martes, 31 de julio de 2012

El cántaro


Cuentan que una vez un hombre envió a su joven hijo a llenar un cántaro al río, y le dijo que volviera lo antes posible. El joven obedeció y fue hacia el río mientras su padre le observaba de lejos.
 Entonces este vio a su hijo poniendo el cántaro debajo de una cascada, y la fuerza del agua fue tal y la cantidad tan grande que el líquido no logró entrar al recipiente pues su cuello era demasiado delgado. Cuando el hijo llegó con el cántaro, le mostró como el cuello del mismo había sido roto por el fuerte y constante golpear del agua. Además, este hecho provocó que el agua llegará turbia y sucia. El padre preguntó entonces:
 - ” Por qué simplemente no sumergiste el cántaro en el río? No veías que el agua de la cascada era demasiada para el cuello del cántaro?”. El hijo contesto:
 - “Sí, pero es que quería llenarlo lo mas rápido posible”.

Muchas veces en nuestras vidas tratamos de ”llenar” nuestro tiempo en un mundo acelerado y convulsionado. Dios conoce nuestra capacidad, y sabe que si hacemos las cosas como nosotros queremos podemos hacernos daño pues no estamos capacitados para hacerlo en ese momento, por eso logramos las cosas a medias y el agua que conseguimos no es pura ni cristalina, sino turbia.
 Queremos tener todo ” ya” y, por eso, muchas veces nos lastimamos por no dejar que Dios nos sumerja poco a poco en la corriente calmada del río.
 ¿Sabes? Dios conoce tu capacidad. No quieras hacer las cosas en tu momento, pues Dios desea llenar tu cántaro hasta el tope, pero en SU momento y según TU capacidad.

¿Todas las religiones son iguales?


Puede uno caer en la tentación de pensar así. ¿No es la sinceridad lo que cuenta en definitiva ante los ojos de Dios?

Y de hecho, si la religión es esencialmente el esfuerzo del hombre por encontrar a Dios, en la medida en que este esfuerzo se lleve a cabo con sinceridad, debe ser grato a los ojos de Dios y, por extensión, también le serán gratas aquellas religiones surgidas en otros tiempos y culturas, pero llevadas por un mismo deseo de búsqueda.

Sin embargo, el valor de una religión no debe medirse solamente por la sinceridad de su fundador o de sus adeptos. Se puede ser sincero en el error, basta con tener una información mala o insuficiente. Hace falta, pues, saber si Dios mismo, por su parte, no ha revelado un medio privilegiado para encontrarle. Esto pertenece ya al ámbito de la libre iniciativa de Dios que, cuando se manifiesta, tiene como contra partida, del lado del hombre, la fe.

No se puede negar la posibilidad de que Dios tome una iniciativa de esta naturaleza. La revelación es posible. Y si Dios se revela, no puede contradecir su propio mensaje. Su revelación, si se ha producido, ha de ser coherente consigo misma. En otras palabras, no es posible que existan varias religiones auténticamente reveladas por Dios.

Por tanto, admitiendo que, en principio, toda religión conlleva elementos de verdad en su credo, no puede ser éste, sin embargo, plenamente convincente más que en la medida en que se adhiera exactamente a la voluntad de Dios, claramente expresada por el mismo Dios.

Para el cristiano estos signos de la revelación existen, y se hallan en la milagrosa persona de Jesús, tal como nos la transmiten los evangelistas en el relato que hacen de su paso por la tierra y de su resurrección (cf. nº 4 y nº 12).

• «En esto está la vida eterna, en que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y al que has enviado, Jesucristo” (Jn 17,3)

Yves Moreau, “Razones para Creer”

Domingo 5 de Agosto de 2012


lunes, 30 de julio de 2012

Valle de lágrimas


Si se echa una mirada alrededor o a lo lejos, resulta fácil constatar que es mucha la gente que sufre, por distintos motivos. De ahí que por mucho que intentemos modernizar la Salve no parece que sea posible quitarle lo del "valle de lágrimas".
A nada que nos pase, un pequeño contratiempo, un malentendido, un dolor, una enfermedad, un problemilla económico... somos propensos a sentirnos mal y a quejarnos. Y sin embargo nos acostumbramos a ver y oír casi todos los días noticias de gente que se muere de hambre, que perecen como consecuencia de terremotos, de inundaciones, de guerras, de accidentes... que ven cómo desaparecen bajo los escombros o arrastrados por las aguas sus seres más queridos, que se quedan sin hogar y sin los objetos para ellos más preciosos.
Si intentamos ponernos en el lugar de quienes padecen todas estas desgracias, como si nos ocurrieran a nosotros, tal vez podríamos hacernos una pequeña idea de lo que ese sufrimiento significa. Pero también nos puede servir de consuelo en el sentido de que, al compararnos con ellos, podemos comprobar que con frecuencia nos quejamos de vicio.
De vez en cuando les digo a mis alumnos que su mayor problema es no tener problema ninguno. En efecto, cuando uno tiene de todo sin hacer grandes esfuerzos, está tentado a no valorar las cosas. Tal vez por eso desprecia más la comida el que la tiene en abundancia; no rinde en los estudios el que tiene facilidades para estudiar; o desprecia las prácticas religiosas el que más oportunidades tiene de participar en ellas.
Digamos que la experiencia del sufrimiento tiene una función pedagógica en el sentido de que nos enseña a vivir con menos superficialidad y a tratar a los demás con un poco más de comprensión. Por una parte debe llevarnos a ser mucho más solidarios con los que sufren y por otra a ir descubriendo el verdadero valor y medida de las cosas.
Si confiamos en Dios, nuestro Padre bueno, nuestro sufrimiento es más ligero, porque saber que Dios nos ama es consuelo en medio de la tristeza y fuerza en la debilidad.

martes, 24 de julio de 2012

Las apariencias...


Vuela Sobre la Tormenta


¿Sabías que un águila sabe cuando una tormenta se acerca mucho antes de que empiece?
El águila volará a un sitio alto para esperar los vientos que vendrán. Cuando la tormenta cae, coloca sus alas para que el viento las agarre y le lleve por encima de la tormenta. Mientras que la tormenta destroza no pocos bienes el águila vuela por encima de ella. El águila no se escapa de la tormenta, simplemente la usa para levantarse mucho más alto que ella, y así usar los vientos que vienen con ella.
Las tormentas, los vientos recios, inevitablemente llegarán a nuestra vida…
Tienes dos opciones, o te quedas revoloteando debajo de las dificultades, envuelta en un mar de problemas o extiendes tus alas, y subes sobre la tormenta, elevándote hacia Dios. ¡Tú decides!

Isaías 43,2:  “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti…”

Un millón de sapos


Podemos llegar a angustiarnos por problemas que, en su mayoría, nunca llegan a hacerse realidad.  A veces sufrimos con anticipación, pensando e imaginando cosas que pueden suceder. 

En aquella región las patas de sapo eran un manjar muy cotizado. Un hombre preguntó al dueño de un restaurante si estaba interesado en un millón de patas de sapos.  El dueño del restaurante quedó asustado y quiso saber de dónde sacaría tantas patas de sapos. “Cerca de mi casa hay un pequeño lago que está invadido e infestado de esos bichos.  Son millares y hacen un barullo infernal, croando toda la noche.  ¡Me estoy volviendo loco!
Quedó decidido, entonces, que el hombre le traería quinientos sapos por semana, durante algún tiempo.  El primer día apareció un poco avergonzado, pues traía en sus manos solamente dos sapos.  El comerciante le preguntó: “¿Dónde está mi pedido?”
A lo que el hombre respondió: “Yo estaba totalmente equivocado  ¡Había solo estos dos pequeños sapos en el lago!  Ellos solos son los que hacían todo el barullo.”

  • La próxima vez que alguien te critique o se ría de ti, acuérdate de que no son miles de sapos los que hacen todo el barullo, sino apenas dos sapitos.  Mientras dos critican, cientos te apoyan y animan.
  • Acuérdate de que las angustias y los problemas parecen mayores en la oscuridad.  Hay una posibilidad muy grande de que, cuando llegue mañana y lo pienses mejor, el problema habrá disminuido su importancia o habrá desaparecido, quedando en su lugar un asunto de fácil solución.
  • Lo mejor es dejar las preocupaciones en las manos de Dios. 
  • Recuerda que Dios cuida de ti siempre, pase lo que pase.

“Yo le cantaré a tu poder, y por la mañana alabaré tu amor: porque tú eres mi protector.”
Salmo 59,16

viernes, 20 de julio de 2012

La bondad


“El abad Anastasio tenía un libro de finísimo pergamino que valía veinte monedas y que contenía el antiguo y el nuevo testamento. Una vez fue a visitarle cierto monje que, al ver el libro, se encaprichó de él y se lo llevó. De modo que aquel día, cuando Anastasio fue a leer su libro, descubrió que había desaparecido, y al instante supo que el monje se lo había robado. Pero no le denunció, por temor a que, al pecado de hurto, pudiera añadir el de perjurio. El monje se había ido a la ciudad y quiso vender el libro, por el que pedía dieciocho monedas. El posible comprador le dijo: ‘Déjeme el libro para que pueda averiguar si vale tanto dinero’ Entonces fue a ver al santo Anastasio y le dijo: ‘Padre, mire este libro y dígame si cree usted que vale dieciocho monedas’. Y Anastasio le dijo: ‘Sí, es un libro precioso, y por dieciocho monedas es una ganga’. El otro volvió a donde estaba el monje y le dijo: ‘Aquí tienes tu dinero. He enseñado el libro al Padre Anastasio y me ha dicho que sí vale las dieciocho monedas’. El monje estaba anonadado: ‘¿Fue eso todo lo que le dijo? ¿No dijo nada más?’ ‘No, no dijo una sola palabra más’. ‘Bueno, verás… he cambiado de opinión… y ahora ya no quiero vender el libro…’ Entonces el monje regresó adonde Anastasio y, con lágrimas en los ojos, le suplicó que volviera a quedarse con el libro. Pero Anastasio le dijo con toda paz: ‘No, hermano, quédate con él. Es un regalo que quiero hacerte’. Sin embargo, el monje dijo: ‘Si no lo recuperas, jamás tendré paz’. Y desde entonces, el monje se quedó con Anastasio para el resto de sus días”.

            Anastasio no se preocupó de recuperar su valioso y bello libro; Anastasio no se preocupó de denunciar el pecado ni al pecador; Anastasio no quiso humillar al monje; Anastasio no quiso que el monje añadiera al pecado de robo el pecado de perjurio, es decir, de negar falsamente el robo que había hecho; Anastasio no quiso recuperar el libro, pues era más importante para él que no se perdiera el hombre, pues siempre el hombre es más importante que un valioso y bello libro; Anastasio se preocupó por el hombre concreto, pues de nada sirve salvar a muchos si se pierde uno solo… Y, por todo esto, Anastasio recuperó el libro, redimió del pecado al monje y logró que éste entrara en un camino de santidad y de entrega total a Dios.

(San Anastasio Sinaíta o Anastasio del Sinaí fue uno de los grandes ascetas del siglo VII)