Domingo día 18 de Agosto
sábado, 17 de agosto de 2013
El arca de Noé

Según estas medidas el arca no es una barca. Tiene
la forma de una caja compacta que, una vez calafateada, hace imposible que
el agua del diluvio penetre en su interior. Es demasiado pequeña para contener
siete parejas de cada especie animal. Cuando el autor habla del arca no habla simbólicamente de una
nave: ¿a qué se refiere?
Israel se contaminó por el pecado que azota al
mundo: la idolatría y la injusticia. Como consecuencia el pueblo fue deportado
y el Templo de Jerusalén destruido. Durante la cautividad de Babilonia (587-538
a.C.), algún autor, escribió la metáfora del diluvio para devolver a Israel la
esperanza perdida. El diluvio representa, entre otros temas, las fuerzas
del mal que han destruido Israel. Pero Dios es bueno y otorgará a su pueblo una
mediación para que pueda navegar entre
las turbulentas aguas del mundo sin sucumbir. La mediación propuesta por Dios
consiste en el Templo de Jerusalén.
En la narración del diluvio, el arca es el símbolo
del nuevo Templo de Jerusalén. Así Israel, una vez liberado de su exilio,
podrá resistir las adversidades del mundo porque se refugiará en el Templo del
Señor prefigurado en el arca de Noé. Allí, en el Templo de Jerusalén,
encontrará la Ley del Señor y adquirirá la certeza de que el Señor, como un
buen timonel, dirige su camino hasta el advenimiento definitivo del Reino de
Dios.
Francesc Ramis Darder
¿Qué significa tener fe en el Antiguo Testamento?
La fe es la certeza de que nuestra vida está sostenida en las buenas
manos de Dios. Para el Antiguo Testamento lo opuesto a la fe no es el ateísmo,
sino el miedo.
El rey Acaz gobernó Judá en tiempos difíciles (736-721 aC.). Los
pequeños estados de Palestina deciden aliarse contra la gran potencia de
entonces: Asiria. El rey Acaz rechaza emprender la guerra contra Asiria. Como
represalia, el resto de países del área Palestina declara la guerra al Reino de
Judá. El rey Acaz, al verse acorralado, siente miedo, y pide ayuda a Asiria
para vencer la amenaza de los reinos vecinos. La ayuda Asiria nunca era
gratuita: sometía a los reinos vasallos a un tributo que les impedía prosperar.
La guerra ente Acaz y los estados vecinos se conoce como guerra Siro-Efrainita.
Isaías recrimina a Acaz el pánico que le invade, diciéndole: “Si no
creéis, no subsistiréis” (Is 7, 9). ¿Que significa ésta frase? Judá es un
pequeño estado, pero su rey había recibido de Dios una promesa inquebrantable.
Dijo el Señor a David: “Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi
presencia; tu trono permanecerá por siempre” (2Sam 7, 16).
Acaz es el rey de Israel, pero duda de que la promesa de Dios se
mantenga. Acaz tiene miedo ante la amenaza de los pequeños estados. Busca
soportes más tangibles que las buenas manos de Dios, y deposita su confianza en
la fuerza de una nación poderosa: Asiria. Acaz ha perdido la fe: ha dejado de
confiar en la promesa del Señor y ha puesto su seguridad en manos de un ídolo:
Asiria. Las consecuencias que tuvo para Judá la alianza con Asiria fueron
terribles, y años después, arruinaron el país.
¡Cuántas veces en nuestra vida cristiana nos sabe a poco tener a Dios
por Padre, y buscamos falsas seguridades que a la larga salen carísimas! El
amor con amor se paga, el gozo de ser cristiano radica en serlo; y nuestra
recompensa sólo es una: sabernos en las buenas manos del Dios de la
misericordia.
Francesc Ramis Darder
viernes, 16 de agosto de 2013
La firmeza comprensiva de la fe

La fe cristiana es una adhesión firme y convencida
al Señor Jesús. Pero al mismo tiempo es comprensiva con aquellos que no han
tenido la suerte y la alegría de conocer al Señor. Se trata, pues, de una
actitud que, por una parte, da una gran seguridad al creyente y, por otra se
muestra respetuosa con aquellos que no comparten el convencimiento del
creyente. Porque se trata de un acto libre que adhiere a realidades no
evidentes.
La fe es libre por su propia naturaleza. No puede
imponerse, porque la imposición destruye la fe. En esto la fe se asemeja al
amor. No hay amor a la fuerza. Por otra parte, la fe se refiere a lo que no se
ve. Cristo resucitado “ya no está ahí”, no es posible señalarlo como se señalan
las realidades y personas de este mundo. Se le puede encontrar, pero siempre a
través de mediaciones, de sacramentos. Las mediaciones pueden interpretarse de
muchas maneras. Para encontrar a Cristo resucitado en los sacramentos hay que
realizar un acto de confianza y trascender el signo sacramental. No todos están
ni dispuestos ni capacitados para hacerlo. Incluso cuando Jesús estaba sobre la
tierra y anunciaba el Reino de Dios, tampoco era evidente que Dios actuase por
medio de él. La gente veía a un hombre, y su actuación podía entenderse de
muchas maneras: mientras unos descubrían en él a un profeta enviado por Dios,
otros decían que quién actuaba por medio de él era ni más ni menos que Satanás.
La presencia de Dios en Jesús nunca es una evidencia. Sólo desde la fe y la
confianza podemos ir más allá de la humanidad de Jesús para alcanzar, en esa
humanidad, a la divinidad.
Que la fe se refiera a lo no evidente y, por tanto,
que no pueda imponerse, no significa que no sea segura. El ciego que va bien
acompañado no ve, pero camina seguro; confía en no tropezar por el camino y en
alcanzar su meta. Eso es lo que le ocurre al creyente: muchas veces avanza por
senderos poco claros, pero se sabe guiado por la Palabra de Dios acogida en la
fe, y así camina con firmeza “como si viera al Invisible” (Heb 11,27).
Precisamente porque está seguro de su fe el
creyente se muestra tranquilo cuando tiene que exponerla y defenderla. No se
irrita ante aquellos que la cuestionan, sea porque no la conocen, sea porque la
desprecian. A ninguna persona sensata se le ocurre irritarse ante uno que niega
que dos y dos son cuatro. Porque la seguridad de una convicción no depende de
la intransigencia con que se defiende. En suma, la firmeza, la seguridad, la
fuerza, la convicción de la fe, no se manifiesta a base de actitudes
intransigentes o intolerantes. Precisamente estas actitudes lo que suelen
manifestar es debilidad y miedo. La fuerza de la fe la hace libre, comprensiva,
acogedora, porque su clima natural es el amor.
Martín
Gelabert Ballester
martes, 13 de agosto de 2013
lunes, 29 de julio de 2013
LOS NIÑOS ANTE LA MUERTE

*
No es bueno abundar en detalles sobre cómo se produjo la muerte del ser
querido, la explicación debe ser breve y clara.
*
Se debe estar atento y escudriñar los sentimientos de los niños ya que, los más
pequeños, suelen tener la sensación de ser culpables de la muerte del ser
querido. Se le debe explicar en forma clara que lo que ellos hayan dicho o
pensado no ha provocado la muerte del ser querido.
*
Los niños, según sus edades, entienden la muerte de diversas maneras. Por lo
general los chicos no entienden el significado de la muerte hasta los tres años.
Entre los tres y los cinco años suelen considerar a la muerte como un estado
reversible y temporal. Después de los cinco años entienden que la muerte es un
estado definitivo, pero hasta los diez años no creen que pueda pasarles a
ellos. Luego de los diez años suelen entender que la muerte es un estado
definitivo y que necesariamente todos llegamos a ella. Claro que esto no es
matemático y muchos de los niños que ya han pasado por la triste experiencia
que significa perder a un ser querido, suelen ser muy adelantados en la
comprensión de este fenómeno.
*
Creo que no debe impedirse que participen del velatorio y sepelio, aunque
tampoco se los debe obligar a participar de ello. En el caso de que ellos
quieran hacerlo, se les debe explicar con anterioridad lo que van a ver en ese
momento. Al permitirles participar de estos eventos les damos la posibilidad de
experimentar la sensación de una despedida definitiva. Nuestros hijos
participaron del velatorio de su abuelo, rezaron junto a su madre, y sirvieron
de consolación a su madre que también pudo ayudarles a ellos a entender tal
situación.
*
No debemos temer llorar ante nuestros hijos, ellos comprenderán y nos acompañaran
en el dolor, pero creo que debemos evitar las situaciones de gritos escandalosos
y signos de desesperación, pueden dejar en ellos una imagen sumamente negativa
y desesperanzada.
*
Si los niños sienten deseos de expresar su dolor, no debemos impedirlo. Quizás
lo mejor es ayudarles a que lo hagan comunicándoles que nosotros también
compartimos esa pena. Cuando el dolor no se exterioriza puede manifestarse de
maneras no conscientes (pesadillas, dificultades en la escuela, etc.)
*
Los niños se sienten mas consolados con un abrazo que con palabras sentidas.
*
Si se tiene fe y se cree en la vida eterna, la cuestión será más sencilla,
menos penosa. Porque esa separación definitiva, se transforma en la esperanza
de reunirnos con al persona amada al final de nuestros días en presencia del
Padre Eterno. Eduardo Cattaneo
martes, 9 de julio de 2013
Creer en la resurrección de Jesucristo

DORÉ, J.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)