Las fiestas navideñas son un
recuerdo vivo del anhelo de paz que se encierra en el corazón humano. Es
imposible celebrar la Navidad sin buscar sinceramente la paz.
El anhelo de paz
Son innumerables los villancicos y
cantos navideños que nos hablan de la paz. El Santo Padre acostumbra a dirigir
a los creyentes por estas fechas un mensaje en torno a la paz. Son bastantes
también los jefes de Estado y dirigentes políticos que se pronuncian en el
mismo sentido haciendo augurios por la paz en el mundo. El día de Año Nuevo se
celebra la Jornada Mundial de la Paz.
No es extraño oír por estas fechas peticiones de amnistía, indultos, alto el fuego. Por otra parte, se envían cada vez más felicitaciones y deseos de paz a los amigos, familiares y conocidos. Parece como si en estos días navideños creciera en nosotros el deseo de una paz imposible.
Sin embargo, incluso durante estas fiestas navideñas se irán sucediendo las noticias de agresiones, violencias, muertes, torturas, que nos recordarán cada mañana que no hay paz en el mundo. ¿Qué sentido pueden tener tantos deseos de paz y felicidad expresados en estas fiestas? ¿Son acaso puro engaño y vana ilusión?
No es extraño oír por estas fechas peticiones de amnistía, indultos, alto el fuego. Por otra parte, se envían cada vez más felicitaciones y deseos de paz a los amigos, familiares y conocidos. Parece como si en estos días navideños creciera en nosotros el deseo de una paz imposible.
Sin embargo, incluso durante estas fiestas navideñas se irán sucediendo las noticias de agresiones, violencias, muertes, torturas, que nos recordarán cada mañana que no hay paz en el mundo. ¿Qué sentido pueden tener tantos deseos de paz y felicidad expresados en estas fiestas? ¿Son acaso puro engaño y vana ilusión?
La búsqueda sincera de la paz
El deseo de paz que se canta en las fiestas de Navidad tiene su origen en aquel cántico que se escuchó la primera nochebuena en Belén: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor» (Lc 2,14). Desde entonces, la paz es un anhelo constante en la liturgia navideña (ver Is 52,7-10; Nm 6,22-27).
Pero la paz no es solo un cántico que acompaña el nacimiento del Salvador. Es el objetivo último de la Encarnación: la paz de los hombres con Dios, la paz de los hombres entre sí, la paz de los hombres consigo mismos.
Una vez más vamos a celebrar entre nosotros una Navidad envuelta en agresividad y violencia. Y una vez más vienen a mi memoria aquellas palabras de M. Gandhi: «Hasta que el anhelo de paz no quede satisfecho y hasta que no hayamos liberado nuestra civilización de la violencia, Cristo no ha nacido aún».
El deseo de paz que se canta en las fiestas de Navidad tiene su origen en aquel cántico que se escuchó la primera nochebuena en Belén: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor» (Lc 2,14). Desde entonces, la paz es un anhelo constante en la liturgia navideña (ver Is 52,7-10; Nm 6,22-27).
Pero la paz no es solo un cántico que acompaña el nacimiento del Salvador. Es el objetivo último de la Encarnación: la paz de los hombres con Dios, la paz de los hombres entre sí, la paz de los hombres consigo mismos.
Una vez más vamos a celebrar entre nosotros una Navidad envuelta en agresividad y violencia. Y una vez más vienen a mi memoria aquellas palabras de M. Gandhi: «Hasta que el anhelo de paz no quede satisfecho y hasta que no hayamos liberado nuestra civilización de la violencia, Cristo no ha nacido aún».
- ¿Cómo celebrar la Navidad en un clima de muerte y de violencia?
- ¿Cómo sentirse tranquilos la noche de Navidad cuando en tantos hogares faltarán hombres cuya sangre ha caído en nuestro suelo?
- ¿Cómo cantar la paz de todo corazón si perdemos sensibilidad ante el valor de cada vida y la dignidad de cada hombre?
- ¿Cómo no hacemos nada más eficaz para buscar alguna solución?
- ¿Cómo somos tan incapaces de encontrar caminos que conduzcan a una verdadera paz?
Demasiadas preguntas que turban
nuestras fiestas navideñas y encogen el corazón a cualquier persona que se
sienta un poco humana. Pero sería una cobardía disponernos a celebrar una vez
más la Navidad sin sentir en nuestra propia carne el conflicto que se encierra
detrás de nuestra celebración. Sería incoherente celebrar hoy la Navidad sin
preguntarnos qué estamos haciendo por suprimir aquello que provoca violencia,
injusticia y sufrimiento.
Mahatma Gandhi decía que «es posible sentir la paz incluso en un ambiente de lucha, pero solo a condición de sacrificarse y crucificarse para que desaparezcan las causas de los conflictos». La Navidad ha de ayudarnos a reflexionar sobre nuestra actitud ante la violencia.
Mahatma Gandhi decía que «es posible sentir la paz incluso en un ambiente de lucha, pero solo a condición de sacrificarse y crucificarse para que desaparezcan las causas de los conflictos». La Navidad ha de ayudarnos a reflexionar sobre nuestra actitud ante la violencia.
- ¿Cómo reaccionamos ante la destrucción de la vida de un hombre?
- ¿Qué clima social vamos creando con nuestros comentarios, nuestras reacciones o nuestra pasividad?
- ¿Por qué no actuamos con mayor vigor urgiendo para que se vayan resolviendo los conflictos por los caminos de un diálogo sincero?
Pero, además, la falta de paz, el
odio, el rencor y la venganza se dan también en nuestras relaciones personales.
No es posible celebrar la Navidad sin escuchar una llamada a la reconciliación
y la amistad mutua.
También este año enviaremos felicitaciones de Navidad. Pero, ¿sabemos «felicitar»?
También este año enviaremos felicitaciones de Navidad. Pero, ¿sabemos «felicitar»?
- ¿Nos preocupa realmente la felicidad de los demás?
- ¿Estamos dispuestos a hacer feliz a esa persona que hoy felicitamos?
- ¿Estamos dispuestos a construir un mundo más humano y más feliz para todos?
Estas son algunas de las preguntas
que han de dar un sentido más auténtico a nuestra fiesta navideña.
Jose
Antonio Pagola