martes, 27 de agosto de 2013

¿En qué se diferencia la fe de un católico de la de un protestante?



Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» (Carta a los Efesios4, 5): los católicos y los protestantes tenemos la misma fe en Jesucristo como Hijo de Dios, hemos recibido el mismo bautismo y meditamos y predicamos la misma palabra de Dios.
Existen sin embargo algunas diferencias:
1.
La Biblia de los católicos tiene 73 libros, mientras que la de los protestantes, 66 (no aceptan por ejemplo Macabeos, Tobías, Judith, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc). Además, los protestantes creen que solo la Biblia es fuente de la revelación de Dios a la humanidad (doctrina de la «sola Escritura»). La enseñanza protestante del «libre examen» de las Escrituras excluye la lectura de toda la Iglesia como criterio interpretativo. Los católicos encuentran la revelación divina no solo en la Escritura, sino también en la Tradición y en el Magisterio de la Iglesia, leídos todos ellos de modo armónico.
2.
Los católicos aceptan siete sacramentos, mientras que Lutero solo admitía dos: el bautismo y la cena. Los protestantes tienden a dar una mayor importancia a la Palabra y a la predicación que a la liturgia y la celebración de los sacramentos.
3.
En la idea de Iglesia existen también diferencias: mientras que los católicos creemos que Jesucristo fundó la Iglesia para continuar la salvación que Él nos trajo, los protestantes suelen desconfiar de cualquier mediación y tienden a decir: «Cristo sí, Iglesia no» (doctrina del «solo Cristo»). Los católicos afirman: «Cristo sí, Iglesia también».
4.
En cuanto a la idea de autoridad en la Iglesia, existen también divergencias. Los católicos ven el orden sacerdotal como un sacramento, mientras los protestantes lo entienden solo como un mero servicio a la comunidad. Tampoco el papa y los obispos –como sucesores de Pedro y los demás apóstoles– son una instancia necesaria para llegar a Dios. Tal vez por esto los protestantes tienden a la dispersión doctrinal e institucional. Para la Iglesia católica, la idea de «sucesión apostólica» –transmitida por el sacramento del orden– tiene una gran importancia para llegar efectivamente a Jesucristo.
5.
Mientras los católicos veneran a la Virgen y a los santos, los protestantes no consideran importante su intercesión. Tienden también a rechazar las imágenes como medios para llegar a Dios.
6.
Existen de igual manera diferencias sobre el purgatorio: mientras los católicos lo ven como un estado de purificación, los protestantes piensan que es casi una superstición.
7.
Y aquí llegamos al núcleo del problema: la doctrina de la justificación. A través de la afirmación «el justo vive de la fe» (Carta a los Romanos1, 17), los protestantes tienden a subrayar la exclusiva necesidad de la fe para la salvación (doctrina de la «sola fe»). Los católicos añadimos además las obras, porque «la fe sin obras es fe muerta» (Carta de Santiago 2, 17). Tras la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación (1999), suscrita por católicos, luteranos y metodistas, con los matices y acercamientos que han tenido lugar a lo largo del tiempo, se considera que estas diferencias no deben ser motivo de separación. Quedan sin embargo todavía ciertas divergencias.
Para saber más: Catecismo de la Iglesia Católica, 817-822.
Pablo Blanco

sábado, 24 de agosto de 2013

viernes, 23 de agosto de 2013

El pueblo de la Biblia


Biblia: El comienzo de todo



El libro del Génesis siempre generó muchas interrogantes, sin embargo, es inútil buscar datos científicos allí. ¿De qué trata entonces? La Biblia comienza con la afirmación: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra...”. El texto está al principio de la Biblia, pero no quiere decir que fue lo primero que se escribió, ni que la pregunta sobre el origen de todo era la preocupación de los hombres más antiguos. Estas inquietudes se manifestaron cuando el pueblo de Israel ya había recorrido gran parte de su historia. Al mirar hacia atrás, constató que Dios había estado presente en los acontecimientos de cada día, que todo había sucedido como respondiendo a un plan, advirtió que constantemente había experimentado la acción protectora y salvadora de Dios, y llegó a la conclusión de que el Señor es quien gobierna la historia y esto lo ha hecho desde el principio. Los científicos se preguntan por el origen del mundo y explican cómo se fue haciendo todo lo existente. Ellos hablan, por ejemplo, del big-bang, del proceso evolutivo, del evolucionismo... Ellos lo explican utilizando un lenguaje elaborado por los sabios, muy preciso y detallado. La Biblia, en cambio, no pregunta cómo sucedió, sino que enseña quién lo hizo, y lo dice en forma religiosa y poética. Es necesario tener presente estas cosas para no caer en caer en confusiones:
-Los sabios preguntan: cómo sucedió; -la Biblia dice: quién lo hizo.

-Los sabios usan lenguaje científico; -la Biblia usa lenguaje religioso y poético.
Los científicos no hablan de lo que trata la Biblia, y la Biblia no invade el terreno de las ciencias, y cuando los sabios investigan con seriedad científica hay un completo acuerdo.
El relato del libro del Génesis es un poema. Está dividido en siete estrofas, separadas por un estribillo: “Hubo una tarde, hubo una mañana...”, y todas las estrofas están redactadas con palabras que se van repitiendo casi en el mismo orden. Todo esto hecho para facilitar la memorización. El poema comienza diciendo que antes de la creación: “todo era caótico, y las tinieblas estaban sobre el abismo...”. En efecto, el texto fue escrito por los círculos ilustrados del pueblo judío, en la época en que habían sido vencidos por los babilónicos, se encontraban cautivos en tierra extranjera, y para ellos todo era tinieblas y caos. Pero el texto arroja una luz de esperanza: se oye la voz de Dios que ordena: “¡Haya luz!”. Entonces todo se ilumina y Dios comienza a hacer surgir la vida y el orden. Los hombres de aquel tiempo, inspirados por Dios, respondieron a las angustias de un pueblo que no veía luz en su futuro. Les mostraron que hay Alguien que está por encima de todo lo visible. Dios hizo todo desde el principio, y no fue vencido por otros dioses. Él, que venció el caos y las tinieblas del principio, puede sacar al pueblo de la situación en que se encuentra. Para expresar la acción de Dios utilizaron una palabra que las lenguas modernas traducen como “crear”, un verbo que la Biblia usa sólo para la acción de Dios, y que representa el poder total con el que Dios actúa cuando hace alguna cosa. El actuar de Dios es diferente del actuar del hombre, porque tiene un dominio absoluto sobre todo. El poema continúa describiendo cómo Dios, en el transcurso de una semana, fue haciendo y ordenando todo lo existente. Pero el mundo que se describe no es el que ahora se conoce por la cultura y por las explicaciones científicas, sino que se presenta como un gran disco flotando sobre el mar, cubierto por la inmensa bóveda del firmamento, en el que están suspendidos el sol, la luna y las estrellas, y otro mar por encima del firmamento... Es el mundo así como lo imaginaban hace veinticinco siglos. El texto, entonces, no pretende explicar cómo es el mundo (cosa que deben hacer los científicos), sino decir quién lo hizo, y pone luz y orden en la historia. Es inútil entonces buscar datos científicos en este relato de la creación del mundo, así como es insensato presentarlo como una teoría más que se puede comparar o discutir con las teorías científicas existentes. 
Luis Heriberto Rivas

lunes, 19 de agosto de 2013

¿Qué significa la palabra milagro?



Fijémonos en un texto concreto: “Los Diez Leprosos” (Lc 17, 11-19). Jesús se encuentra con diez hombres leprosos y les dice “id a presentaros a los sacerdotes”. Mientras iban de camino quedaron “purificados” de la lepra; uno de ellos, notando que estaba “curado”, se volvió alabando a Dios a grandes voces, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Los israelitas llamaban lepra a las enfermedades que producían manchas en la piel (Lv 13). Los sacerdotes determinaban quien era leproso observando si había  manchas sobre la piel, por eso Jesús los manda al sacerdote para que verifique la curación. La lepra se consideraba un castigo divino (Nm 12, 9, 16). Los leprosos eran expulsados de los pueblos (Lv 13, 45 ss) y vivían miserablemente en descampado, su única esperanza radicaba en llegada del Mesías que acabaría con la cruel enfermedad (Lc 7, 22).
Mientras iban de camino quedaron purificados de la lepra, uno de ellos notando que estaba curado...”. Nueve han sido “purificados” pero sólo uno “curado”. La “purificación” representa un cambio externo; el leproso tenía manchas en la piel y ahora no. Los nueve “purificados” han visto en Jesús a alguien especial capaz de conferirles un cambio exterior. En cambio la “curación” denota una transformación interior que se manifiesta externamente. Las manchas han desaparecido, como en los otros nueve, pero a través de la desaparición de las manchas el leproso curado no ha visto en Jesús solamente a un personaje prodigioso, sino que ha percibido la misma presencia de Dios: ese es el auténtico milagro.
El verdadero milagro no consiste en el cese de la enfermedad, sino en descubrir a través de la desaparición de la dolencia la presencia de Dios que “cura”. Para el AT Dios es el único capaz de curar profundamente “Yo soy Yahvé el que te cura” (Ex 15, 26). El leproso curado se prosterna. Prosternarse, echarse en tierra ante alguien, implica reconocer la manifestación de la divinidad. Para este leproso ha acontecido un milagro, a través de la eliminación de la lepra ha captado en Jesús la presencia del Dios que cura la enfermedad y la angustia de ser humano.
Francesc Ramis Darder

domingo, 18 de agosto de 2013

Nadie sabe el día



El mejor conocimiento del lenguaje apocalíptico, construido de imágenes y recursos simbólicos para hablar del fin del mundo, nos permite hoy escuchar el mensaje esperanzador de Jesús, sin caer en la tentación de sembrar angustia y terror en las conciencias.
Un día la historia apasionante del ser humano sobre la tierra llegará a su final. Esta es la convicción firme de Jesús. Esta es también la previsión de la ciencia actual. El mundo no es eterno. Esta vida terminará.
¿Qué va a ser de nuestras luchas y trabajos, de nuestros esfuerzos y aspiraciones.
Jesús habla con sobriedad. No quiere alimentar ninguna curiosidad morbosa. Corta de raíz cualquier intento de especular con cálculos, fechas o plazos. "Nadie sabe el día o la hora...,sólo el Padre". Nada de psicosis ante el final. El mundo está en buenas manos. No caminamos hacia el caos. Podemos confiar en Dios, nuestro Creador y Padre.
Desde esta confianza total, Jesús expone su esperanza: la creación actual terminará, pero será para dejar paso a una nueva creación, que tendrá por centro a Cristo resucitado. ¿Es posible creer algo tan grandioso? ¿Podemos hablar así antes de que nada haya ocurrido?
Jesús recurre a imágenes que todos pueden entender. Un día el sol y la luna que hoy iluminan la tierra y hacen posible la vida, se apagarán. El mundo quedará a oscuras. ¿Se apagará también la historia de la Humanidad? ¿Terminarán así nuestras esperanzas?
Según la versión de Marcos, en medio de esa noche se podrá ver al "Hijo del Hombre", es decir, a Cristo resucitado que vendrá "con gran poder y gloria". Su luz salvadora lo iluminará todo. Él será el centro de un mundo nuevo, el principio de una humanidad renovada para siempre.
Jesús sabe que no es fácil creer en sus palabras. ¿Cómo puede probar que las cosas sucederán así? Con una sencillez sorprendente, invita a vivir esta vida como una primavera. Todos conocen la experiencia: la vida que parecía muerta durante el invierno comienza a despertar; en las ramas de la higuera brotan de nuevo pequeñas hojas. Todos saben que el verano está cerca.
Esta vida que ahora conocemos es como la primavera. Todavía no es posible cosechar. No podemos obtener logros definitivos. Pero hay pequeños signos de que la vida está en gestación. Nuestros esfuerzos por un mundo mejor no se perderán. Nadie sabe el día, pero Jesús vendrá. Con su venida se desvelará el misterio último de la realidad que los creyentes llamamos Dios.
José Antonio Pagola