambiado mucho
por dentro. Ya no sé si creo o no. No estoy seguro de nada”. Si quieres, vamos a pensar juntos: ¿cómo se deja de ser cristiano?
            A algunos os ha pasado una cosa muy sencilla. Sin daros cuenta, habéis ido abandonando todo lo que podía nutrir vuestra fe. Y, naturalmente, privada de alimento, vuestra fe se ha ido extinguiendo. Algunos me decís que no habéis tenido tiempo para «esas cosas». Bastante teníais con estudiar o buscar trabajo. Otros ponéis otras razones... No es difícil entenderos. Pero hay una cosa muy clara: si no la alimentas, tu fe terminará muriendo del todo. Si quieres reavivarla, la tienes que cuidar mejor.
            Al mismo tiempo, os ha podido pasar otra cosa. Sencillamente, la fe que habéis vivido de niños se os ha quedado corta, como los trajes que usabais aquellos años. Habéis ido creciendo en conocimientos, en cultura y personalidad, pero vuestra fe no ha crecido. Es normal que esa «religión infantil» no os sirva ahora para dar sentido y orientación a vuestra vida de adultos. Si
ahora queréis conocer una fe adulta, tendréis que dejar a un lado esquemas y planteamientos infantiles y aprender a creer de manera más responsable.
            Otros habéis ido dejando la fe porque os habéis sentido maltratados por la vida. Ya no creéis en nada ni en nadie. Al menos, eso os parece. Vuestras heridas son demasiado dolorosas para poder vivir con paz interior. Para reavivar vuestra fe, necesitáis descubrir a un Dios Amigo. Cuánto bien os haría encontraros con creyentes buenos que os escuchen y comprendan.
            Otros me decís que estáis decepcionados por las posiciones que adopta la Jerarquía. Os hace «daño» leer ciertas declaraciones de los Obispos. No os sentís bien en la Iglesia. Os parece anacrónica, poco tolerante, machista, prepotente. Sé muy bien lo que sentís. Yo conozco bastante bien la Iglesia por dentro y sufro al ver lo lejos que estamos del evangelio en muchas cosas. Pero no tenemos que confundir nunca a Dios con los obispos o los curas. Si quieres encontrar te con Dios, lo importante es que escuches tu propia conciencia, sin buscar excusas en lo que hacen los demás.
            Algunos no habéis tenido fuerza para soportar el clima que se respira hoy entre nosotros. Habéis tenido que escuchar, a veces, insinuaciones y frases que os han hecho daño: «¿Todavía vas a misa?», «no te has liberado aún de los curas?», «¿sigues creyendo en esos cuentos?». Poco a poco, sin darte cuenta, tu fe ha quedado como «reprimida» dentro de ti. Al final, has terminado haciendo lo que hacen mucho: dejarlo todo. Si quieres descubrir lo que Dios puede ser para ti, tienes que reaccionar y ser tú mismo. No es bueno vivir «como todos», sin escuchar los interrogantes y anhelos que llevas dentro de ti.
            Otros, tal vez, habéis vivido experiencias íntimas que os han hecho mucho daño. Nunca las habéis contado a nadie, pero están muy dentro de vosotros: la muerte que os arrebató al ser más querido; el aborto al que os forzó vuestra pareja; esa enfermedad que ha cambiado totalmente vuestra vida... ¿Cómo vais a confiar en Dios? Tal vez, lo primero es curar vuestras heridas. Vosotros y vosotras necesitáis más que nadie el consuelo de Dios.
            Sin duda, son variados y diferentes los caminos que pueden alejar de Dios. Sólo tú sabes lo que has vivido. Ahora, si quieres encontrarte con él, tendrás que recorrer también tu propio camino. Nadie lo puede hacer por ti. Tú eres el que tiene que escuchar a Dios en el fondo de tu corazón.
Pagola, J.A. “Aranzazu” 2004-3