lunes, 6 de abril de 2015

Última cena



Leonardo da Vinci tardó siete años en terminar de pintar el cuadro “La última cena” y las figuras que le sirvieron como modelo para representar a los doce apóstoles y al mismo Cristo fueron personas reales; escogió primero a la que haría de Judas Iscariote. Éste fue el apóstol que traicionó a su Maestro por treinta monedas de plata. Semana tras semana Da Vinci buscó un rostro marcado por las huellas de la corrupción, la avaricia, la hipocresía y el crimen. Una cara que reflejara el carácter de alguien que pudiera llegar a traicionar a su mejor amigo. Después de pasar por muchas experiencias desalentadoras en su búsqueda, por el tipo de persona requerida para representar a Judas, Da Vinci se enteró de que el hombre cuya apariencia satisfacía completamente todos los requisitos, se encontraba en Roma, sentenciado a morir por una vida de vileza y crimen. Da Vinci emprendió el viaje sin demora a Roma para sacar a este hombre de la prisión. Era un joven de piel oscura, sucio y tenía el pelo largo y descuidado; representaba perfectamente el papel de Judas para su pintura. Mediante un permiso especial del rey, se trasladó al prisionero a Milán, donde se pintaría el cuadro. Durante meses este hombre posó para Da Vinci, que se esforzaba por plasmar en su pintura a este modelo. Al terminar volvió la mirada a los guardias, y dijo: «He terminado, se pueden llevar al prisionero». Al llevárselo los guardias, el prisionero se soltó repentinamente y corrió hacia Da Vinci y llorando amargamente le dijo: «Por favor, dame una oportunidad, verdaderamente me he sentido Judas Iscariote por la vida que he llevado; no me pagues nada, solamente déjame en libertad». A Leonardo le sorprendió la fuerza del arrepentimiento de este hombre y lo dejó libre. Durante seis años, aproximadamente, Da Vinci continuó trabajando en su sublime obra de arte, se seleccionaron uno a uno los personajes cuyas características se asemejaran más a las de los doce apóstoles, dejando para el final al modelo que representaría a Jesús, el cual sería el personaje más importante de su pintura. Se examinaron detalladamente a ciertos jóvenes que podían representar a Jesús, esforzándose por encontrar un rostro cuya personalidad reflejara inocencia y pureza, que estuviera libre de las huellas del pecado, un rostro que emanara belleza. Finalmente, después de semanas de intensa búsqueda se seleccionó a un joven de 33 años de edad, él representaría a Cristo. Durante seis meses Leonardo trabajó en el personaje principal de su obra. Al terminar se acercó al joven para pagarle por sus servicios, pero éste no le aceptó el dinero y con una sonrisa le dijo: «¿Es que no me reconoces?». Da Vinci le contestó: «En mi vida te he visto, acepta este dinero». -«¿Cómo podría cobrarte? Hace seis años, me diste una oportunidad y yo la aproveché para entregársela a Cristo». Era el mismo que había servido de modelo de Judas… Cuando uno se entrega a Cristo se transforma totalmente, incluso cambia de rostro. Abandonándonos al amor de Cristo se puede transformar nuestra vida por completo. Ésta es una historia que, si lo quisieras, podría ser tu historia.