Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía
como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a
la fe. No era la luz, sino testigo de la luz.Los judíos enviaron a Jerusalén
sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: -¿Tú quién eres? El confesó
sin reservas: – Yo no soy el Mesías. Le preguntaron: – Entonces, ¿qué? ¿Eres tú
Elías? Él dijo: – No lo soy. ¿Eres tú el Profeta? Respondió: -No. Y le dijeron:
-¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado,
¿qué dices de ti mismo? Él contestó: – Yo soy “la voz que grita en el desierto:
Allanad el camino del Señor” (como dijo el profeta Isaías). Entre los enviados
había fariseos y le preguntaron: – Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres
el Mesías, ni Elías, ni el Profeta? Juan les respondió: – Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis,
el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de
desatar la correa de la sandalia. Esto
pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
1. La importancia de la identidad
“¿Tú quién eres?” –le preguntan a Juan Bautista-. Como ciudadanos, tenemos nuestro DNI donde están los datos para
identificarnos. Muchos tienen su
tarjeta con el nombre, título profesional, teléfono y dirección o correo
electrónico. Nuestros datos personales están registrados en los archivos oficiales
de la nación. En cualquier momento, con sólo dar unos botones, aparece en la
pantalla la lista de nuestros datos personales que nos identifican.
2. La respuesta de Juan Bautista
Juan no era un predicador normal. No había escogido el templo o la
sinagoga para predicar. Se había refugiado en el desierto. Su nombre no
constaba en los registros oficiales. La curiosidad estaba justificada…
Su respuesta es clara, contundente: “Yo soy la voz … la voz que anuncia, la voz que grita, la voz que proclama: “preparad los caminos del Señor”… Podía haber dicho: “Yo soy Juan Bautista, el mayor de los profetas, el precursor, el hijo de Zacarías e Isabel…” Quiso definirse e identificarse, no por su nombre, sino por su misión. No por sus títulos, sino por sus obras. No por su ascendencia sacerdotal (su padre había sido sacerdote del Templo) sino por su testimonio personal de vida.
Su respuesta es clara, contundente: “Yo soy la voz … la voz que anuncia, la voz que grita, la voz que proclama: “preparad los caminos del Señor”… Podía haber dicho: “Yo soy Juan Bautista, el mayor de los profetas, el precursor, el hijo de Zacarías e Isabel…” Quiso definirse e identificarse, no por su nombre, sino por su misión. No por sus títulos, sino por sus obras. No por su ascendencia sacerdotal (su padre había sido sacerdote del Templo) sino por su testimonio personal de vida.
3. ¿Cuál es tu identidad?
“¿Tú quién eres?”, podrían preguntarte a ti. ¿Eres lo que aparentas
por fuera? ¿Eres lo que dicen otros de ti? ¿Eres lo que hablas con tus amigos?
Escucha este dicho: “Muchos podrán ver lo
que aparentas, pero pocos sabrán verdaderamente quién eres”. Si en este instante alguien se acerca a ti y
te pregunta: “¿Tú quién eres?” ¿qué
sería lo primero que responderías?
Acaso le darías tu nombre… tu profesión… tu credo religioso…
4. Crisis de identidad
En una sociedad globalizada tenemos el peligro de perder lo más
valioso de la persona, lo que nos define como seres humanos: nuestra
personalidad, nuestra conciencia personal. Corremos
el riesgo de convertirnos en una pieza más, en un robot, en un simple actor de
comedia que interpreta lo que le dan, no lo que siente… El riesgo de perderse
en la corriente humana, de ir a donde van todos, de hacer lo que hacen todos,
de dejar de hacer lo que otros tampoco hacen…
5. Tú estás llamado a ser voz
Igual que Juan Bautista, también estás invitado a ser voz: la voz que defiende lo noble, lo justo, lo verdadero; la voz que grita contra la injusticia y no se hace cómplice de los
malos manejos…; la voz que defiende
al inocente y se arriesga a hacer valer los derechos de los que “no tienen
voz”…; estás llamado a ser voz de tu conciencia, no
dejando comprarte por treinta monedas de plata, a lo Judas…; a ser voz que anuncia mensajes de vida, no de muerte…; la voz que proclame que Cristo vive; la voz
de la verdad, no de la mentira e hipocresía…
6. ¡Defiende tu identidad!
Dios te ha creado para ser “papel original”, no “fotocopia”…; Dios quiere que seas “tú mismo”… ¡No pierdas tu esencia!; Dios no te ha creado “en serie”… ¡Eres único para Dios! Que puedas
decir, al igual que Juan Bautista: ¡YO SOY LA VOZ! La voz que me identifica
como persona, como creyente, como padre, como madre, como esposo, como esposa,
como hijo, como religioso, como laico comprometido, como catequista… No dejes
que nadie apague tu voz… ¡Defiende tu identidad!
ORACIÓN
Señor Jesús, pensándolo bien ¡qué fácil lo tengo para dejar de ser yo
mismo! Donde la norma es hacer lo que todos hacen, decir lo que todos dicen,
no importa si está bien o si está mal. La voz de la propia conciencia, de la
propia identidad, ya no vale. Yo prefiero seguir siendo “ingenuo” antes que
pertenecer a la lista de los derrotados. Yo
quiero parecerme a Ti, Señor, el
gran “loco” del amor, de la paz, de la esperanza. No permitiré que secuestren
lo más valioso de mi vida: mi voz y mi identidad cristiana. ¡Fortaléceme! AMEN.