lunes, 23 de diciembre de 2019

VIVIR LA NAVIDAD - 2 de 6 - EL REGALO DE NAVIDAD


Hemos de recuperar también el hondo sentido que se encierra en otra costumbre muy arraigada en estas fiestas navideñas.

El intercambio de regalos
Es una costumbre tradicional en la Navidad el intercambio de regalos, realizado de maneras muy diversas. Papá Noel o Santa Claus en los países nórdicos, la legendaria Befana en Italia, la Babushka en Rusia, son personajes entrañables de estos días navideños. Entre nosotros, los regalos son atribuidos a los Reyes Magos, al mismo Niño Jesús o al Olentzaro. 

Este elemento ha adquirido una importancia extraordinaria en la sociedad actual. Intercambio de obsequios, aguinaldos, pagas extraordinarias, cestas de Navidad, rifas, premio especial de Lotería… Todo ha sido convenientemente utilizado por la sociedad de consumo para impulsarnos a comprar y consumir.

Sin embargo, todos sabemos que los regalos de Navidad muchas veces no son verdaderos regalos. Son objetos que se entregan por interés, regalos que se hacen con cálculos interesados. Hasta el regalo que se hace a los hijos nace con frecuencia de una actitud de ostentación, envidia y deseo de sobresalir por encima de los demás. Por otra parte, es más fácil dar un regalo a los hijos de vez en cuando, que ofrecerles cercanía, escucha sincera y el amor sacrificado de cada día.

Estamos creando entre todos una sociedad interesada y egoísta y se nos está olvidando lo que es el verdadero regalo gratuito. Corremos el riesgo de convertirlo todo en cumplimiento, interés y cálculo egoísta.

La verdadera solidaridad de la Navidad
Sin embargo, el intercambio de regalos por estas fechas navideñas tiene un origen cristiano auténtico. De la misma manera que los Magos llevan sus regalos al Niño nacido en Belén, también los creyentes manifiestan su agradecimiento a Dios, haciendo algún regalo a los niños, los pobres, los necesitados o los seres queridos. 

Pero hay algo más profundo en el origen de la Navidad. El gran regalo que nos recuerdan estas fiestas es el que nos ha hecho el mismo Dios dándonos a su propio Hijo. El gran regalo para los hombres es Jesucristo. En él «se nos ha manifestado la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres» (Tt 3,4).

Desde ahí aprendemos los creyentes a regalar. No es posible creer en un Dios que ha querido compartir nuestros problemas y sufrimientos y organizar luego nuestra vida de manera individualista y egoísta, ajenos totalmente a las necesidades de los demás.

La solidaridad de Dios con los hombres es el cimiento más profundo que podemos concebir para la solidaridad y fraternidad entre los seres humanos. Un creyente no puede celebrar estas fiestas satisfecho, ni comer o cenar tranquilo, olvidando a todos esos hombres y mujeres para los que la Navidad no será motivo de fiesta sino algo que les recordará todavía con más crudeza su soledad, su vejez, su impotencia y sus angustias. 

Las luces y estrellas de nuestra Navidad no hacen sino mostrar con más claridad la contradicción en que vivimos tantos hombres y mujeres, encerrados en nuestro propio egoísmo, demasiado alejados de un Dios Padre de todos y demasiado extraños a los que no viven para nuestros propios intereses.

La Navidad puede ayudarnos a descubrir mejor el carácter interesado de nuestras ocupaciones y nuestras relaciones, y puede ser una llamada a vivir de manera más generosa y gratuita, colaborando en crear una sociedad más fraterna y solidaria.
                        Jose Antonio Pagola