“El abad Anastasio
tenía un libro de finísimo pergamino que valía veinte monedas y que contenía el
antiguo y el nuevo testamento. Una vez fue a visitarle cierto monje que, al ver
el libro, se encaprichó de él y se lo llevó. De modo que aquel día, cuando
Anastasio fue a leer su libro, descubrió que había desaparecido, y al instante
supo que el monje se lo había robado. Pero no le denunció, por temor a que, al
pecado de hurto, pudiera añadir el de perjurio. El monje se había ido a la
ciudad y quiso vender el libro, por el que pedía dieciocho monedas. El posible
comprador le dijo: ‘Déjeme el libro para que pueda averiguar si vale tanto
dinero’ Entonces fue a ver al santo Anastasio y le dijo: ‘Padre, mire este
libro y dígame si cree usted que vale dieciocho monedas’. Y Anastasio le dijo:
‘Sí, es un libro precioso, y por dieciocho monedas es una ganga’. El otro
volvió a donde estaba el monje y le dijo: ‘Aquí tienes tu dinero. He enseñado el
libro al Padre Anastasio y me ha dicho que sí vale las dieciocho monedas’. El
monje estaba anonadado: ‘¿Fue eso todo lo que le dijo? ¿No dijo nada más?’ ‘No,
no dijo una sola palabra más’. ‘Bueno, verás… he cambiado de opinión… y ahora
ya no quiero vender el libro…’ Entonces el monje regresó adonde Anastasio y,
con lágrimas en los ojos, le suplicó que volviera a quedarse con el libro. Pero
Anastasio le dijo con toda paz: ‘No, hermano, quédate con él. Es un regalo que
quiero hacerte’. Sin embargo, el monje dijo: ‘Si no lo recuperas, jamás tendré
paz’. Y desde entonces, el monje se quedó con Anastasio para el resto de sus
días”.
Anastasio
no se preocupó de recuperar su valioso y bello libro; Anastasio no se preocupó
de denunciar el pecado ni al pecador; Anastasio no quiso humillar al monje;
Anastasio no quiso que el monje añadiera al pecado de robo el pecado de
perjurio, es decir, de negar falsamente el robo que había hecho; Anastasio no
quiso recuperar el libro, pues era más importante para él que no se perdiera el
hombre, pues siempre el hombre es más importante que un valioso y bello libro;
Anastasio se preocupó por el hombre concreto, pues de nada sirve salvar a
muchos si se pierde uno solo… Y, por todo esto, Anastasio recuperó el libro,
redimió del pecado al monje y logró que éste entrara en un camino de santidad y
de entrega total a Dios.
(San Anastasio Sinaíta o Anastasio del Sinaí fue uno de los
grandes ascetas del siglo VII)