“Le oí decir a un sacerdote que la fe no se
puede demostrar. Entonces, ¿cómo puedo estar seguro de mi fe si no se puede
demostrar?”
Lo que ese sacerdote quería decir es que la fe no
se demuestra axiomáticamente, pues Dios ha querido que la fe sea libre, para
que sea meritoria. El axioma se impone a la razón. El admitirlo no tiene
mérito. Por ejemplo: "el todo es
mayor que su parte". Esto lo tiene que aceptar todo el mundo
necesariamente. Si Dios ha querido que la fe sea meritoria, tiene que ser
libre, y por lo tanto no puede ser axiomática. Pero la fe es razonable. Si la
fe no fuera razonable, con todas las exigencias que lleva consigo, los
creyentes seríamos unos estúpidos. Y nadie puede calificar así a San Agustín y
a Santo Tomás de Aquino, que han sido lumbreras de la humanidad.