En realidad, sólo los que no han vivido en serio, los que malgastaron su vida en caprichos y frivolidades, los que sembraron dolor y muerte a su alrededor, los que
asfixiaron la vida y no les importaron los demás, tienen miedo a morir. Los que aceptaron su vida y se atrevieron a vivirla en serio, los que la vivieron como don que se
entrega, aceptan su muerte y la esperan de un modo sereno y libre, como el debido descanso después de una jornada trabajosa y fecunda. Porque la vida mereció la pena, también vale la pena morir. No sólo no temen a la muerte, sino que son incluso capaces de amarla y, como Francisco de Asís, que vivió enamorado de la vida y de todos los seres, alabar a Dios por la “hermana muerte”. Así como la jornada cumplida debidamente, enteramente, da alegría al sueño, una vida bien empleada da alegría a la muerte.
asfixiaron la vida y no les importaron los demás, tienen miedo a morir. Los que aceptaron su vida y se atrevieron a vivirla en serio, los que la vivieron como don que se
entrega, aceptan su muerte y la esperan de un modo sereno y libre, como el debido descanso después de una jornada trabajosa y fecunda. Porque la vida mereció la pena, también vale la pena morir. No sólo no temen a la muerte, sino que son incluso capaces de amarla y, como Francisco de Asís, que vivió enamorado de la vida y de todos los seres, alabar a Dios por la “hermana muerte”. Así como la jornada cumplida debidamente, enteramente, da alegría al sueño, una vida bien empleada da alegría a la muerte.