sábado, 28 de marzo de 2015

Besos en el aire



Hay regalos que parecen pequeños pero que llevan toda la carga de amor de una vida.
Cuentan que un padre castigó a su hija de tres años por desperdiciar un rollo completo de papel dorado para envolturas. Estaban escasos de dinero y él se puso furioso. La niña lo había utilizado para decorar una caja y ponerla bajo el árbol de Navidad. Pese al disgusto del padre, la niña persistió en su empeño y le entregó el regalo a su padre al día siguiente, diciéndole: “Papa, es para ti”. El se sintió avergonzado de su actitud del día anterior. Pero su reacción fue todavía peor cuando, al abrir la caja, la encontró vacía. “¿No sabes que cuando se da un regalo se pone algo dentro de la caja?” La niña lo miró con lágrimas en sus ojos y le dijo: “Papa,  no está vacía. Yo tiré besitos dentro de la caja. Todos son para ti, papa”. Si se había sentido mal por su reacción del día anterior, ahora se sintió pésimo. Abrazó a su hija, y le pidió perdón. Dicen que conservó la caja como un gran tesoro. Cuando se sentía desilusionado, cansado, la abría y sacaba uno de aquellos besos depositados por su niña.
Los niños, de ordinario, nunca pueden hacer regalos de gran valor. Pero los niños pueden hacer regalos con un gran corazón. Los niños lo que más regalan suelen ser besos. ¡Y son tan maravillosos los besos de los niños! Son posiblemente los únicos besos de verdad. En ellos no hay pasión. No hay interés alguno. Son puro amor y pura generosidad. Además los niños sienten alegría al regalar. Los niños se sienten felices de regalar. Por algo, ellos mismos son el mejor regalo de Dios al mundo.