sábado, 17 de agosto de 2013

Comentario sonoro al Evangelio

Domingo día 18 de Agosto

El arca de Noé



Cuando Dios ordenó a Noé la construcción del arca le dio unas proporciones un tanto extrañas para ser una nave: “longitud del arca, trescientos codos; su anchura, cincuenta codos; y su altura, treinta codos. Haces una cubierta y a un codo la rematarás por encima, pones la puerta del arca en su costado, y haces un primer piso, un segundo y un tercero “ (Gn 6, 15-16).
Según estas medidas el arca no es una barca. Tiene la forma de una caja compacta que, una vez calafateada, hace imposible que el agua del diluvio penetre en su interior. Es demasiado pequeña para contener siete parejas de cada especie animal. Cuando el autor  habla del arca no habla simbólicamente de una nave: ¿a qué se refiere?
Israel se contaminó por el pecado que azota al mundo: la idolatría y la injusticia. Como consecuencia el pueblo fue deportado y el Templo de Jerusalén destruido. Durante la cautividad de Babilonia (587-538 a.C.), algún autor, escribió la metáfora del diluvio para devolver a Israel la esperanza perdida. El diluvio representa, entre otros temas, las fuerzas del mal que han destruido Israel. Pero Dios es bueno y otorgará a su pueblo una mediación para  que pueda navegar entre las turbulentas aguas del mundo sin sucumbir. La mediación propuesta por Dios consiste en el Templo de Jerusalén.
En la narración del diluvio, el arca es el símbolo del nuevo Templo de Jerusalén. Así Israel, una vez liberado de su exilio, podrá resistir las adversidades del mundo porque se refugiará en el Templo del Señor prefigurado en el arca de Noé. Allí, en el Templo de Jerusalén, encontrará la Ley del Señor y adquirirá la certeza de que el Señor, como un buen timonel, dirige su camino hasta el advenimiento definitivo del Reino de Dios.
Francesc Ramis Darder

¿Qué significa tener fe en el Antiguo Testamento?



La fe es la certeza de que nuestra vida está sostenida en las buenas manos de Dios. Para el Antiguo Testamento lo opuesto a la fe no es el ateísmo, sino el miedo.
El rey Acaz gobernó Judá en tiempos difíciles (736-721 aC.). Los pequeños estados de Palestina deciden aliarse contra la gran potencia de entonces: Asiria. El rey Acaz rechaza emprender la guerra contra Asiria. Como represalia, el resto de países del área Palestina declara la guerra al Reino de Judá. El rey Acaz, al verse acorralado, siente miedo, y pide ayuda a Asiria para vencer la amenaza de los reinos vecinos. La ayuda Asiria nunca era gratuita: sometía a los reinos vasallos a un tributo que les impedía prosperar. La guerra ente Acaz y los estados vecinos se conoce como guerra Siro-Efrainita.
Isaías recrimina a Acaz el pánico que le invade, diciéndole: “Si no creéis, no subsistiréis” (Is 7, 9). ¿Que significa ésta frase? Judá es un pequeño estado, pero su rey había recibido de Dios una promesa inquebrantable. Dijo el Señor a David: “Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre” (2Sam 7, 16).
Acaz es el rey de Israel, pero duda de que la promesa de Dios se mantenga. Acaz tiene miedo ante la amenaza de los pequeños estados. Busca soportes más tangibles que las buenas manos de Dios, y deposita su confianza en la fuerza de una nación poderosa: Asiria. Acaz ha perdido la fe: ha dejado de confiar en la promesa del Señor y ha puesto su seguridad en manos de un ídolo: Asiria. Las consecuencias que tuvo para Judá la alianza con Asiria fueron terribles, y años después, arruinaron el país.
¡Cuántas veces en nuestra vida cristiana nos sabe a poco tener a Dios por Padre, y buscamos falsas seguridades que a la larga salen carísimas! El amor con amor se paga, el gozo de ser cristiano radica en serlo; y nuestra recompensa sólo es una: sabernos en las buenas manos del Dios de la misericordia.
Francesc Ramis Darder

viernes, 16 de agosto de 2013

La firmeza comprensiva de la fe



La fe cristiana es una adhesión firme y convencida al Señor Jesús. Pero al mismo tiempo es comprensiva con aquellos que no han tenido la suerte y la alegría de conocer al Señor. Se trata, pues, de una actitud que, por una parte, da una gran seguridad al creyente y, por otra se muestra respetuosa con aquellos que no comparten el convencimiento del creyente. Porque se trata de un acto libre que adhiere a realidades no evidentes.
La fe es libre por su propia naturaleza. No puede imponerse, porque la imposición destruye la fe. En esto la fe se asemeja al amor. No hay amor a la fuerza. Por otra parte, la fe se refiere a lo que no se ve. Cristo resucitado “ya no está ahí”, no es posible señalarlo como se señalan las realidades y personas de este mundo. Se le puede encontrar, pero siempre a través de mediaciones, de sacramentos. Las mediaciones pueden interpretarse de muchas maneras. Para encontrar a Cristo resucitado en los sacramentos hay que realizar un acto de confianza y trascender el signo sacramental. No todos están ni dispuestos ni capacitados para hacerlo. Incluso cuando Jesús estaba sobre la tierra y anunciaba el Reino de Dios, tampoco era evidente que Dios actuase por medio de él. La gente veía a un hombre, y su actuación podía entenderse de muchas maneras: mientras unos descubrían en él a un profeta enviado por Dios, otros decían que quién actuaba por medio de él era ni más ni menos que Satanás. La presencia de Dios en Jesús nunca es una evidencia. Sólo desde la fe y la confianza podemos ir más allá de la humanidad de Jesús para alcanzar, en esa humanidad, a la divinidad.
Que la fe se refiera a lo no evidente y, por tanto, que no pueda imponerse, no significa que no sea segura. El ciego que va bien acompañado no ve, pero camina seguro; confía en no tropezar por el camino y en alcanzar su meta. Eso es lo que le ocurre al creyente: muchas veces avanza por senderos poco claros, pero se sabe guiado por la Palabra de Dios acogida en la fe, y así camina con firmeza “como si viera al Invisible” (Heb 11,27).
Precisamente porque está seguro de su fe el creyente se muestra tranquilo cuando tiene que exponerla y defenderla. No se irrita ante aquellos que la cuestionan, sea porque no la conocen, sea porque la desprecian. A ninguna persona sensata se le ocurre irritarse ante uno que niega que dos y dos son cuatro. Porque la seguridad de una convicción no depende de la intransigencia con que se defiende. En suma, la firmeza, la seguridad, la fuerza, la convicción de la fe, no se manifiesta a base de actitudes intransigentes o intolerantes. Precisamente estas actitudes lo que suelen manifestar es debilidad y miedo. La fuerza de la fe la hace libre, comprensiva, acogedora, porque su clima natural es el amor.
Martín Gelabert Ballester

martes, 13 de agosto de 2013

El pensamiento

"Tropezar no es malo, 
encariñarse con la piedra sí"

La reflexión

"No le pidas a Dios que guíe tus pasos 
si no estás dispuesto a mover tus pies"

El refrán

"Más vale que te rechacen por ser sincero, 
a que te acepten 
siendo un hipócrita"

lunes, 29 de julio de 2013

LOS NIÑOS ANTE LA MUERTE

* Es importante explicar en forma clara a nuestros hijos lo sucedido, No es bueno decir que la persona fallecida se ha ido de viaje, ni decir que se ha dormido. Ambas afirmaciones crean en los niños la idea de que esa persona retornará de su viaje o despertará de su sueño. Se sabe además de algunos niños que temen dormirse porque han identificado el sueño con la muerte. No se debe temer al uso de palabras como "muerte" o "muerto" que, en los niños mayores, darán una idea clara de lo que ha sucedido.
* No es bueno abundar en detalles sobre cómo se produjo la muerte del ser querido, la explicación debe ser breve y clara.
* Se debe estar atento y escudriñar los sentimientos de los niños ya que, los más pequeños, suelen tener la sensación de ser culpables de la muerte del ser querido. Se le debe explicar en forma clara que lo que ellos hayan dicho o pensado no ha provocado la muerte del ser querido.
* Los niños, según sus edades, entienden la muerte de diversas maneras. Por lo general los chicos no entienden el significado de la muerte hasta los tres años. Entre los tres y los cinco años suelen considerar a la muerte como un estado reversible y temporal. Después de los cinco años entienden que la muerte es un estado definitivo, pero hasta los diez años no creen que pueda pasarles a ellos. Luego de los diez años suelen entender que la muerte es un estado definitivo y que necesariamente todos llegamos a ella. Claro que esto no es matemático y muchos de los niños que ya han pasado por la triste experiencia que significa perder a un ser querido, suelen ser muy adelantados en la comprensión de este fenómeno.
* Creo que no debe impedirse que participen del velatorio y sepelio, aunque tampoco se los debe obligar a participar de ello. En el caso de que ellos quieran hacerlo, se les debe explicar con anterioridad lo que van a ver en ese momento. Al permitirles participar de estos eventos les damos la posibilidad de experimentar la sensación de una despedida definitiva. Nuestros hijos participaron del velatorio de su abuelo, rezaron junto a su madre, y sirvieron de consolación a su madre que también pudo ayudarles a ellos a entender tal situación.
* No debemos temer llorar ante nuestros hijos, ellos comprenderán y nos acompañaran en el dolor, pero creo que debemos evitar las situaciones de gritos escandalosos y signos de desesperación, pueden dejar en ellos una imagen sumamente negativa y desesperanzada.
* Si los niños sienten deseos de expresar su dolor, no debemos impedirlo. Quizás lo mejor es ayudarles a que lo hagan comunicándoles que nosotros también compartimos esa pena. Cuando el dolor no se exterioriza puede manifestarse de maneras no conscientes (pesadillas, dificultades en la escuela, etc.)
* Los niños se sienten mas consolados con un abrazo que con palabras sentidas.
* Si se tiene fe y se cree en la vida eterna, la cuestión será más sencilla, menos penosa. Porque esa separación definitiva, se transforma en la esperanza de reunirnos con al persona amada al final de nuestros días en presencia del Padre Eterno. 
Eduardo Cattaneo

martes, 9 de julio de 2013

Creer en la resurrección de Jesucristo



Es seguro que la muerte de Jesús sumió a los discípulos en un descorazonamiento total. También es cierto que, poco después, esos mismos discípulos proclaman segura, por no decir triunfalmente, la resurrección de Jesús. La cuestión está, por tanto, en averiguar la razón de este cambio. Pero es seguro también que si se ha producido es porque han creído en la resurrección. El problema reside, pues, en averiguar lo que ha llevado a los discípulos a creer lo que han creído poder y deber anunciar. Ellos, al menos, lo atribuyen a los sucesos que hoy llamamos apariciones. Sobre ellas fundaron su paso a la fe. La cuestión se centra en saber qué pasó en las apariciones. A partir de los textos que las refieren, y que son los únicos datos que poseemos, se presentan como experiencias visuales, auditivas, táctiles incluso, pero tan ricas y complejas que desbordan el marco de la pura sensibilidad. Presentan los siguientes caracteres: fueron experiencias inesperadas en las que los testigos se sienten desconcertantemente movidos "desde fuera". Su desarrollo obedece al esquema: ver/no-ver; tocar/no-tocar; reconocer/noreconocer y, en conclusión, aparecer/desaparecer.
DORÉ, J.