La fe es la certeza de que nuestra vida está sostenida en las buenas
manos de Dios. Para el Antiguo Testamento lo opuesto a la fe no es el ateísmo,
sino el miedo.
El rey Acaz gobernó Judá en tiempos difíciles (736-721 aC.). Los
pequeños estados de Palestina deciden aliarse contra la gran potencia de
entonces: Asiria. El rey Acaz rechaza emprender la guerra contra Asiria. Como
represalia, el resto de países del área Palestina declara la guerra al Reino de
Judá. El rey Acaz, al verse acorralado, siente miedo, y pide ayuda a Asiria
para vencer la amenaza de los reinos vecinos. La ayuda Asiria nunca era
gratuita: sometía a los reinos vasallos a un tributo que les impedía prosperar.
La guerra ente Acaz y los estados vecinos se conoce como guerra Siro-Efrainita.
Isaías recrimina a Acaz el pánico que le invade, diciéndole: “Si no
creéis, no subsistiréis” (Is 7, 9). ¿Que significa ésta frase? Judá es un
pequeño estado, pero su rey había recibido de Dios una promesa inquebrantable.
Dijo el Señor a David: “Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi
presencia; tu trono permanecerá por siempre” (2Sam 7, 16).
Acaz es el rey de Israel, pero duda de que la promesa de Dios se
mantenga. Acaz tiene miedo ante la amenaza de los pequeños estados. Busca
soportes más tangibles que las buenas manos de Dios, y deposita su confianza en
la fuerza de una nación poderosa: Asiria. Acaz ha perdido la fe: ha dejado de
confiar en la promesa del Señor y ha puesto su seguridad en manos de un ídolo:
Asiria. Las consecuencias que tuvo para Judá la alianza con Asiria fueron
terribles, y años después, arruinaron el país.
¡Cuántas veces en nuestra vida cristiana nos sabe a poco tener a Dios
por Padre, y buscamos falsas seguridades que a la larga salen carísimas! El
amor con amor se paga, el gozo de ser cristiano radica en serlo; y nuestra
recompensa sólo es una: sabernos en las buenas manos del Dios de la
misericordia.
Francesc Ramis Darder