El pasaje de San Lucas en el que se relata el
episodio en el que Jesús envió a varios mensajeros para ir a una población samaritana
con el fin de prepararles alojamiento. Aún así, los samaritanos no le quisieron
recibir porque Jesús se dirigía a Jerusalén. Esta actitud no gustó nada a
Santiago y a Juan, los amigos de Jesús, y le preguntaron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Jesús,
volviéndose hacia ellos, les reprendió y les dijo: «No sabéis de qué espíritu sois.
El Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos» Y
se fueron a otro pueblo.
Jesús nos muestra que el resentimiento, la venganza
o el rencor no son la actitud correcta. Él no se detiene en pensar la de veces
que se ha sentido ofendido, o en lo ingratas que son las personas a veces, que
no le acogieron cuando Él solo les quería hacer el bien; no pierde el tiempo en
pensar cómo debería pagarles, o vengarse, por tamaño desplante. Actúa así porque
no esperaba que le devolvieran bien por bien, es decir, no se creó falsas expectativas.
Como no esperaba nada, la falta de hospitalidad de los samaritanos no le
afectó, sino que se concentró simplemente en otra opción. Jesús no permitió que
lo sucedido le quitase la paz.