La historia
cuenta que había dos hermanos que se querían con toda el alma. Ambos eran agricultores. Uno se casó y el
otro permaneció soltero. Decidieron
seguir repartiendo toda su cosecha a medias. Una noche el soltero soñó: ¡No es justo! Mi hermano tiene mujer e hijos y
recibe la misma proporción de cosecha que yo que estoy solo. Iré por las noches
a su montón de trigo y le añadiré varios sacos sin que él sé de cuenta. A su vez el hermano casado soñó también una
noche: ¡No es justo! Yo tengo mujer e hijos y mi futuro estará con ellos
asegurado. A mi hermano, que está solo, ¿quién lo ayudará? Iré por las noches a
su montón de trigo y le añadiré varios sacos sin que sé de cuenta. Así lo hicieron ambos hermanos. Y ¡oh,
sorpresa!, Ambos se encontraron en el camino, una misma noche, portando sacos
una para el otro. Se miraron,
comprendieron lo que pasaba y se abrazaron con un abrazo de hermano, aún más
fuerte, y para siempre.
A veces, es
necesario hacer un alto en nuestra vida y revalorizar las bendiciones que
tenemos al contar con un hermano, es esencial, como cristianos, amarnos y
procurarnos como tales. No
podemos dar testimonio de Vida, si no amamos a los que están más cerca de
nosotros. El Señor nos pide caridad y entrega. Hoy es un buen día para empezar.