Un rey quería ver a Dios.
Pero ninguno de sus
sacerdotes y sabios era capaz de mostrárselo.
El rey los amenazó con duros
castigos, pero ni por esas.
Cuando ya todos estaban
desesperanzados, apareció del campo un pastor.
Condujo al rey a un lugar
abierto, le mostró el sol y le dijo: “mira
fijamente”.
Pero inmediatamente el rey
tuvo que bajar la vista deslumbrado.
Y exclamó: “¿quieres que me quede ciego?”
El pastor respondió: “mi rey, si el sol es sólo una cosa de la
creación, sólo un débil reflejo de su grandeza. ¿Cómo quieres tú ver
directamente a Dios?”
Dios se da a
conocer a través de la creación. Además Dios se manifiesta también en los
acontecimientos que ocurren en la historia. Y precisamente el acontecimiento
más significativo de la historia humana es el paso de Jesús de Nazaret por los
caminos de Palestina.
Quien ve y contempla con ojos
limpios a Jesús, entenderá todo lo que se puede entender de Dios en este
mundo. "El es imagen de Dios invisible" (Col 1,15); el único
que con toda verdad puede darlo a conocer (Jn 1,18).
La atrevida
petición de Felipe: "Señor, preséntanos al Padre; con eso nos
basta" (Jn 14,8), expresa la más profunda aspiración de la humanidad
en busca de Dios. Y la respuesta de Jesús asegura que esta aspiración ya puede
ser colmada: "Quien me ve a mí, está viendo al Padre" (Jn
14,9). Este es el único "camino" para poder conocer y llegar a
Dios.
Esta es justamente
la "vida" que él viene a darnos. El hombre Jesús es la imagen
pura y fiel del Dios invisible. Toda su existencia humana tiende a hacer ver al
Padre.
En Jesús se da a
los hombres la manifestación plena e
irrepetible de Dios. Si todo hombre es imagen de Dios, Jesús es de modo único
la imagen de Dios. Por su medio Dios se ha hecho presente entre nosotros de un
modo nuevo y único.