Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda,
pero al ver que nadie acudía buscó rápidamente una piedra y comenzó a golpear
el hielo con todas sus fuerzas. Golpeó, golpeó y
golpeó hasta que consiguió abrir una grieta por la que metió el brazo para
agarrar a su compañero y salvarlo.
A los pocos minutos, avisados por los vecinos
que habían oído los gritos de socorro, llegaron los bomberos.
Cuando les contaron lo ocurrido, no paraban
de preguntarse cómo aquel niño tan pequeño había sido capaz de romper una capa
de hielo tan gruesa.
-Es
imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la fuerza
suficiente ¿cómo ha podido conseguirlo? -comentaban entre ellos.
Un anciano que estaba por los alrededores, al
escuchar la conversación, se acercó a los bomberos.
-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.
-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.
-¿Cómo? -respondieron sorprendidos.
-No
había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.
¡Que
el Señor nos ayude
a no desistir nunca en cumplir su voluntad,
a
pesar de las dificultades!