domingo, 12 de abril de 2015

EL MARAVILLOSO DON DE LA AMISTAD



Cuando el Señor nos concede el regalo de un amigo entonces los pasos inciertos de la vida se hacen más llevaderos y nuestra existencia se ilumina con el don de la compañía íntima que satisface el corazón. “Amigos verdaderos son los que vienen a compartir nuestra felicidad cuando se les ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados”, afirmaba sabiamente Demetrio de Falerea. También el libro del Eclesiástico tiene palabras preciosas para el amigo: "Un amigo fiel es un talismán: el que teme a Dios lo alcanza" (Eclo 6,16); La amistad es el mayor regalo que podemos recibir en nuestra existencia y el mayor reclamo de la vida es buscar al amigo que sea capaz de iluminar con su sola presencia los huecos de nuestro corazón, porque “un amigo no es aquel que te seca las lágrimas, sino aquel que evita que las derrames” (Anónimo) El amigo es un compañero de viaje que contagia con su presencia los caminos del peregrinar que llevamos y en los momentos de dolor está sin preguntar, sin exigir, sin controlar, sin criticar, sin huir. El amigo es la llama de nuestra hoguera que arde sin consumirse aún sin estar cerca.