lunes, 30 de julio de 2012

Valle de lágrimas


Si se echa una mirada alrededor o a lo lejos, resulta fácil constatar que es mucha la gente que sufre, por distintos motivos. De ahí que por mucho que intentemos modernizar la Salve no parece que sea posible quitarle lo del "valle de lágrimas".
A nada que nos pase, un pequeño contratiempo, un malentendido, un dolor, una enfermedad, un problemilla económico... somos propensos a sentirnos mal y a quejarnos. Y sin embargo nos acostumbramos a ver y oír casi todos los días noticias de gente que se muere de hambre, que perecen como consecuencia de terremotos, de inundaciones, de guerras, de accidentes... que ven cómo desaparecen bajo los escombros o arrastrados por las aguas sus seres más queridos, que se quedan sin hogar y sin los objetos para ellos más preciosos.
Si intentamos ponernos en el lugar de quienes padecen todas estas desgracias, como si nos ocurrieran a nosotros, tal vez podríamos hacernos una pequeña idea de lo que ese sufrimiento significa. Pero también nos puede servir de consuelo en el sentido de que, al compararnos con ellos, podemos comprobar que con frecuencia nos quejamos de vicio.
De vez en cuando les digo a mis alumnos que su mayor problema es no tener problema ninguno. En efecto, cuando uno tiene de todo sin hacer grandes esfuerzos, está tentado a no valorar las cosas. Tal vez por eso desprecia más la comida el que la tiene en abundancia; no rinde en los estudios el que tiene facilidades para estudiar; o desprecia las prácticas religiosas el que más oportunidades tiene de participar en ellas.
Digamos que la experiencia del sufrimiento tiene una función pedagógica en el sentido de que nos enseña a vivir con menos superficialidad y a tratar a los demás con un poco más de comprensión. Por una parte debe llevarnos a ser mucho más solidarios con los que sufren y por otra a ir descubriendo el verdadero valor y medida de las cosas.
Si confiamos en Dios, nuestro Padre bueno, nuestro sufrimiento es más ligero, porque saber que Dios nos ama es consuelo en medio de la tristeza y fuerza en la debilidad.